jueves, 15 de noviembre de 2012

Historia del pueblo de al lado del mío, que no es un pueblo porque es un barrio pero huele como los pueblos.


Bar Pensylvania, en el barrio de Tres Torres de Barcelona.
Entro en el Bar para hacer tiempo antes de empezar la sesión de locución en Dubbing, justo al lado y en la misma calle.
Me pido una cerveza que Sonny, camarero filipino que lleva un montón de años ahí detrás de la barra acompaña con unas pocas almendras saladas.
Dispongo de casi una hora antes de empezar a grabar mi voz por lo que me acompaño de un libro de Philip K. Dick, ciencia ficción que no suelo leer pero que me recomendó Roberto Bolaño en una de las primeras páginas de uno de sus libros que leí este verano.
El libro se titula “Tiempo desarticulado”.
Unas mujeres ya de edad juegan al parchís tranquilamente y discuten las unas con las otras porque me has comido y yo me sabia que esto pasaría porque siempre me haces lo mismo justo antes de que llegue a la meta.
No leo nada porque entre la cara de chiste o así me lo parece del matado de Sonny que no juega al parchís pero como si sí y las viejas que juegan han devorado toda mi atención.
Entra un tipo en el Pensylvania y el que empiezo a desarticularme soy yo,
que sigo embebecido en el café con leche de las jugadoras de cubilete y fichas de colores.
Me llaman la atención la corpulencia del individuo y una barretina roja enorme que se ha montado encima de la cabeza y que le tapa toda la oreja derecha.
Antes de dirigirse a la barra saluda a nadie y a todos con un ¡ Bona tarda, joves ! y es entonces cuando presenta en sociedad una boca a la que le faltan casi todos los dientes salvo las palas delanteras.
La visión me causa un impacto que ahora ya sí me desarticula.
Inmediatamente oigo que pide una cerveza fresquita, ¡Jove! y a una de las acompañantes de las cuatro jugadoras de parchís que decide finalizar en el Pensylvania la despide con un sonoro y pegajoso ¡Adeu, Jove!
Sony le sirve la cerveza y también las almendritas tostadas y saladas y el hombretón que ahora plancha con sus manos la barretina roja de ribete negro le responde ¡Gracies, jove! y el filipino achina más sus ojos y contesta ¡De res, jove! y luego me mira son esa mirada de malicia que sólo saben interpretar quienes se burlan con un silencio socarrón y cómplice.
Yo decido abandonar mi mesa y ubicarme en la barra porque es donde está el espectáculo y la excusa es pedir mi segunda caña de cerveza.
Nada más subirme al taburete de la barra el de la barretina roja de nuevo en su cabezota me dice “Perdoni, jove” mientras me pasa el brazo entero por entre mi cerveza y mis manos para coger de un palillero muchos palillos enfundados en su gabardina de papel.
Todos menos uno los guarda en su bolsillo y con el palillo que desenfunda se hurga a conciencia y con pasión no se qué en su boca mellada.
Entra otro tipo con unas gafas de culo de botella y saluda ¡Bone tarda, joves! y yo sólo miro si lleva barretina.
Y no lleva barretina.
Le saludo con un avergonzado y tímido ¡Bona tarde, jove!
Se acomoda en la barra y pide cerveza. Sonny la sirve y recibe un ¡Gracies, jove! de este tipo cegato porque para mirar su agenda se la pega a la punta de la nariz y al culo de botella.
El de la barretina pide la cuenta, Si-us-plau, jove, paga y se despide de Sonny con Adeu, jove y de mí y del de las gafas con un más alto Adeu, joves!
Tengo que irme al estudio de grabación y voceo Mi cuenta, jove! a Sonny.
El de las gafas de culo de botella nos oye a los dos y nos dice que el de la barretina hace país y que eso está bien. Que las señoras del parchís al matado número 1 de Sonny, yo soy para él el matado cinco, pero esa es historia para otra ocasión,  le dicen también por hacer país pero a su manera, Bona tarda, maco!

Me despido con un ¡Adeu joves i macos! y me quedo tranquilo porque caigo en la cuenta de que este no es  mi pueblo, bueno, mi barrio, pero que huele como a pueblo, porque es el pueblo de al lado, por lo que además de tranquilo me vuelvo a articular.

No he leído nada de “Tiempo desarticulado”.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Huelga General.

  
No tengo ni idea de si la huelga general de hoy, 14 de noviembre de 2012, servirá para algo, ya que creo que todos sabemos de la falta de sensibilidad del Partido Popular de este conglomerado de países, y en general de los políticos. Será difícil una reacción en esta gente.

Pero a mí si me ha servido para comprobar una vez más que la esperanza existe y que es verdad que es de color verde que es el color de la primavera y de la luz.

El canal 3/24 de Catalunya (sí, con ny a pesar de Wert y otros estúpidos como este Ministro de la Ignorancia y de la Descultura) ha emitido durante todo el día el sensacional trabajo de jóvenes músicos, de Catalunya o de donde sea, Desministro, porque los que amamos nuestros pueblos y  nuestras raíces y hacemos valer aquella verdad que dijo un genio de esta tierra, que es la de todos los bien nacidos, de que en lo local está lo universal, aspectos que a usted posiblemente ni le suenen, esos jóvenes músicos, le decía, interpretaban, improvisaban, ensalzaban extraordinarias piezas de música de cámara, de jazz, de swing, de soul,… para el deleite de nuestros oídos cansados de escuchar sus memeces y sus proclamas, oídos  que necesitan de vez en cuando de la paz y el sosiego y el arte y la cultura que ustedes nos roban todos lo días con su corrupción y su desvergüenza.

Siempre he creído en la fuerza del arte y en el impulso de la juventud, pero hoy, ante el 3/24, y creo que también TV3, canales que los jefes del PP en la Comunidad Valenciana han prohibido (sí, han prohibido, válgame dios), me he reafirmado.

A pesar de ustedes, existe la esperanza, y ésta reside en la cultura y en la juventud, que acabará conquistando la sociedad que todos, menos ustedes, deseamos para nosotros mismos y nuestro hijos.

No sé si la Huelga General servirá para que algo empiece a cambiar.
Es difícil entre personas de su insensibilidad y de su catadura moral.
Yo hoy estoy contento porque hasta la TV de las teleseries y la basura ha aportado cultura auque sólo sea durante veinticuatro horas.

lunes, 12 de noviembre de 2012

La Revolución de las Zanahorias.


Alguien importante dijo algún día algo así como “la imaginación al poder”.
Pues que así sea.
Este sábado pasado, por la noche, que es cuando suceden muchas cosas, un tal Quim Marcé, Director del Teatre de Bescanó, decidió vender zanahorias en lugar de entradas para la representación que iba a tener lugar en su teatro.
Como incentivo para que los espectadores comprasen una zanahoria al precio de quince euros (trece si la zanahoria se compraba anticipadamente a través de internet), el amigo Quim regalaba una entrada para ver el estreno de la obra “Suïcides” de la Compañía Poca Cosa Teatre.
En la taquilla de venta de entradas colgaron el cartel de “Zanahorias vendidas”, porque se agotó (¿o se agitó?) el aforo del Teatre.
¡¡¡ Fantástico, Quim. No nos conocemos, ni posiblemente nos conoceremos jamás, pero ojalá sigas vendiendo muchas zanahorias en tu Teatre !!!

Iniciativas, ideas, medidas como la tuya es lo que nos hace falta para luchar y afrontar las desmedidas de los que nos gobiernan y que son reconocidos como los políticos.
¿Que se quieren cargar la cultura subiendo el IVA cultural del ocho al veintiuno por ciento? Pues se regalan las entradas a cambio de la compra de una zanahoria que al ser una hortaliza tiene un IVA del cuatro por ciento ya que se considera producto de primera necesidad.
Es evidente que para el Partido Popular la cultura no es un bien de primera necesidad; pues bien, te vamos a dar con la zanahoria en tu morramen Sr. Wert y Sr. Rajoy y Sra. Sánchez Camacho, que es lo que comen y lo que tira de los burros.
Tal vez en la taquilla de tu Teatre, amigo Quim, sólo faltó un cartel indicando “Miembros del PP, abstenerse”, ¿o decir las cosas por su nombre es excesiva descortesía?

Fíjate, Quim.
La banca, los señores del poderoso caballero es don dinero, han esperado a que una edil de Baracaldo se suicidase para pensar en posponer durante dos años los desahucios de las primeras viviendas (y sólo en caso de extrema necesidad).
Estos poderosos caballeros han esperado a un suicidio y  a un juez sensible que luchó frente a las cámara de la TV para contener sus lágrimas para plantearse que a lo mejor hay que reconsiderar las leyes que afectan  a las hipotecas (que no precisan de avales porque el aval es garantía real, jajaja…).
¡Qué amarga coincidencia, Quim!
La venta que ideaste de zanahorias era para asistir al estreno de una obra que se titula “Suicidios”, que es lo que no pudo evitar esa edil socialista de Baracaldo, suicidarse por un desahucio de su vivienda.

¡ Que la Revolución de las Zanahorias que tú has empezado, Quim, alcance a todo el mundo de la cultura ¡

Nuestra sociedad necesita de personas con tu imaginación y valor para que podamos recuperar la dignidad que nos han robado como pueblo, como colectivo y como individuos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Domingo de noviembre.


Es domingo en Barcelona y supongo que en todas partes también es domingo.
Llueve. Bastante. He bajado hasta la Plaza para comprar la prensa y llueve bastante.
He regresado mojado como un pollo.
No sé desde cuando pero parece que los pollos se mojan y deben mojarse mucho porque eso decimos cuando nosotros nos mojamos mucho, o sea como un pollo.
He quedado con mi hijo mayor, el menos pollo de los dos, para comer una paella en su casa, en Terrassa, pero ahora no voy a salir porque hacer el pollo dos veces en un día sería demasiado.
Y en casa me he puesto a revolver en un armario.
Y en un armario he encontrado una cartera antigua que usaba yo.
Y en la cartera una foto suya.
Está preciosa.
De medio perfil, con su mano izquierda en actitud pensativa, quiero decir que su mano izquierda dice que ella está pensativa. Es cuando la mano se ubica encima de la boca como para que los pensamientos no se escapen por ahí, porque hay que masticarlos un poco antes de expresarlos.
Viste camisa blanca y su muñeca luce el reloj amarillo de Tous que mi hermana le regaló cuando cumplió cincuenta años y sólo le faltaban cinco para morir.
Es el mismo reloj que ahora llevo yo en mi muñeca izquierda.
Refulge en el dedo central de la mano que medio tapa su boca el anillo de tres oros que son tres anillos entrelazados y que tanto le gustaba, porque decía y explicaba que el oro blanco me representaba a mí, el oro viejo a Jerónimo y el oro claro a Aleix, los tres hombres de su vida. Ese anillo lo tiene ahora Conxa porque yo se lo regalé porque Aleix es su ahijado y porque ella era su amiga y porque nosotros tres somos hombres importantes en su vida.
En el dedo anular su anillo de casada, de casada conmigo, de oro blanco, el que llevo yo desde su muerte en mi dedo meñique haciendo compañía al anillo de oro amarillo de Cartier que le robé cuando la conocí y que era regalo de su primo panameño y de dinero.
Y junto a ese dedo de casada el dedo meñique descansa tranquilo, ese dedo amado con el que yo jugaba en multitud de ocasiones porque era estrechito, fino y lindo, suave, de almohadilla de gatito.
En el escote una brizna de oro que cuelga de una cadenita resalta entre sus manchitas ocres y tostadas.
En la sien le apuntan unas canas que ella escondía y que a mí me encantaban.
La mirada con la rayita verde y el rimmel negro en las pestañas se dirige hacia la Sierra del Cadí que identifico porque a su espalda se apunta parte de la puerta de la cocina de su casa de Enveitg.
Mira sin mirar. La mirada perdida  en la montaña. Plácida. Tranquila. Sosegada. Relajada.
¡ Cuanto daría hoy por saber que pensaba !
He corrido a la copistería de Sarriá que abre los domingos por la mañana protegiendo de la lluvia la fotografía y cuando la he ampliado se me ha mezclado la lluvia en mis ojos.
Le regalaré la ampliación a mi nieta este mediodía de paella, la nieta a la que prometí que un día de su abuelita le hablaría.

martes, 6 de noviembre de 2012

Algún día te prometo, Paula, que te hablaré de tu abuelita.

  
Te escribo, Paula, el día antes de tu cumpleaños porque la vigilia tiene el misterio que no tiene el día esperado. La víspera acapara la grandeza porque contiene la emoción de la espera y cuando llega lo esperado es como si se empequeñeciese el mismo día en que ha llegado.

Y esta noche de hoy, Paula, te invadirá el desvelo por su llegada y una gran emoción te pondrá esquivo el sueño y tu amanecer será exaltado porque en casa y en el colegio y en toda la familia estaremos para celebrar tu día y no se te pasará el brío de tus nervios porque durante toda la jornada durará el convite de tu cuarto aniversario.

¡Mañana es tu cumpleaños, Paula! Cuatro añitos tiene ya mi niña.

Y mañana llegará la conmoción del regalo que es lo más esperado y en muchas ocasiones asomará la sorpresa porque el recibido es más regalo que el esperado y porque con la impresión la adrenalina se te ha escapado.

Y mi regalo, Paula, son palabras del recuerdo de la abuelita a la que tú conociste tan deprisa y tan corriendo porque se escapó como a ti se te escurría la tetilla de las primeras leches de tu madre en aquel Hospital de Terrassa.

Algún día, Paula, te contaré como con tu abuelita corríamos el uno contra el otro cuando nos divisábamos cada uno en un extremo del Paseo de Las Palmeras porque nuestro encuentro nos enloquecía.
Te explicaré cómo en los otoños encarnados y bermellones yo besaba las hojas ruborizadas para estampar besos de te quiero y que el viento peregrino las viajase y tu abuelita corría tras ellas porque para sí quería mis te quiero.
Conocerás por mis narraciones cómo con la abuelita disfrutábamos de nuestra mutua compañía en los inviernos frente a la lumbre de la chimenea que nos contagiaba de la pasión de la fogata y nos regalaba el calor con el que al frío y la humedad del Maresme combatía.
Te contaré también cómo en los largos día de estudios en la ciudad la esperaba a su salida de una Academia de idiomas a la que ella asistía agazapado tras un árbol de la Vía Augusta para aparecer como por azar y así poder acompañarla en esas tardes de la Barcelona de los años setenta.

Te explicaré cómo tu abuela un día me besó y allí todo empezó.

Te describiré, Paula, cómo una mañana de verano en Casa Carolina tu abuelita esperó a que una maquinita le contara que tu papá ya estaba en su barriguita, y te contaré que yo escapé como el correcaminos de los cuentos, bip-bip, saltando de alegría por toda la casa y la Casa Grande y el parque, bip-bip, y cómo la abuelita nos sonreía porque a los dos nos quería.

Otro día saldremos de casa muy tempranito para ir al mar y tú y yo contemplaremos muy juntitos porque el relente procura abracitos cómo sale el sol y nos da su calorcito y allí te explicaré que a tu abuelita su papá le llamaba a veces “ranita” y otras “rana” porque del agua del mar se enamoraba.
Y sabré narrarte que cuando el sol se detenía al mediodía tu abuelita ya la mesa preparada tenía y todos queríamos comer de todo lo que ella disponía porque las comidas de tu abuelita encandilaban a los amigos y a los hermanos y a los primos de tu papá y a los papás de la abuelita y a mis papás y a los amigos y a las amigas y hasta a las hormigas que comida en procesión recogían.

Y me emocionaré cuando te relate cómo por las noches tu abuelita adornaba su pestañeo de negro y de verde su parpadeo y pienso ahora que cuando yo la observaba acicalar sus ojos es porque la abuelita deseaba mi aprendizaje para que un día yo engalane tu mocedad de ojitos de diablilla pilla.

Y sobre todo, sobre todo, Paula, nos inventaremos muchas historias, muchas historietas y muchos cuentos que tendrán el encanto de los duendes y el vuelo etéreo de las hadas y el trajinar de los trasgos, y se las explicaremos a la abuelita que estará cómodamente sentada en esa su nube de algodón y lana y del color del oro viejo para que ella las conozca y las bendiga, y las explicaremos a nuestros amiguitos y así atenderemos los besos que un día nos envió tu abuelita cuando nos dijo que todos debíamos querernos mucho más entre nosotros.

Este es mi regalito para mañana, Paulita.
Yo quisiera darte más, mi niña. Siempre más.
Algún día así será. Algún día es una mala excusa, pero no tengo otra, Paula.
Algún día comprenderás este regalito de cumpleaños de tu avi que sabe que tu abuelita lo último que se llevó entre sus brazos y las palmas de sus manos fue el llanto de tu boquita que buscaba el seno de la mamita y el roce de tu piel de recién nacida.

Algún día te prometo, Paula, que te hablaré de tu abuelita.