Ayer yo iba muy contento a hacer un recado por el ensanche
de Barcelona.
Pasó entonces que estaba parado ante un semáforo porque el
semáforo estaba en rojo. Y como que estaba muy contento se me ocurrió ponerme a
bailar. Y pasó que me regalé unos pasos de claqué allí parado en el semáforo.
Y también pasó entonces que una señora que también estaba
parada en el semáforo me miró, y como que no sabía que hacer con su cara que me
estaba mirando me sonrió. Le devolví la sonrisa con un saludo dieciochesco y
muy cortés. Se puso el interior de su mano en la boca como para esconder unas
risitas y luego se fue sin decir nada.
Y entonces pasó que ví detrás de mí una tienda con un rótulo
que decía Mont Blanch. Y entonces dudé si cruzar el semáforo que ya estaba
verde o ir a la tienda. Pasó que fui a la tienda.
Y entonces entré y había un hombre joven sentado detrás de
un mostrador mirando una pantalla de un ordenador. Y pasó que me acerqué y le
pregunté si tenía cartuchos de tinta verde para mi roller Mont Blanch, que me
lo regalaron mi hermana y mi cuñado cuando cumplí cincuenta años.
Y entonces el hombre que estaba sentado detrás de un
mostrador y que miraba una pantalla que le hacía lucecitas en la cara me miró y
me dijo que no, que no tenía.
Y entonces yo le dije que yo sabía que cartuchos de tinta
negra y azul sí tienen pero que me parecía que de tinta verde no los hacían, y
esperé respuesta del hombre. El hombre sólo se encogió de hombros como para
darme a entender a mí que no sabía. Entonces empecé a explicarle que a mí me
gusta la tinta verde para escribir más que la azul y la negra, pero me callé
enseguida porque al hombre era casi seguro que le importaba un pito la tinta
que a mí me gusta.
Pensé que como al hombre le gustaba mover los hombros yo
también podía hacer lo mismo y que él entendiese que seguía esperando
respuesta.
Y entonces pasó que el hombre seguía sin decir nada y me
miraba con cara como de calamar.
Yo empecé a notar que me estaba poniendo algo nervioso y le
expliqué al hombre que ya se que potecitos de tinta verde tienen pero que la
pregunta era si tenían cartuchos de tinta verde para mi roller Mont Blanch.
El hombre despertó de su estado cefalópodo y me dijo con una
voz como vaporosa que no sabía. Entonces pasó que yo ya estaba nervioso y le
dije si sabía algo y si no sabía nada cómo era que estaba allí sentado detrás
de una pantalla que le hacía lucecitas en la cara.
Y entonces lo que pasó es que el hombre me dijo que es que
aquella era una tienda de vinos y no de cartuchos de tinta.
Y entonces a mí también se me puso cara de molusco marino y
me desconcerté un tanto.
Pensé en salir a la calle y mirar el rótulo de la puerta de
entrada pero entonces el hombre me dijo que era una tienda de vinos exclusivos
de la firma catalana Clos Mont Blanch.
Entonces pensé en disculparme porque parecía que me había
confundido por leer sólo una parte de la marca, pero sólo dije ¡ah vale,
perdón! porque antes estaba contento y no quería dejar de estarlo y dar más
explicaciones no me ponía contento.
Entonces me giré para salir de la tienda de vinos y la
puerta de cristal se desplazó muy lenta y le solté sin querer una patada con mi
pie y suerte de eso porque si no estampo mi cara con gafas en la puerta.
Desde el mostrador donde estaba el hombre se oyó ¡Cuidado
con la puerta, caray! y no era en un tono vaporoso si no denso.
Recogí mi encargo y me puse muy contento otra vez y con
ganas de bailar porque esta vez el encargo estaba bien hecho. Antes yo ya había
ido y no salí contento porque no habían hecho lo que yo quería. Esta vez sí y
me puse muy contento.
Al salir de esa tienda pasó que había un hombre mayor
vestido con una americana bonita y de color verde intenso de lago de montañas
altas que hablaba con dos hombres más.
Y pasó que me acerqué y le pregunté si sabía donde podía
comprar cartuchos de tinta verde como su americana para mi roller Mont Blanch.
El hombre de la americana verde me miró con la cara del
bogavante con las pinzas prisioneras de una goma elástica de los restaurantes
que tienen bogavante y me dijo ¿perdón? y yo le dije que daba igual, que estaba
muy contento y le dediqué unos pasos de claqué.
Y los tres hombres, el de la americana verde y los otros
dos, me miraron ahora con la misma cara de cefalópodo del hombre de la tienda
que no era de tinta sino de vino.
Y entonces pasó que luego me fui.
Y eso es lo que pasó.