A la mañana siguiente, al poco de despertar, todavía sentado
en la cama y entre bostezo y bostezo recordó lo que le había pedido el Mago
Pamplinas, y pensó que tal vez lo que le había querido decir era que
reflexionase sobre las peleas que con su madre y con su padre había tenido y
que le había comentado.
Pero como que no estaba muy seguro de que eso fuese lo que
realmente le había indicado el Mago pues lo dejó estar y además el aroma del
pan tostado y de la leche caliente que su madre le estaba preparando ocupó todo
su pensamiento.
Los días transcurren con mucha rapidez, y entre sus
obligaciones diarias y los juegos con sus amigos de la Escuela y del barrio y
alguna que otra pelea, ahora por la pelota y después por la bicicleta, y antes
por lo que uno de los amigos dijo y que a él no le gustó y luego porque al
llegar a casa con retraso su madre lo reprendió y el se enfadó, Fermín casi no
tuvo un momento para pensar en el nuevo encuentro con el Mago Fermín, y la luna
ya mostraba su cara de harina por la ventana de su habitación.
Y, así como de improvisó, ¡¡¡ zas !!! una brisa de luz
celeste y plata a los pies de su cama se sentaba y como por arte de magia el
Mago Pamplinas le saludaba.
- Buenas noches, Fermín. Al igual que en nuestra breve
conversación de ayer una sola pregunta hoy te dejaré. ¿Has disputado o
discutido durante el día de hoy? No me respondas a mí. Contéstate a ti mismo. Y
después haz exactamente lo que ayer te indiqué-.
Las últimas palabras Fermín ya las oyó quedamente, porque el
sonido del murmullo de la partida del Mago Pamplinas y el polvillo de las
lucecitas de su rastro las empezaba a silenciar.
Sentado en su cama, Fermín no tuvo que esforzarse en demasía
para recordar las diversas peleas y riñas del día, y cuando a pensar en que tal
vez en exceso se producían el sueño decidió que por ese día todo concluía.
Estaba Fermín despojándose de sus legañas con el agua fría
de la mañana cuando de golpe y porrazo le pareció que comprendía todo lo que le
estaba
intentando transmitir el Mago Pamplinas con la insistencia
de una sola pegunta en sus encuentros nocturnos, y sin más tuvo la
determinación y la firme decisión
de no pelearse durante todo el día, y en el caso de que la oportunidad
de disputar surgiese por evitarla se esforzaría o el acuerdo buscaría, y si al
partir el sol el Mago Pamplinas volvía y la misma pregunta le repetía él podría
decirle que creía haber descubierto el sentido de la pregunta que desde hacía
dos noches le hacía.
Y llegó la noche y con ella la oscuridad y con un chispazo
de luz el Mago Pamplinas a la habitación de Fermín.
- Te estaba esperando – le dijo excitado Fermín-. Puedo
decirte que hoy no me he peleado con nadie, ni con mis padres ni con los amigos
y amigas.
Esta mañana creo que he comprendido el por qué de tu única
pregunta de los últimos días. Yo te pregunté sobre qué podía hacer para evitar
que de forma constante y permanente se iniciasen guerras entre las personas y
las naciones. Y tú me dijiste que seguiríamos el mismo consejo que hace un
tiempo me ofreciste con ocasión del estudio de las matemáticas: aprender a
aprender. Y hoy no he iniciado ninguna guerra. ¿Por qué? Porque cuando entre
dos personas una de ellas no se quiere pelear, no hay pelea. Y yo no quiero la
guerra. Por eso no la habido-.
- Excelente, Fermín – repuso el Mago Pamplinas -. Ahora sí
puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que aprendiste mi enseñanza. Y que
además supiste encontrar la forma de aplicar lo aprendido. Por tanto, ya eres
una persona que sabe aprender a aprender. Pero déjame que todavía te haga
alguna pegunta más. ¿No es siempre mejor en momentos de disparidad de criterios
y opiniones buscar el acuerdo y el diálogo que lleva a la paz que no discutir y
pelear que sólo a la guerra conduce?-.
- Sí, así es, Mago Pamplinas. Jamás olvidaré tu consejo.
Siempre intentaré alcanzar acuerdos antes de pelear con otros –respondió
Fermín, que estaba emocionado desde que oyó que el Mago Pamplinas le decía que
había aprendido y sabido utilizar su conocimiento-.
- Esta es la forma con la tú puedes evitar la guerra,
querido Fermín. Y si muchos como tú hicieran lo mismo en cualquier
circunstancia y edad de su vida, la guerra desaparecería.
Haz de altavoz de esto que has aprendido: díselo a tus
amigas y amigos, coméntalo con todos aquellos con los que te encuentres en tu
vida, y si no te permiten en voz bien alta decirlo, practícalo con tu
comportamiento y muchos te observarán y tu ejemplo seguirán. Y cuando eso se
haya extendido como si de una mancha de aceite se tratara, la guerra habrá
desaparecido-.
Y mientras Fermín intentaba controlar la alegría que lo
invadía y darle las gracias al Mago Pamplinas quería se oyó un potente
estruendo, similar al del trueno de la primavera, y toda la habitación de
Fermín se inundó de una lluvia de estrellas multicolores y una paloma blanca
inició su vuelo bajo un maravilloso arco iris hacia la ventana portando en su
ala el bastón del Mago Pamplinas.
Fermín permaneció muy quieto con los ojos clavados en su
ventana, y pensó que enorme suerte había tenido de conocer al Mago Pamplinas y
sus enseñazas recibir, y supo, sin necesidad de que el Mago se lo dijese, que
cualquier chaval de cualquier país y de época cualquiera que al Mago y su
sabiduría desee conocer sólo tiene que citarlo con el corazón y el Mago
acudirá, y esos pensamientos en su cabeza como la paloma blanca revoloteaban
cuando lentamente recostó su cabeza en la almohada, y se durmió.
Y aquí finaliza esta Historia
que en mis años de universitario en Pamplona me explicaron,
y puedo afirmar que lo narrado es verdad y no miento,
porque tal como me lo contaron yo te lo cuento.