lunes, 30 de enero de 2012

Desastre

Me he quedado dormido en el sofá, a eso de las 8 de la tarde.
Pensaba en lo magnífica que es mucha gente que me ayuda y que yo quiero.
O sea, que a todo eso no he cenado. Un desastre.
Ha sonado el timbre de la puerta y he ido corriendo porque Susan volvía del cine. He abierto la puerta así como de golpe y me he tirado encima así como para dar un super abrazo. Me he ganado una hostia. Era la vendedora del Círculo de Lectores.
Nos hemos reído y después le he comprado un libro así como para disculparme.
Ahora me voy a la cama con el propósito de no abrir la puerta sin mirar antes por la mirilla que por eso se llama así.
O sea, un desastre.

domingo, 29 de enero de 2012

La nevera (y Parte 2)

 Ha pasado una semana y he tomado una decisión.
A lo mejor ha pasado más de una semana, pero como que está en la nevera pues no se estropea. El tiempo se congela en la nevera. También en los carretes de fotos.
La decisión es llevar el carrete a una tienda de fotografía y que lo revelen. La decisión la ha tomado Helena, no yo, y si Helena con hache lo dice es que debo hacerlo. Helena con hache es mi amiga. O de mi nevera. Lo llevaré a la de mi primo, el hijo noséquénúmero del tío Luis del que no quiero hablar porque no se portó bien con mi padre o a mis hermanos y a mí nos parece que así fue, desconocido primo y sin nombre conocido para mí que heredó el negocio de su padre en la calle Provenza, pero mejor allí que en la tienda donde con regularidad las llevaba ella no sea que me pregunten por ella y ya me han hecho un nudo en el estómago.

Ya está revelado, el carrete claro, y me da un espanto mirar si hay fotos o no y ya no sé si tengo estómago o sólo tengo un nudo.
Por eso me voy a la calle, para esconderme de mi propio miedo, o del nudo, o del estómago, o de los dos.
O de mí.
En el Bar una monja toda ella vestida de blanco pide un bocata con algo rojo dentro, y el del Bar entiende que pide bocadillo de chorizo.
Yo no entiendo nada.
Un perro negro con una luz roja no sé si en el hocico o en el culo está en la esquina donde la papelería Clips, y la monja que también lo ve dice que es normal, que así se ve al perro en la oscuridad.
Yo sigo sin entender nada, y entre la monja blanca y el perro negro y la luz roja creo que se me enciende una alarma en el cerebro que está negro y confundido.

La alarma es porque la nevera está abierta, y debe ser la nevera la que ha gruñido para que yo vea las fotos.
Y las veo. Cauteloso. Pero las veo todas.
Son fotos congeladas, o sea son fotos.
De nosotros, de hijos y de amigos, de los amigos  de los hijos y de hijos de los amigos, de días en los que se celebran cosas aunque no se sepa muy bien qué se celebra pero se celebra y ya está y hacemos como que nos lo pasamos bien.
Supongo que las hizo ella.
Y es ella la que no está congelada y se mueve en las fotos donde todos estamos congelados menos ella.
Ella flota y se mueve por las fotos y entra y sale de cada uno de los cartones cuadraditos y va hacia las caras congeladas de todos para coger las mejillas y estirarlas y así convertir las muecas en netol y eso significa sonrisa. 
Ella sonríe y baila y salta y contagia y consuela y acaricia y besa y mima y nos anima y nos anida a todos porque es ella, ella la única que no está congelada y es ella la que lleva la felicidad como siempre lo hizo, en silencio, sin decir nada, sin ruido, mientras nosotros estábamos congelados pensando que como había celebración pues estábamos pasándolo bien.

Tengo frío y creo que es porque la nevera sigue abierta.

viernes, 27 de enero de 2012

La nevera (Parte 1)

 
Estoy en casa. Paso el rato sin hacer nada.
Empiezo a leer, lo dejo. Intento ordenar algún desorden, me aburro y también lo dejo. Me adormezco en la sala de estar, pero me doy cuenta de que por la noche dormí demasiadas horas, y como que no me duermo abandono.
Descubro que tengo hambre.
Voy a la nevera.
Parece un desierto. Algunos potes de aceitunas, mantequilla salada, encurtidos y tres naranjas que creo han hecho familia en mi nevera porque llevan ahí varios meses y alguna que otra crema para dolor muscular de las que utilizaba uno de mis hijos, y que estarán ya caducadas.
No sé si las naranjas estarán comestibles, aunque tal vez para zumo sí, poco, pero algo saldrá.
Sigo buscando aunque soy consciente de que no descubriré nada ni comestible ni apetecible para esas horas muertas en las que ni se come ni se cena ni se desayuna ni se merienda.
Es sólo un deseo de matar el tiempo.

De repente aparece ante mi vista un potecito redondo, cilíndrico y de color negro con tapa gris.
Me da un salto el corazón. Reconozco la imagen. La he visto en muchas ocasiones, entonces sin impacto. Ahora mi corazón se encoge y sobrecoge.

Es el contenedor de un carrete clásico de fotografías.
Sobreviene el recuerdo.
Mi mujer solía guardar sus carretes de fotos en la nevera, los de su pequeña Nikon comprada en Nueva York. Alguien le dijo que eso ayuda a su conservación. Tanto los vírgenes como los ya disparados.
No me atrevo a abrirlo, y además, cómo averiguar si fue disparado o no.
Me pongo nervioso e intranquilo.
Raro en la metódica Susan que ese carrete siga allí, helado, frío, desamparado.

Me corrijo a mí mismo, y decido que no es raro, ya que Susan murió.
No debió poder utilizarlo o revelarlo. El pote está en la nevera desde hace tres años.
Noto que la ansiedad empieza a actuar. Empieza por las palmas de las manos, que sudan, continúa por la frente, que se me perla de gotas brillantes, pegajosas y espesas, y decide instalarse en la boca del estómago, que se cierra.
Dejo el potecito de las fotos en el mismo lugar en la nevera, la cierro y me voy a ver la tele. Pongo un canal musical, sin anuncios, para ver si me tranquilizo.


Me encuentro fatal. La ansiedad ataca.
Quiero olvidarme del potecito pero no puedo.
Debería cogerlo y llevarlo a una tienda de fotografía para que averigüen si es virgen o contiene fotos.
No me atrevo.

Bueno, tampoco hay que decidir ahora mismo. El carrete seguirá en la nevera sino lo cojo yo. Tiempo hay para esta decisión.

Siento un poco de vértigo.
Pienso que lo normal es que aparezcan fotos mías, o de nuestros hijos, o de amigas suyas con las que solía cenar una vez al mes.
Era el grupo del gimnasio, el que ella cohesionaba con constancia y dedicación, la que se ocupaba de organizarlo todo, de animarlas a no dejar las clases y así mantener una buena forma física.
También decía que la gimnasia diaria ayuda al espíritu, al relajamiento, a  la paz interior. Decía lo mismo que hoy me dice mi amiga gatuna, que pone papeles de periódico en las cestas de sus gatos con buenas noticias para que descansen sus bigotes olisqueando el bien.
Tal vez sean fotos de la casa de Enveitg, del jardín de flores, de su huerta, de las calabazas que plantábamos todos los veranos y que lucían primero en el muro por el que se emparraban y después, en invierno, en cestas de mimbre y bandejas y platos de porcelana que ella misma decoraba con su exquisita sensibilidad y buen gusto.

De momento el carrete se queda en la nevera. Decidiré en otro momento.

Ya es de noche. Me voy a la cama.
Espero no desvelarme, porque en realidad no estoy cansado.
La única actividad del día ha sido el descubrimiento del carrete.
Me he hecho un ovillo en la cama. Me pareció que la posición fetal me protegería. Me pongo enfermo a veces por la noche, de golpe. Ansiedad enorme. Sequedad de boca. Me falta el aire. Me mareo. Sudo.

miércoles, 25 de enero de 2012

Ateneu

Hoy he pasado media mañana en el  Ateneu.
Digo media mañana porque así ha sido y porque yo estoy un poco como partido por la mitad.
Intentaba acabar de leer "Estoy desnudo" de Yasutaka Tsusui, que está más vestido que yo.
Y no me ha dejado leer una empleada que ha llamado la atención de un Socio joven porque se sentaba en su silla del Bar con un pie bajo su trasero y sobre un suelo de ajedrez y a la empleada le habrá parecido que estaba mal sentado así.
Otro Socio se inmiscuye para decirle a ambos que el Ateneu es una institución libertaria y que por tanto llamar la atención es un exceso.

Enfrente del chico del pie en la silla debajo de su nalga hay otro chico con una camiseta del Barça de manga corta y eso que hace frío.
Yo bebo mi cerveza a morro aunque el camarero me ha dado un vaso para que me beba la cerveza.
Junto al chico de la camiseta de mangas cortas del Barça hay unos ojos azules preciosos y frente a esos ojos hay una melena pelirroja engominada todavía más preciosa.
No sé lo que me seduce, si los ojos o la melena o el socio libertario, pero algo me seduce y me cautiva.
Será la libertad !!!

sábado, 21 de enero de 2012

Tres Pensamientos

 
“La última lágrima de tus ojos cayó por tu mejilla como una estrella, y se depositó en la constelación a la que ya te has ido a vivir, entre el cielo azul marino y el mar azul claro”.



“Me quiero sentar con Augusto Monterrosso frente al mar inabarcable para contemplar el atardecer vinoso”.



“Las gotas de sudor son amargas.
Las lágrimas de la alegría y de la risa son dulces!
¿Qué gusto tienen las del dolor y el sufrimiento?
¿Y las de aquellos que ni lloran ni ríen?
¿Qué gusto tienen esas ausencias?
Porque sabor, tendrán !!!”

jueves, 19 de enero de 2012

Noche de Fútbol

Vecinos del tercero, vecinos de mi pueblo que no lo es pero como si lo fuese, Sarriá.Un par de días antes de ayer me hizo saber la Señora que  tenía a dos de sus nietos en su casa, y como que no tiene contratado  Canal Plus y se jugaba un R. Madrid - F.C.Barcelona y a sus nietos les gusta el fútbol y son del Barça, pues que si podían venir a verlo conmigo en mi casa.
Sus nietos se llaman Pau y Bernat, y son chicos de edad aunque no se la se poner y tampoco se la pregunté porque a los chicos no nos gusta que nos pregunten la edad, porque si es poca como que molesta y si es mucha todavía molesta más.
Ella ahora arrastra un tanto su nombre porque hace unos meses se le murió un hijo y su marido está ingresado porque padece de una enfermedad. Parece que en poco tiempo volverá a casa. Eso es buena señal.

Vimos el partido juntos y además ganamos.
Pero el que más ganó fuí yo, porque recibí caricias y cariño y calor de Bernat, que decidió sentarse en mi sillón y compartirlo conmigo y no dormirse al final cuando ya eran casi las doce de la noche y los ojos se le cerraban a pesar de que el Barça ganaba al Madrid y él luchaba con sus ojos como los jugadores del Barça con sus rivales de blanco.
Y cuando el peligro rondaba la zona de defensa del Barça (¡ cuantas palabras de guerra encierra el fútbol !) se cogía muy fuerte a mi antebrazo, y parecía como si cogiera frío y entonces se pegaba a mi cuerpo como buscando el calor que yo le robaba porque se lo quería robar, y cuando el peligro desaparecía él se tranquilizaba y yo lo notaba porque me acariciaba lentamente los dedos de mi mano.
Me contó que él es del Barça porque su primo Pau también lo es y que si Pau fuese de otro equipo él también lo sería, pero que le parece que ahora ya no puede dejar de ser del Barça aunque Pau se hiciese seguidor de otro equipo porque ya es muy de los colores del Barça. Pau no se hará de otro equipo. Se lo dije y me preguntó que por qué lo sabía yo. Y le dije que la camiseta de Pau, y sus pantalones, y los calcetines, y la bufanda y hasta el jersey eran del color del Barça, y eso no se pasa así como así, no se pasa ya nunca porque echa raíces, coloniza y se planta en el alma para ya no dejarla nunca.
Bernat me escuchaba y se arrimaba a mí y yo se que sentía que lo que yo le decía era verdad. Porque se quedaba tranquilo con su cabeza de pelos desordenados de niño de felicitación de navidad apoyada en mi hombro, y la boca ya no estaba abierta sino que asentía y por eso ya estaba cerrada.
Un día escribí que quiero que mi mano profane el nido de la tórtola para acariciar sus huevos o sus polluelos, y así comprobar lo bello que es el compromiso.
Eso pienso ahora cuando escribo estas palabras recordando la noche de fútbol con Bernat, Pau y su abuela en mi casa.
Creo que he hecho un nuevo amigo.
Me gustaría que venga a ver otro partido conmigo para devolverle caricias y cariño y calor, y también para ver a mi amigo.

martes, 17 de enero de 2012

Chupito de lejía

Surgió así, solito.
Sin pensarlo.
Si lo pienso, no sale.
Todavía hoy los de mi barrio que son como de pueblo porque mi barrio huele a pueblo aunque esté en la ciudad, se acuerdan y eso que ya han pasado algunos años desde que decidí que para empezar el día me tomaba un Chupito de Lejía.
Todo mi barrio lo recuerda y todavía se ríen por cómo de bien nos salió.

Uno de mis dedos tenía un corte pequeñito, pero doloroso. Me dolía y se había empecinado en infectarse hasta que el muy maldito lo logró: ¡ se infectó !
Recordé que alguien, tal vez de mi pueblo, me contó que para sanar infecciones en un dedo infectado nada mejor que meterlo en un vasito con agua y un poco de lejía. Las muchachas, que antes se llamaban fregonas y se ponían de rodillas y enseñaban unos magníficos muslos a los niños bien como yo y al verlos nos poníamos contentitos, nunca estaban enfermas ni tenían infecciones como los pijos como yo porque se rociaban todas ellas de lejía y no se contagiaban de nada, ni de la rosa ni de la varicela ni del sarampión (¿o es lo mismo que la rosa pero dicho sin la cursilería de Sarriá?) ni siquiera estornudaban porque para ello hay que tener mocos y ellas no tenían ni eso.
En el Bar-Bodega de mi pueblo, que está en la esquina de al lado de mi casa, le pedí a Juan Carlos, que es el medio propietario del Bar porque la otra mitad es de su madre Estrella que es la viuda del propietario de verdad que se llamaba Antonio y era el padre de Juan Carlos, que me pusiese un vasito, de los de la barreixa matinera de los obreros de mi barrio, con agua del grifo y un chorrito de lejía para que se curase mi dedo infectado.
En el agua calentita y con lejía metí el dedo y no tengo ni idea de si ayudó a sanar la heridita infectada, pero sí que trajo consigo una idea genial que ejecuté de forma inmediata.
Me miré con Juan Carlos, nos entendimos con agilidad felina, o sea inmediatamente, y con el parapeto de un dispensador de servilletas que no sirven ni para los escasos mocos de las muchachas del servicio doméstico porque si tuviesen mocos se los dejarían en las manos y y no en esas servilletas, colocamos otro vasito de carajillos matineros pero sólo con agua y sin lejía.
Los espectadores de mi actuación eran un americano que da clases de inglés en los Jesuítas de Sarriá y que tramitaba entones la doble nacionalidad y que se esfuerza en hablar catalán con la nariz, el francés veterinario del barrio y con apellido italiano que le provoca dislexia nacional, las dos puericultoras de la Guardería de la mamá de Alfons Arús que es mi amigo y ellas también son amiguitas mías, los Egea que son papá e hijo paletas sabios de Jaén y que no tiene ni idea de nada pero piensan que son sabios e incluso coherentes, y algún desconocido pero que desde ese día me conocen y deben pensar que estoy como una moto y posiblemente tengan razón.
Después de hacer saber a todo el Bar que el agua y la lejía intentaban curar mi dedo, proclamé voz en grito: "Me voy a beber este vaso con lejía para que me limpie como es debido el estómago".
Y sin más dilación le pego un sorbo enorme al vaso, me lo trago, aspaviento convulsivamente, le pego un segundo trago y después de alguna que otra blasfemia declaro: "Esta lejía está asquerosa" y mientras oigo voces que dicen "Está loco, no es posible lo que estoy viendo", "Se ha bebido un vaso con lejía", "Se la bebe y por la mañana", "Se morirá, la lejía le provocará una úlcera de estómago",.... abro la puerta del Bar y bajo Mayor de Sarriá muerto de la risa y procurando que la gente que se cruza conmigo no piensen que estoy más chalado de lo que realmente estoy, que es poco, no mucho.

Es evidente que mi amigo y casi propietario del Bar-Bodega había trabajado para realizar el cambiazo del vaso, y que el que me bebí sólo contenía agua, pero todo mi pueblo que no lo es pero podría serlo porque fue anexionado por la ciudad a principios del siglo pasado me reconoce como el hombre que se bebió un vaso de lejía, y... ¡ por la mañana y sin desayunar !

lunes, 16 de enero de 2012

Los naranjos bordes de Salvador Mundi



Descubrí una pasión extraña: me gusta hacer mermelada.
En realidad no tiene nada de extraño. A mucha gente le encanta la mermelada, pero a mí la mermelada no me gusta.
No sé si es extraño, pero es así.
Me apasiona prepararla para obsequiar a la gente y pensar que cuando la gente se la come piensa que qué buena está la mermelada que yo hago, y luego me llaman y me felicitan y yo me siento bien (aunque pienso que nunca más les daré mermelada porque sé que piensan que me debo de aburrir mucho por hacer mermelada cuando no me gusta y esto no es verdad).
Todo es muy extraño, pero es así.

Toda mi vida vivida en Sarriá, antes de juegos y estudios, después de pareja y de hijos, siempre discurriendo por las mismas plazas y calles, y siempre sin caer en la cuenta de que los naranjos bordes con sus frutos igual de bordes jalonan la calle Salvador Mundi desde Mayor de Sarriá y hasta Vía Augusta.
Naranjos bordes para mermelada de naranjas amargas que aprendí a preparar según la receta de las Hermanas Jerónimas del Monasterio de Santa Paula de Sevilla, que gracias  a Pío XII recuperaron el espíritu comercial que jamás olvidaron aún y ser de clausura.

Y las naranjas amargas son las que pintan las pinceladas de mi barrio que en realidad no lo es porque como que huele a pueblo y pueblo fue hasta primeros del siglo pasado tiene muchas historias de pueblo que contar.

Yo tenía que hacer la mermelada de naranjas amargas que ofrecen los naranjos bordes de la calle Salvador Mundi que están en la calle y que son de la comunidad de mi pueblo.
En un pueblo te subes a los árboles y como que yo soy de pueblo me subí al más cercano y el naranjo casi se troncha porque el tronco es fino pero fibroso y por eso casi.
No volví a intentarlo porque dos viejas de pueblo me increparon como a un gamberro y me dio vergüenza sólo de pensar que otras personas me estuviesen viendo porque en los pueblos todos se conocen y todo se sabe.
Me fui pensando en volver, porque los de pueblo somos cabezones.

Y volví.
A zarandear el árbol para que las naranjas maduras se desplomasen.
Ni una. No cayó ni una.
Las que sí cayeron fueron otras dos viejas de pueblo (¿o eran las mismas pero ya más viejas?) para berrearme como a un gamberro como la otra vez. Me fui antes de azararme y que todo mi pueblo se enterase de que había sido derrotado no por el árbol sino por dos viejas (¿o reviejas?) de pueblo.

Debía persistir. Y lo hice.
Con un plan estratégico.
Iría con mi coche, un Mitsubishi Montero cinco puertas que me permitiría desde el techo acceder a las naranjas amargas del naranjo borde.
Salvador Mundi es una calle semipeatonal que facilita el acceso en coche.
El plan era perfecto, salvo la presencia de los Mossos d’Esquadra cuando ya estaba en lo alto de mi vehículo y me dieron el alto y yo sentí como una ráfaga tibia que me recorría el cuerpo de arriba a abajo como cuando de pequeño se me escapaba la orina  desde la pernera y hasta los tobillos. Al recuerdo de la orina le siguió la realidad de un sofoco y pérdida de visión como si me encontrase bajo los focos de un interrogatorio. Disculpas y más disculpas y explicaciones sin demasiada coherencia y alivio frío cuando retiro mi coche camino del parking de mi domicilio.

Pero yo tenía que hacer la mermelada de naranjas amargas que ofrecen los naranjos bordes de la calle Salvador Mundi de mi pueblo.

Apareció en mi cabeza ya abotargada de violentas impresiones la solución y la solución tenía nombre de moro, el del encargado de las Galerías Comerciales junto a  la calle Salvador Mundi que está jalonada de naranjos amargos con frutos igual de bordes: Ahmed.
A mí él no me conocía pero yo a él sí por su bata azul y su cara y sus gestos y sus andares y acentos morunos.
Se lo pedí.
Y Ahmed el moro que luce mirada a veces de ignorancia y pureza de niño y a veces con la mirada imbécil de las vacas y que tiene una estructura craneal a lo rectángulo frankestein  y un corazón más grande y generoso que el de cualquier mecenas católico, me aportó más de veinticinco kilos de naranjasamargasdelosnaranjosbordesdelacallesalvadormundi y yo me las ví más negras que el moro para arrastrarlas hasta mi cocina para hacer la mermelada que a mí no me gusta pero que regalo a la gente para que disfrute en sus desayunos o cuando les plazca y piensen en mí y en lo bien que hago la mermelada, porque a medio camino de mi cocina aparecieron los que suponen que guardan el orden con nombre de recluta del servicio militar fascista  y me las volví a ver más que negras y me acordé del moro para que no relacionasen mi saco de naranjas con mis avatares con los naranjos frágiles de Salvador Mundi.

Hice potes y potes y potes de mermelada de naranja amarga y los regalé a la gente que me gusta a diferencia de la mermelada que no me gusta. Les gustó. Lo sé. Repetiré porque son las naranjas amargas de mi pueblo. Este año.


Salí de la cocina para descansar y leer un rato con el naranja del atardecer y aterricé en las Galerías de Sarriá de Ahmed.
Tomé asiento y enfrente se acomodó una señora elegantísima, peinada y repeinada. Señorial. Estirada y cercana. Miré su mirada con la mía y respondieron los ojos bovinos ahora los ojos cansinos un segundo después. Sonreían y se atemorizaban sus retinas. Me miraban los ojos del alzheimer.
Yo con mi libro y una cerveza amarga no más que otra, ella con su café con leche y su ensaimada azucarada como siempre.
En la Joyería junto a la Cafetería me atendieron para que pudiera adquirir una pulsera de silicona  teñida color naranja y cierre de imán.
Se la regalé a la señora señorial y de ensaimada dulce y ella me ofreció un beso azucarado con mirada de ilusión.
Después me fuí con el mismo ánimo que con los naranjos de Salvador Mundi, decidido a volver para ver su elegancia, su cabello peinado y repeinado y su mirada, volver a ver de nuevo a la señora que es de mi barrio, o de mi pueblo, que en este caso es lo mismo porque mi barrio es más un pueblo y ya lo era a principios del siglo pasado.

miércoles, 11 de enero de 2012

Pequeño Homenaje a Alfredo Puente

Me gusta mi barrio.
Huele a pueblo.
De hecho lo era hasta los inicios del siglo pasado.

La vida se hace como en un pueblo: te levantas con el sonido de las campanadas de la Iglesia, vas a la Escuela, compras en la Plaza y los comercios del barrio, frecuentas sus bares y restaurantes y hasta el Centro Parroquial y su Teatro, y saludas a los vecinos cuando en la calle te cruzas con ellos.
Mi barrio es un pueblo.

Frecuento un Bar Bodega cerca de mi casa que en realidad es un piso pero en el pueblo le llaman casa donde todo es fauna urbana: la antigua estanquera que suele asistir todas las tardes para dialogar y no llegar a acuerdo alguno con ningún parroquiano, un joven veterinario francés con apellido italiano que castra felinos y amputa placentas perrunas, un hijo de militar que dice que es un "Fuerza Especial" y hermano mío y no es ni lo uno ni lo otro y ni siquiera es veterinario aunque estudió en Zaragoza, un Marqués castizo aunque catalán y casado con una alemana que consume tonic's-gin (así, con este orden y en plural), un tipo que bautizamos "Pincelín" con las manos sucias de cambiar neumáticos de automóvil pero con sumo cuidado con la limpieza de sus vaso de café con leche, un lituano que está en Barcelona pero podría estar en cualquier otro lado porque no debe saber ni de la existencia de la Sagrada Familia, y mi Bar también es frecuentado por un ebanista-restaurador de muebles antiguos, un hombre sabio de pueblo, Alfredo Puente.
Pero de Alfredo hablaré al final.

De mi barrio podría realizar muchas pinceladas, porque como es más un pueblo que un barrio hay muchas historias que contar, como la de la mujer que alimenta palomas desde el alba y hasta la noche cerrada, el fumador de pantalones de pescador y camiseta en manga corta haga frío, calor, nieve o llueva y que consume cigarrillos de forma convulsiva y acelerada, la historia de los limoneros bordes y Ahmed junto a la Galerías Comerciales, la ventana decorada con motivos reivindicativos y a veces con poesía en Mayor de Sarriá, las Casas de Comidas, algunas tiendas centenarias,...
Lo haré en algún momento.

Hoy se me ha enquistado la historia del camarero barbudo y con gorrita sempiternamente adosada a su cuero cabelludo de un Bar-Restaurante de mi pueblo que antes era un desastre y ahora tiene encanto desde que está lleno de italianos, argentinos y gente de otros pueblos, que me ha contado que estaba preocupado porque acaba de dejar a su novia, la novia le ha dejado a él, se han dejado el uno al otro pero no al perro porque comparten custodia. Teme que se le acabe la custodia y se ha dado cuenta de que a quien quería era al perro, y eso lo pone triste.
Me ha hecho gracia, algo agridulce, pero he ha hecho sonreír porque él lo cuenta con cariño y respeto.
Me ha parecido bonito y entrañable, aunque no sé si ella se enfadará con él o conmigo o con los dos.
O con el perro, y eso sería mucho peor.

Y en el final está Alfredo Puente. Estaba, porque se murió el dos de enero.
Era un hombre cálido, acogedor, tímido hasta el extremo de esconder su cercanía.
Me llamaba Riera por no decirme Paco y así mostrar que me quería, porque se ruborizaría.
Era un hombre de Taradell y de pueblo, o de barrio, aunque en este caso da lo mismo porque vivía en mi barrio que huele a pueblo y que de hecho lo era hasta principios del siglo pasado.
Me despido de ti, Alfredo, contándote un secreto: llegué a envidiarte porque tuviste la suerte de conocer y tratar a las medusas antes que yo.

Descansa, Alfredo.
A mí, como a ti, siempre nos gustó Sarriá, nos gusta nuestro pueblo.

lunes, 9 de enero de 2012

Slogan de la Semana

Hoy empieza una nueva semana.
Y para la semana, para cada semana, un SLOGAN (más bien una frase acertada, un pensamiento sucinto) pero quiero llamarlo Slogan tal vez por mi deformación profesional (era y soy publicitario).


"Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan".

Emile Henry Gauvreay
Periodista canadiense

Y una melodía fantástica para esta semana: “You’re beautiful” de James Blunt.
http://www.youtube.com/watch?v=oofSnsGkopshttp://www.youtube.com/watch?


Feliz semana !!!

domingo, 8 de enero de 2012

Ancora, Delfín, sonrisas y lágrimas.

El día de Reyes leí una triste noticia en la prensa: "Ancora y Delfín", la librería de la Diagonal de Barcelona, cierra sus puertas.
¡ La crisis se lo lleva todo por delante !
Compraba a menudo en esa Librería, y eso a pesar de que en otras tenía descuento y ahí no, pero me gustaba rastrear y comprar en "Ancora y Delfín".
Y no era por su escaparate, casi siempre dividido en base a dos conceptos, novela y resto de temáticas, catalán y castellano, ficción y ensayo, escaparate atendiendo a un orden pero carente de estímulos comerciales y de esas gotas de creatividad que te citan y te animan a la compra.
Tampoco era por la simpatía de sus dependientas, que no es que fuesen lo contrario, pero tampoco se  mostraban excesivamente cercanas, ni cariñosas, ni próximas, sino más bien con exceso de celo profesional, lo cual tampoco está de más cuando ya es norma estar atendido por personal que ni ama ni siente su quehacer.
No era especial la exposición de libros en el interior, si bien criterios de orden y logística estaban bien presentes, pues las agrupaciones eran evidentes: novela, ciencia ficción, ensayo, arte, pintura, ciencia,...
Ni siquiera la arquitectura interior era seductora, ya que la geometría rectangular del espacio no favorecía la búsqueda misteriosa de rincones no fácilmente visibles y la seducción que anida en los mismos.

Nada era especial, pero "Ancora y Delfín" era entrañable, tenía ese alma, ese olor, ese ambiente que los que amamos los libros echaremos en falta en este fangoso año 2012.

Dejo la prensa y me sumerjo en las nuevas tecnologías a través de mi Mac.
¡ Decisión acertada !
Mi exsecretaria martONA Serradell cuenta, ¿me cuenta?, que también en un diario lee que tenemos que SONREIR mucho más. Que para hacer frente a la crisis debemos SONREIR más. Que ya está bien de lamentarnos, de llorar, y de refugiarnos en esta situación que parece que nos sobrepasa.
Es un grito de ¡ Basta Ya ! que deberíamos atender todos y que debería provocar una reacción inmediata.
Gracias, martONA, yo lo sabía, pero hace falta a veces que lo griten otros para que se inicie el movimiento.

Ayer, por la noche, fui al cine.
Fuimos cuatro.
Dos parejas.
Una pareja se cogía y acariciaba las manos. Me hizo pensar cuando yo también lo hacía. Me trajo recuerdos. Bonitos recuerdos. Viejos. Próximos, cercanos y también lejanos. Es difícil el sentimiento intenso.
Esta mañana me ha hecho llorar.
La película, pues bueno.

Acabo de guardar mi arbolito blanco y con lucecitas de Navidad.
Ahora sí ya empieza este año. 
Que haya más sonrisas que lágrimas.

jueves, 5 de enero de 2012

Noche de Reyes

Esta noche me gustaría soñar.
Me gustaría intercambiar mi sueño con el de un niño de siete años al que llamaban Paquito, Pacorro que se te quema el gorro.
En el sueño no quiero acostarme porque no me quiero dormir porque están a punto de llegar los Reyes de Oriente con todos sus regalos, que no son oro, incienso y mirra, sino scalextrics, bicicletas, y Jabatos y Capitán Trueno y Tintín, madelmans, pelotas de fútbol y camisetas del Barça, y también carbón negro de azúcar.
Y mis hermanos están muy nerviosos y mis papás parece que también, porque ellos también tendrán regalos, joyas para mamá y corbatas para papá y alguna americana para que esté muy elegante cuando vaya a trabajar y sea importante.
Y al final mamá dice que me tengo que tomar una luminaleta porque estoy demasiado excitado y eso me hará bien. Y eso me duerme, pero como que ya me lo sé no me importa porque también sé que cuando me despierte habrá mucha felicidad en toda la casa.
Y me despierto muy pronto, y corro a la cama de los papás para animarles a levantarse, porque estoy seguro de haber oído el ruido de los camellos y de los pajes, y el tintineo de los cubiertos de los Reyes degustando los turrones y el cava que les preparamos para evitar el agotamiento del largo viaje y la ingente labor de esa noche.

Y ya hacemos cola frente a la puerta del salón de la casa del Ensanche para que, de menor a mayor, por turno y de uno en uno, asomemos la cabeza a través del quicio de la puerta de amarillo esmerilado, y comprobemos si los Reyes han hecho su trabajo. ¡¡¡ Y lo han hecho !!! 
Y papá pregunta qué he visto, y yo le digo que... oh... ahhh.... un... una...  muuu... muchas cosas... muchasmuchas... e invadimos el salón y yo no paro de frotarme las rodillas y las manos porque no sé qué hacer con ellas, y tengo pipí y mucha risa y muchos nervios y no se por dónde empezar con los regalos, que alguno no funciona porque los Reyes olvidaron las pilas, y pregunto qué te han regalado y no me entero de nada porque no sé si estoy soñando o estoy despierto.

Estoy despierto. Fin del sueño. Tal vez fin del deseo. Bueno, da igual, que se llame como se llame.
Pero como que la realidad es que hoy es noches de Reyes, y existen sueños y deseos, me intercambio ahora con el presente y pienso que tal vez desde mañana algunos hombres se intercambiarán con las ostras del mar para que su fruto sea una perla y podamos obsequiarnos entre nosotros con ese fruto maravilloso, y ese es mi sueño de intercambio con los Magos de Oriente.

Ahora sí decido que pronto iré a dormir, contento porque mañana Paula y Susana se intercambiarán conmigo y serán muy felices, y tendrán pipí y risa y nervios desbocados y se harán un lío con el envoltorio de los paquetes de los Reyes Magos.

miércoles, 4 de enero de 2012

Recordatorio y algunas otras cosas.

Miércoles, 4 de enero de 2012
Hace tres años, domingo 4 de enero de 2009, a las 10:10 h. de la noche, fallecía la mujer más maravillosa que jamás pueda conocer: Susan, mi compañera.
Desde entonces aprendo en la lucha por superar ese sufrimiento.
Desde entonces estoy aprendiendo que todo lo que nos ocurre tiene un sentido tal vez superior a lo que somos capaces de comprender de forma inmediata.
Desde entonces intento amar con más intensidad a los demás, empezando por los más cercanos.

Acabo de regresar de Tarancón, de reunirme con Aleix, Alicia y Susana.
En un anuncio en el "Bar del Siete Blanco" ví un cartel: Adelina Medina (de Gracia), eia consecutivo en el nombre y en el apellido.
Antes leí en la Nota de Autor de "Zombi. Guía de supervivencia" que hay cosas que son aplicables tanto si eres de Glasgow como de Ciudad del Cabo, de Dublín o de Hobart. ¿Y dónde estará Hobart? Enciendo la TV y me hablan de la Regata Sidney - Hobart, ciudad en Tasmania.
El Comandante de mi vuelo de regreso de Madrid se llama Luis Ayuso, y me trae a Barcelona sin complicaciones. Otro Luis Ayuso me complica mi vida profesional.
La corresponsal de TVE que me informa por la noche se llama Curra Luengo: nombre apropiado para los tiempos que corren en el mercado de trabajo -curra lue(n)go-.
Y me doy cuenta que estornudo todos los días alguna vez: estoy obsesionado buscando "El día sin Estornudo", y no aparece por el momento.

Todo esto pasaba cuando pensaba que Susan falleció a las 10:10 h. del 4 de enero de 2009, hora que debe ser doble Matrícula de Honor (siento que mi educación jesuítica aflore nuevamente y aquí y ahora, pero así es).



Finalizo: acordaros de visitar la web www.pqzsalud.es que acabamos de lanzar Kahty von Korff y yo mismo. Vuestra salud del 2012 os lo agradecerá !!!

Besos para todos.
Paco R.