martes, 30 de septiembre de 2014

Treinta de septiembre.


Hoy es treinta de septiembre de dos mil catorce.
Hoy hace treinta y siete años que más que contraer matrimonio con Susan, que sí, que lo contraje, decidimos ella y yo que compartiríamos nuestras vidas, hasta que la muerte nos separase.
Y ni siquiera la muerte, que sí, que le sobrevino a ella el cuatro de enero de dos mil nueve pudo separarnos, ni nos separará a pesar de su insistencia.

El treinta de septiembre de mil novecientos setenta y siete fue la primera noche que dormimos en nuestro hogar del barrio de Sarriá. Hoy, treinta de septiembre de dos mil catorce será la última noche que mal dormitaré en esta casa. Mañana firmo en el Notario la venta del piso a un hombre que se desparejó no porque apareciese la muerte sino porque se divorció de su pareja. Diferente, pero separación, física.

A los aproximadamente dos años de habitar este primero primera de la calle Mayor de Sarriá nació nuestro primer hijo, Jerónimo.
Mi madre nos preguntó a los padres un día cualquiera al cabo de cinco del nacimiento de Jerónimo qué día era su santo. Ni su madre ni yo lo sabíamos. Mi madre, no sé si católica ferviente o católica de costumbres inamovibles e incuestionables en su época, nos dijo que San Jerónimos era el treinta de septiembre.

El treinta de septiembre de mil novecientos setenta y siete yo no salí camino de la Iglesia de mi casa, de la de mis padres, claro está, si no del piso de mi abuela en la Ronda del General Mitre de Barcelona.
La causa era que mi padre había suspendido pagos, hoy concurso de acreedores, después de veinticinco años de laboriosa dedicación, y en su piso de la calle Mallorca, cercano a la Iglesia de la Concepción donde nos íbamos a casar, los trabajadores se apiñaban reclamando los derechos que les correspondían y que mi padre no podía atender –lo hizo luego religiosamente- y temió que boicoteasen la ceremonia de mi enlace matrimonial. Así que dormí en casa de mi abuela, que no era la mía, y de allí salí hacia la Iglesia.

Mañana dormiré, espero (dormir), en la casa de mi hermana, también en Sarriá, con seguridad bien acogido pero que en todo caso no es mi casa, antes de partir a Tarancón, en la provincia de Cuenca, a casa de mi segundo hijo Aleix, que me acogerá en su casa que tampoco es la mía mientras me recupero de mis lesiones en la columna vertebral.

Treinta de septiembre de mil novecientos setenta y siete y treinta de septiembre de dos mil catorce. Dos fechas que se señalan en mi devenir y que inician un mundo de casualidades que ha sido constante en mi existir y que a veces me llevan a pensar que mi vida no es mía y que la dirige alguien o algo que no sé quién o qué es ni sé tampoco dónde está.

Después llegará la soledad. La soledad de la vida en la casa de la montaña, en un pueblo pequeño, de escasos habitantes, de escasas posibilidades de actividad colectiva, aunque no dejará de ser la soledad que me ha acompañado toda la vida, en la casa de Sarriá, en el barrio, en la infancia y en la adolescencia, en la madurez, en mi feliz matrimonio, en las amistades, en la profesión de vendedor de ideas, en todas las circunstancias.
Es la soledad que anida en el alma de algunos como yo y que escondemos celosamente de las miradas de los demás, aunque algunos tienen la capacidad de intuirla, tal vez no de explicársela, pero sí de detectar esa sombra que oscurece en ocasiones la mirada.
Es esa soledad que mece el espíritu como las dunas ondulan el desierto y las olas la mar. Es esa soledad de lluvia cadenciosa que provoca alguna lágrima de fluidez pétrea. Es esa soledad que crepita con la lentitud y cadencia del leño del hogar y que en ocasiones arde con celeridad. Es esa soledad que circula y se desliza por todos los miembros y zonas del cuerpo como los ríos por las praderas para acabar invadiendo vastas zonas como los deltas de sus desembocaduras.
Es esa soledad que no atenúa ni consuela la madre, la esposa, el amigo, los hijos o los hermanos  porque su intimidad es impenetrable.
Es la soledad que aflora cuando la decisión es tuya y rechaza ayudas que en muchas ocasiones ni llegan porque quien debe ofrecerlas no sabe entregarlas porque debe atender a sus propias soledades que también le laceran su alma y su consciencia. Y el discernimiento es unívoco y exclusivo.
Es esa soledad que se siente incluso en los ambientes más ruidosos o en los parajes más concurridos, es la soledad que provoca y excita la multitud, es la soledad de la inteligencia que no se necesita más que a sí misma.
Es la incomprensible soledad de la fría y helada nieve que abrasa y quema la piel y los lagrimales y los ojos y la lengua y el sexo.

Es la soledad que demanda baños de bosque que es fundirse con la naturaleza que está en la tierra y en el cielo y que amaina el espíritu hasta pacificar las guerras intestinas aunque la soledad persista y sobreviva.

Eso es lo que haré cuando sane mi espalda, bañarme en los bosques de la Cerdanya en compañía de mi soledad, esa que en mí anida y en otros con alma como esta alma mía.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Otoño, caos, un ruiseñor y a veces un jilguero.

 
Hace varias noches que en mi habitación canta el ruiseñor.

Despliega su repertorio de trinos y gorgoritos, borboteos, silbidos y pitidos sincopados y algún sonido que recuerda el repicar del pico del pájaro carpintero en el árbol y otros que traen a la memoria el canto de alarma de la rana.
Sus notas, unas roncas y otras líquidas, compiten con el jilguero que frecuenta ciertas noches de mi habitación y el alba de mi despertar.

Hace varias noches que el ruiseñor despide el calor desde mi habitación.
¿O saluda la entrada del otoño de la madrugada de hace unos días?
¿O da la bienvenida a su período migratorio?
¿O despide la habitación, la casa entera, nuestra calle y nuestro pueblo que no es un pueblo porque es un barrio pero que huele como un pueblo?

Es posible que lo atienda todo en mezcolanza porque es bien cierto que entra el otoño amarillo, ocre, dorado, rojo, morado, llega el otoño y su atmósfera melosa de veranillo de San Miguel, el otoño de la vaga hora del crepúsculo cuando las hojas no son todavía de oro y el agua de los lagos y las charcas se estanca contemplativa como un espejo herrumbroso, y es cierto también que abandonamos esta casa sarrianenca que habitamos treinta y siete años para emigrar el ruiseñor hacia las tierras cálidas del norte de África y yo hacia las tierras heladas de la Catalunya Nord.

El ruiseñor tiene adquirida la costumbre de la emigración por lo que no le afecta repetir una vez más. Es su vida y su destino. Y volverá para reencontrar la felicidad de la reproducción con la hembra. Y repetirá el círculo tantas veces como su existencia se lo permita.
Yo debuto. No emigré más que en mi época de estudiante universitario y se redujo a dos años porque el segundo verano caluroso y bochornoso surgió la hembra de manchitas rojas en su piel de melocotón y cuyo origen procedía de tierras más frías.
Y mi calor la cautivó y su sosiego me embriagó, y únicamente sus manchas marchitadas lograron que ella emigrase mientras yo permanezco buscando cada noche el canto incansable del ruiseñor en el alba de nuestra habitación.
Y en ocasiones el silvestre y alegre trino del jilguero que hace el dueto con mi ruiseñor.

Me ha costado tomar esta decisión.
La facilitó la necesidad de la disposición de recursos y la complicó la nostalgia y la melancolía de los olores y sabores de este pueblo mío que no es un pueblo porque es un barrio pero que huele como un pueblo. También los saludos que en su recepción y despido contabilizo desde la casa hasta la Plaza y desde la Plaza hasta el Bar y desde el Bar hasta la floristería y el quiosco y la librería pringada del olor de las patatas bravas con all i oli del antiguo pero actual Tomás de Sarriá.

Pero la decisión está tomada y casi ejecutada. En breves días quedará el tema cerrado. A la finalización de septiembre, en brumosa coincidencia con la nitidez del primer día que habitamos la casa hace casi cuatro décadas.

Mientras al anochecer espero el canto del ruiseñor que despierta mis añoranzas de besos y abrazos y roces y carantoñas y arrumacos vomitados en nuestros cuerpos enredados y entrelazados, me invaden con lentitud sentimientos de vacuidad, de desubicación, incluso de nomadismo, porque presiento trasiegos futuros y más o menos inmediatos y continuos. Se apoderan de mí sentimientos de angustia e intranquilidades que mal templan el estómago y provocan breves nauseas de soledad.

Mi vida de aposento invariable finaliza.
Es cierto que me establezco en otro lugar, y en esta ocasión en una casa de verdad, no en colmena de ciudad, rodeada de jardín por su parte delantera y  de huerta por la trasera, envuelta en nieve y hielo en los meses del invierno, aturdida por el calor seco en el verano y con muchas lluvias en la primavera y en el otoño.
Rodeada de árboles, cielo y nubes, de pájaros del cielo y establos de vacas, ovejas y cerdos, de montañas y ríos y lagos y no del gris cemento civilizado y de bloques de ladrillo, de hormigón y de asfalto en sus calles y avenidas y paseos y plazas duras que lastiman los pies y las artrosis de sus ancianos.
Todo esto es cierto, como también lo es que ahora me posee una cierta ansiedad que me pregunta si sabré vivir en los ambientes en los que de natural deberíamos vivir, tras una vida de urbanita en este asociacionismo mal encajado con la singularidad del hombre que han creado las sociedades modernas a las que pertenezco.

Me domina un cierto caos, o la sensación de un cierto caos, que lo acrecienta el ver la casa del pueblo llena de cajas en desorden y pendientes de vaciar para ubicar en algún lugar su contenido, puede que innecesario en muchas ocasiones, pero del que no he sabido desprenderme por ese apego que profesamos a las cosas que adquirimos y que pasan a ser de nuestro dominio y que gustamos resaltar anteponiéndoles los artículos posesivos.

La incertidumbre de no saber dónde viviré los próximos meses, atractivo y emocionante por un lado y agitador y coctelera de sentimientos que precisan de estabilidades por otro, el hecho de tener todos mis enseres embalados en la casa y hasta en la leñera del jardín que claudicó antes las cajas de ser leñera para ser almacén, y para completar el cuadro, mi tórax también embalado desde que se fragmentó en pleno traslado mi columna vertebral, me sumergen en este caos que a veces adoro y en muchas ocasiones detesto.

Es posible que, atendiendo al pensador Gregory Norris-Cervetto, el caos no sea más que el orden que todavía no comprendemos, y es por ello que volverá la armonía.

Esta noche el ruiseñor volverá a cantar en mi habitación, tal vez el jilguero irrumpa también al alba y ambos con sus trinos me recordarán que lo importante es la vida, y que en la casa del pueblo me esperan para buscar la sonrisa, la risa franca y abierta, y la alegría.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

ANEXO a la Crónica puntual del El Grito de la Lechuza en el inicio del otoño.


Esta mañana la Lechuza, que parece que en este regreso de las vacaciones estivales le ha cogido afición a la lectura de la prensa diaria, ha dado con una noticia que le ha llenado de una extraña satisfacción.

Digo extraña porque en un primer momento ha llenado sus plumas de una alegría tranquila y sosegada, pero en un segundo momento, el que sucede a una breve reflexión le ha entristecido profundamente.
Lo explico inmediatamente.

La alegría ha erizado sus plumas cuando ha leído que el Ministro Gallardón, el antiabortista, presentó ayer su dimisión, o lo forzaron a dimitir, o lo echaron, o lo retiraron, que más da el término, y que además, en sus declaraciones post-dimisión declaró que sus tiempos en la política han finalizado, y abandona el Ministerio, su acta de diputado y su puesto en el Comité de Dirección del Partido Popular.
Es decir, se retira, lo deja todo, o lo retiran del todo, lo abandonan, los suyos, los de su partido, sus congéneres.
Vuelve a las catacumbas, vuelve al siglo XIX, vuelve al lugar del cual nunca debió salir y menos para dedicarse a la cosa pública, ya que el llamado por la Lechuza imitando a una gran amiga de ambos, de la Lechuza y mía, “pelocoñete” (¿acertado, cierto?) jamás pensó en alguna de sus actuaciones en los demás o en la cosa de todos, sino en sus intereses personales y partidistas, y para ello y dada su condición qué mejor que ser un carpetovetónico, retrógrado, ultraconservador y negacionista de las libertades individuales y colectivas.

Cayo Lara, de IU, declara a raíz de la marcha del Ministro que “entró en el gobierno como el más “progre” y se va como el más “carca”. Enhorabuena  a las mujeres y la sociedad”. La Lechuza se apunta a esta sentencia.

Esta noticia llenó de gozo a la Lechuza, y sus primeros pensamientos se dirigieron hacia los Wert, Saénz de Santamaría, Cospedal, Montoro, De Guindos, Fernández Díasssss (así se pronuncian estos apellidos en catalán, tranquilos, y el Ministro en cuestión es catalán), por supuesto Rajoy, porque ya se ha ido el primero y a él otros de su especie le pueden seguir. Y eso sería para celebrarlo y de verdad (con cava catalán, por supuesto).

Pero la siguiente reflexión le ha causado una enorme tristeza: tristeza que llegó a sus plumas cuando cayó en la cuenta de que Rajoy lo ha dimisionado, lo ha echado o ha prescindido de él, no porque considere excesiva su Propuesta de Ley del Aborto, si no porque tal y como está planteada le resta votos en algunos sectores de su partido y de la sociedad conservadora en general, le posiciona excesivamente a la derecha de la derecha, y en poco más de unos cuantos meses hay Elecciones Municipales y Generales en el medio plazo, y no se la puede jugar.
Es por ello que ha metido en la nevera la Propuesta de Ley de Gallardón, perdón, de “pelocoñete”, y no por amor a las libertades individuales, no por respeto a las decisiones de la mujer, no por involucración personal para proseguir con la modernización del estado en todas sus instancias.
No, ninguna de esta razones u otras muchas que podríamos enumerar están presentes en la decisión del Presidente del Gobierno, ni siquiera su promesa electoral de reformar la Ley del Aborto que aprobaron los socialistas.
Lo único que priva es el voto, es el bien del Partido, son las elecciones y el aferro al poder de esta gente.

¡¡¡ Cuanto daño al país hace esta dinámica política de los Partidos !!!

Pero así es, y mucho se teme la Lechuza que pasará mucho tiempo antes de podamos ver otras estructuras más acordes con lo que la sociedad exige.

Pero seamos optimistas, se dice a sí misma la Lechuza desde su rama observatorio y su cuello de giro de 360º: de momento uno de estos, el “pelocoñete”, se las ha pirado y parece que definitivamente, porque con esta gente nunca se sabe, y les resulta muy sencillo decir diego donde dije digo.

Pero no deja de ser cierto que el que no se conforma es porque no quiere.

N. del A.:  El apelativo "pelocoñete" de invención de una enorme amiga y de utilización y aplicación en este caso personal mía es cariñoso, un poco festivo, al estilo de otros como "pelopincho", o "bolita" para un gordito, pero carece de mala idea y en ningún caso busca la ofensa.
Confío en que el ex-Ministro, que ya carece de muchas cosas, disfrute de un amplio sentido del humor, que como todos sabemos empieza por reírse de uno mismo.

martes, 23 de septiembre de 2014

Crónica puntual de El Grito de la Lechuza en el inicio del otoño.



La Lechuza lee esta mañana la prensa tras una agradable noche en la que se abandonó el verano para a las 04:29 h. iniciar el otoño, esa estación roja y ocre y amarilla que denominamos con ese nombre por tener su origen en el dios egipcio Atum, que significa “el sol que se oculta en la tierra”.
También el término catalán "tardor" es precioso por ilustrativo y por la sonoridad de la palabra.

Y la Lechuza se topa con la siguiente manifestación de la política Rosa Díez: “Si no fuera porque en Euskadi nos mataban, lo de Catalunya es peor”.
La Lechuza podría evitar comentarios  ante tal bochornosa declaración, pero decidió con las primeras lluvias otoñales que ante tamaño desatino hay que decir lo que se piensa, o como dice Santiago Segura alias “Torrente”, atreverse a decir lo que piensan muchos o deberían pensar si están en su sano juicio pero se lo callan por un sentido desmedido e inapropiado de la prudencia.

Esta ¿señora? humilla, desmerece, ridiculiza y vilipendia a la clase política en general. Esta arribista es capaz de por un puñado de votos decir las mayores imbecilidades que acuden a su cabeza de autentica idiota, y quede claro que la Lechuza utiliza el término no como un insulto sino en su acepción y significado procedente del griego antiguo, esto es, expresión o expresiones dichas por un descerebrado o falto o muy escaso de sentido común y de los mínimos de la inteligencia.

No es posible que esta mujer, y ahora evito expresamente el término señora por razones obvias, realice declaraciones de este nivel de demagogia y populismo, desconociendo las reglas básicas de la empatía, la decencia y la dignidad. La utilización del maniqueísmo también tiene sus reglas y normas, pero esta política que lame y se reboza en el barro también desconoce esos límites.

Imagino que el pasado 11 de septiembre esta politicucha descerebrada no estuvo por las calles de Barcelona junto a más de un millón y medio de ciudadanos que se manifestaron de forma absolutamente cívica y tremendamente festiva, manifestación sin bombas, sin armas, sin violencia de ningún tipo,  en la que convivieron infantes, jóvenes, adultos, maduros, ancianos, economistas, profesores, filósofos, empleados, abogados, artistas, mecánicos, panaderos, dependientes, “botiguers”, empresarios, amas de casa, abuelas y abuelos, padres e hijos, familias enteras, vecinos, oriundos, nativos, emigrantes afincados en esta tierra,….. en armonía y paz, manifestando únicamente aquello que desean, que no es más que ser consultados sin ningún valor jurídico ni vinculante por el poder sobre sus preferencias sobre cómo organizar su convivencia en su país.

Algún articulista ha definido las declaraciones de ese esperpento de personaje político como un vómito intelectual. La Lechuza suscribe esta opinión, y no añade otros términos por no darle más importancia de la que merecen las declaraciones de esta persona que ofende al mínimo sentido de la ética, la equidad y en general, a toda la “res pública”.

Esta es la España que cantó Machado cuando dijo “una de las dos Españas ha de romperte el corazón”.
Esta mujer carente de inteligencia no rompe nada ya que no tiene ni altura para ello, simplemente denigra y se denigra, y en vez de provocar rupturas, lo siento, lo que provoca es asco y repugnancia.

Qué pena, qué lástima que todavía corran por estas tierras políticos de este deleznable perfil. España mejorará cuando dejen de existir.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Decir te quiero y decir lo contrario.

 
Aprendí muchas cosas con la muerte de Susan.
La mayoría se me olvidan, porque casi todo se aprende  de niño, pero alguna queda.
Y una de las que parece que sedimentó y se quedó en mi cabeza es que hoy estás aquí y mañana puedes no estar porque te has muerto. El filo entre la vida y la muerte es fino, muy fino.

Es por eso que a la gente a la que quiero se lo digo cada día y varias veces: porque a lo mejor mañana ya no se lo puedo decir. Y sobre todo porque es muy importante que el amigo o la amiga se sienta querido y que tú se lo puedas decir.
Creo que eso ayuda a vivir, a vivir con alegría, a vivir con la sonrisa dibujada en el rostro.

Y es por eso que a los políticos, que los quiero muy poco y cada día menos y sobre todo cuando son intrascendentes e inocuos y encima deciden muchas cosas que afectan a nuestras vidas, les digo exactamente lo contrario, esto es, que no los quiero.
Y como que no los conozco y no se lo puedo decir de forma directa se lo digo de una forma indirecta y que además me provoca unas grandes risas y reír también es muy importante para el bienestar personal.

Como que salen cada día fotografiados en los periódicos, pues escojo la página donde sale aquel al que ese día quiero menos por el motivo que sea, y hago lo que aprendí de nuestras madres y abuelas: tras fregar el suelo pongo el papel de prensa con su fotografía sobre el piso húmedo, para así pisar en el papel y no manchar la superficie recién fregada, y luego con mi pie, con cariño, eso sí, presiono encima del careto del político y con un ligero movimiento de rotación lo giro un poquillo y al político se le desfigura el rostro porque queda como un boñigo y me da unas risas que me muero y mientras lo miro aboñigado me lo paso muy bien.

Después escribo a alguna amiga un guasap y le digo que cada segundo que pasa la quiero más, y me siento super bien y feliz y sigo con el día que ya está algo empezado y alguna cosa más habrá que hacer, como proseguir con la querencia de la gente que se lo merece y hacérselo saber y retirar el papel de los periódicos del suelo que se ha puesto tan feo como el careto de los políticos deformaditos.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Cambiar de piel.


Hace ya años atrás ¿discutíamos?, más correcto comentábamos mi mujer, nuestro hijo mayor y yo mismo sobre la obsesión que al chavalote le cogió por tener una serpiente pitón en casa.
Nuestra posición, la de los padres quiero decir, era que ni hablar, conocedores de las pasiones puntuales del hijo y sabedores de que eso acabaría significando que los cuidados del animal correrían a nuestro cargo una vez el entusiasmo inicial del poseer desapareciese del espíritu del hijo.
Así que la decisión fue no, tajantemente no, en casa no había lugar para una pitón, aún a pesar del amor que mi mujer profesaba por los animales de sangre fría en contraposición a su animadversión por los de sangre caliente, y especialmente los pajaritos porque si los coges tiemblan y eso le provocaba angustias enormes.

Escribo estos recuerdos hoy en mi piso desangelado porque lo estoy vaciando de recuerdos y de la vida de los últimos treinta y ocho años, ya que tomé la decisión primaveral de trasladarme a vivir a la montaña y abandonar la ciudad y mi casa compartida de amor caliente y escribo en este Mac rodeado de la frialdad de la nada.

Ahorro entretenerme en esta casi crónica de sucesos y comentar con profusión los enfados, recriminaciones, incomprensiones, malas caras y otros sucedáneos semejantes de mi hijo y que acompañaron nuestra convivencia los días siguientes a mi comunicación de que había vendido el inmueble.

Retomo la historia.
Mi mujer y yo no contábamos por aquel entonces con una característica de la personalidad del hijo y que entonces se manifestó en toda su intensidad y hoy yo, mi mujer no puede hacerlo porque la enfermedad la arrastró a dimensiones tal vez de sangre de los reptiles, celebro con alegría: la perseverancia en la búsqueda de sus objetivos.

A las semanas de la negativa a convivir con una pitón y su afición por devorar ratones enteros y vivos para su alimentación, apareció el hijo con una pitón de casi un metro que encontró, así lo dijo él y así lo explico yo, en un lavabo público de un centro comercial de los alrededores de Barcelona en donde inició su vida profesional tras abandonar los estudios primarios que siempre odió y maltrató.

Instaló un acuario, terrario tal vez sea el término acertado, en la inútil terraza de nuestro piso de Sarriá, y lo hizo con gracia y con todo lo necesario para la comodidad de vida del reptil.
Dicho queda porque fue verdad y en respeto a la honorabilidad del comportamiento de mi hijo.
Y del reptil se ocupó, de alimentarlo y de limpiar las tierras que habitaba y de mantener el calor que el animal precisaba para su supervivencia y otros menesteres que no recuerdo ya que mi afición animal es escasa o incluso nula salvo la observación de los mismos en su habitat natural, cosa que amo porque al igual que vuelan y fabrican nidos en los alféizares de las ventanas las golondrinas vuela mi imaginación y las acompaña en su volar ahora en los cielos y ahora rasante para construir historias en mi pensamiento.

Por las noches mi hijo gustaba de sentarse en el sofá con su pitón y permitía y gustaba de que se le enrollasese en su brazo, en sus muñecas, en su cuello y en sus dedos y mi mujer le imitaba dados sus arrebatos por la sangre fría de esos animales mientras me decía que gustaba del contraste con la mía de calores sofocantes pero que tanto amaba en nuestras noches de entrega mutua.

Pero una noche en la que el sueño frente al televisor venció a mi hijo la pitón se escurrió con su silencio original y reptilíneamente desapareció.
La buscamos durante días y días por toda la casa, pero no fuimos capaces de dar con ella. Pensamos, pensó el hijo, que a lo mejor se había escapado por el water, dado que allí fue donde él la halló en aquel centro comercial. Pienso, y pensaba también entonces, que así se justificaba para proseguir escondiendo meses después su mentira del hallazgo del reptil, pero era una posibilidad y como tal había que aceptarla.
La dimos por pérdida.
Se acabó el reptil pitón.
Empezó una nueva lucha que planteó el chaval al sugerir adquirir en tienda especializada otra, pero hasta en esta ocasión el placer que mi mujer experimentaba por palpar la piel fría y escamosa de la serpiente se había saciado. No se compraba una nueva serpiente y punto.

Pero no acabó ahí la historia.
Unos seis meses después de la desaparición del reptil apareció en el suelo de la habitación del hermano una piel íntegra y completa de serpiente.
Era evidente que esa era la muda de piel de la pitón desaparecida y lo primero que se nos ocurrió fue mirar en lo alto del armario que se hallaba junto a la piel desnuda.
¡ Y allí estaba la pitón como desperezándose de un largísimo y prolongado sueño !
Había estado invernando plácidamente y ahora tocaban arrebatos para proseguir devorando ratones.
La alegría de mi hijo fue enorme, la de mi mujer grande, la de su hermano mediana, y por qué no decirlo, yo también lo celebré.

…..     ….     …..     …..     …..     …..     …..     …..     …..     .....     …..   

Han pasado los años.
Falleció mi mujer.
Se fueron mis hijos de casa. Uno a Terrassa y otro a Tarancón, en Cuenca.
Son padres ambos de dos niñas preciosas, Paula y Susana.
Y yo me quedé sólo, sin hijos, sin mujer, sin padres y sin pitón.
Y sin ilusión, que tal vez sea lo más dañino, porque persevera y se introduce en la sangre y coloniza hasta lo más profundo.

Aparecieron nuevas amistades.
Las viejas las conservo y de mí han cuidado con cariño y con una dedicación y encomio sin el cual no habría resistido. Me desmoroné hasta donde jamás pensé que podría llegar.
Y sólo se explica porque yo amaba a aquella mujer que fue droga de mi vida. Por imprescindible. Por necesaria. Por irremediablemente insustituible. Por vicio. Por necesidad. Por amor.

Y las nuevas amistades, a las que he entregado todo lo que se entregar y no mas porque no lo tengo o no se hacerlo, se van diluyendo.
¿Azucarillos? No. Creo que no. Espero que no. Deseo que no.
He dado lo que anima y anida en mi alma, pero temo haberlas agotado.
A veces entregar en exceso agobia y creo que no sólo he agobiado sino que he saturado.
Recibí consejos que no acepté porque no los seguí y no lo hice porque no quise y porque el rechazo de una caricia fugaz me hirió en lo más profundo de mi ser.
¡ Qué orgullosos somos a veces !
En demasiadas ocasiones aparece y surge el orgullo excesivo. Pero la herida persiste y supura y duele y huele.

A la hermosa ribereña que años después conocí pretendí obsequiarla persistentemente con la frecuencia del enamorado, y le regalé flores del rosal, para en las noches de roce y besos del cariño depositar pétalos de las rosas amarillas mosqueta por las que muestra entusiasmo en su vientre y en las humedades de su sexo y en sus labios enrojecidos por mis besos encendidos con la vehemencia del amante desmadejado.

Y no se si hice bien.
Tal vez me excedí y por eso pienso que sin darme cuenta saturo y agobio y fatigo.
Si eso es lo que hice lo lamento intensamente porque resultó que de esa hembra me prendé, y muchas noches de desvelos y fatigas no concilio el sueño porque me ronda la mente y su voz muda me susurra placideces que anhelo y preciso para sosiego de mi espíritu.

Y ahora no se si sabré superar distancias físicas que desunen, distancias emotivas que causan conflictos y generan dudas sobre aspectos y cuestiones inexistentes. Pero voy a intentarlo porque esta mujer merece la pena porque si se que es capaz de la entrega del amar, y eso, que suena a habitual, no lo es. Sólo habita en seres de condiciones poco comunes.

Mientras persigo ese objetivo, abandono este septiembre la cercanía del mar que mece perlas en sus cimas porque me voy a proseguir mi vida en la montaña.

Voy, como la pitón de mi hijo, a cambiar de piel porque necesito de forma ineludible seguir nutriéndome de ambientes de vida que me rodeen de otra forma diferente de la actual para tomar de ellos los elementos que fecundan mi sensibilidad y así poder seguir emitiendo en longitudes de onda tal vez diferentes de las de los demás, y creo que esta ciudad y este ambiente ya no me las prestan.

Y tal vez en breve sepa cómo enamorar a esa hembra de tierras de vinos de río que me está emborrachando de amores el corazón.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Primera crónica otoñal de El Grito de la Lechuza.


Hoy es una fecha de aquellas denominadas malditas.

Hoy hace trescientos años que las tropas de Felipe V, un Borbón de esos que todavía siguen mareando por estos lares, invadió, derrotó y conquistó Barcelona para desgracia de Catalunya , de los catalanes y del mínimo sentido de la democracia si es que algún dñia ha existido en España.
Dejó tanta huella que todavía hoy en día, tres siglos después, los hay, y muchos, que no entienden que seamos nosotros mismos, los catalanes, los que podamos decidir dónde y cómo y con quién queremos estar.

El 11 de septiembre de 1973 los bestias a las órdenes del más bestia, que atendía al nombre de Augusto Pinochet, tomaron el poder en Chile para convertir el país andino en una cárcel de las ideas y de la convivencia.
Salvador Allende parece que se suicidó antes de ceder el poder al general aquel.
Dicen que el suicidio es un acto de cobardía, pero yo creo que es de enorme valentía y a veces una heroicidad, ¿o vamos a llamar ahora cobarde a Allende?.
Pero esto es ahora mismo harina de otro costal.

Y otro 11 de septiembre de hace unos pocos años unos islamistas que no entendieron nada y siguen sin entender nada de nada del mensaje de Mahoma sembraron el caos, la muertes y la desesperación en las Torres Gemelas de Nueva York.

Y seguro que hay más onces de septiembre malditos, pero no los recuerdo o mi mente no desea recordarlos.

Pero no quería hablar de esto ahora ya que lo que toca es transcribir lo que la Lechuza me comenta, después de su alterado verano.
Verano movido porque decidió trasladarse de rama para ver nuevas cosas y desde nuevas vistas, con tan mala ala que se cayó y se la partió y la van a inmovilizar una temporada.
Pero afortunadamente eso no le afecta a la vista, y desde su nueva atalaya seguirá observando todas las memeces que hacemos los humanos, y sobre todo en este país descabezado por un tipo gallego (¡qué pesados los gallegos que llegan al poder!) al que llaman Mariano.

La Lechuza ha constatado este verano que empiezan a imponerse nuevas formas de hacer, y que de momento denominan como “economía asociativa” o “consumo colaborativo”.

Algunos ejemplos de lo que así llaman y que estoy convencido de que si la raza humana no ha llegado al máximo grado de imbecilidad al que parece aspirar irá a más.

BlaBlaCar.
Coches en los que viajan varias personas con un mismo destino a costes mucho más baratos que autobuses, trenes, aviones u otros.
Tú vas a una ciudad concreta y vía Internet contactas con otros que van y vuelven cuando a ti te interesa y el reparto de costes es interesante para ahorrarte dinero. Fantástico!!!

Franquicias de bares que ofrecen cañas a cuarenta céntimos y menús a menos de cuatro euros.
¿Base del negocio?
Lo que ya se había perdido en este país de vagos, ladrones y chorizos.
Muchas horas de trabajo, volumen de facturación alto, márgenes y beneficios pequeños pero que dan para vivir o como mínimo para aguantar el tipo.
Excelente!

Implantes dentales a 250 € de alta gama vs. los habituales de 2.000 euracos.
¿ De origen chino y por tanto de mala o malísima calidad? No. También franquicias que funcionan y hacen negocio por volúmenes de compra, y eso les permite que a ti no te cueste un riñón y parte del otro sustituir tu diente fastidiado. Para el riñón ya destinaremos oros dinerotes cuando toque.
Extraordinario!

Podría seguir con más ejemplos, pero luego amiguetes que aprecio y valoro en mucho sus comentarios me dicen que estas Crónicas se hacen largas, y tienen razón.

Conclusión y así acabamos la Lechuza y yo: la economía, la sociedad, entre otras cosas, está cambiando, y nuestros representantes, que llamamos políticos, no se enteran de nada.
Es el pueblo el que se mueve, no los que dicen que nos representan.
Esos no sirven más que para estafarnos, robarnos, engañarnos, apoltronarse,… y no sigo porque si lo hago no haré caso a esos amigos que con buen criterio me dicen que resuma las opiniones de la Lechuza.

Aquí lo dejo, para reflexión de quién crea que debe hacerlo, y lo que opinen que no, pues será que ya están contentos con lo que tenemos, y ellos sabrán lo que hacen.

Buen otoño a todos, y prometo seguir redactando los comentarios y opiniones del Grito de la Lechuza, a la que deseo, deseamos creo, una pronta recuperación de su ala rota, que no de su clarividencia que sigue intacta.

Hoy es una fecha de aquellas denominadas malditas.

Hoy hace trescientos años que las tropas de Felipe V, un Borbón de esos que todavía siguen mareando por estos lares, invadió, derrotó y conquistó Barcelona para desgracia de Catalunya , de los catalanes y del mínimo sentido de la democracia si es que algún dñia ha existido en España.
Dejó tanta huella que todavía hoy en día, tres siglos después, los hay, y muchos, que no entienden que seamos nosotros mismos, los catalanes, los que podamos decidir dónde y cómo y con quién queremos estar.

El 11 de septiembre de 1973 los bestias a las órdenes del más bestia, que atendía al nombre de Augusto Pinochet, tomaron el poder en Chile para convertir el país andino en una cárcel de las ideas y de la convivencia.
Salvador Allende parece que se suicidó antes de ceder el poder al general aquel.
Dicen que el suicidio es un acto de cobardía, pero yo creo que es de enorme valentía y a veces una heroicidad, ¿o vamos a llamar ahora cobarde a Allende?.
Pero esto es ahora mismo harina de otro costal.

Y otro 11 de septiembre de hace unos pocos años unos islamistas que no entendieron nada y siguen sin entender nada de nada del mensaje de Mahoma sembraron el caos, la muertes y la desesperación en las Torres Gemelas de Nueva York.

Y seguro que hay más onces de septiembre malditos, pero no los recuerdo o mi mente no desea recordarlos.

Pero no quería hablar de esto ahora ya que lo que toca es transcribir lo que la Lechuza me comenta, después de su alterado verano.
Verano movido porque decidió trasladarse de rama para ver nuevas cosas y desde nuevas vistas, con tan mala ala que se cayó y se la partió y la van a inmovilizar una temporada.
Pero afortunadamente eso no le afecta a la vista, y desde su nueva atalaya seguirá observando todas las memeces que hacemos los humanos, y sobre todo en este país descabezado por un tipo gallego (¡qué pesados los gallegos que llegan al poder!) al que llaman Mariano.

La Lechuza ha constatado este verano que empiezan a imponerse nuevas formas de hacer, y que de momento denominan como “economía asociativa” o “consumo colaborativo”.

Algunos ejemplos de lo que así llaman y que estoy convencido de que si la raza humana no ha llegado al máximo grado de imbecilidad al que parece aspirar irá a más.

BlaBlaCar.
Coches en los que viajan varias personas con un mismo destino a costes mucho más baratos que autobuses, trenes, aviones u otros.
Tú vas a una ciudad concreta y vía Internet contactas con otros que van y vuelven cuando a ti te interesa y el reparto de costes es interesante para ahorrarte dinero. Fantástico!!!

Franquicias de bares que ofrecen cañas a cuarenta céntimos y menús a menos de cuatro euros.
¿Base del negocio?
Lo que ya se había perdido en este país de vagos, ladrones y chorizos.
Muchas horas de trabajo, volumen de facturación alto, márgenes y beneficios pequeños pero que dan para vivir o como mínimo para aguantar el tipo.
Excelente!

Implantes dentales a 250 € de alta gama vs. los habituales de 2.000 euracos.
¿ De origen chino y por tanto de mala o malísima calidad? No. También franquicias que funcionan y hacen negocio por volúmenes de compra, y eso les permite que a ti no te cueste un riñón y parte del otro sustituir tu diente fastidiado. Para el riñón ya destinaremos oros dinerotes cuando toque.
Extraordinario!

Podría seguir con más ejemplos, pero luego amiguetes que aprecio y valoro en mucho sus comentarios me dicen que estas Crónicas se hacen largas, y tienen razón.

Conclusión y así acabamos la Lechuza y yo: la economía, la sociedad, entre otras cosas, está cambiando, y nuestros representantes, que llamamos políticos, no se enteran de nada.
Es el pueblo el que se mueve, no los que dicen que nos representan.
Esos no sirven más que para estafarnos, robarnos, engañarnos, apoltronarse,… y no sigo porque si lo hago no haré caso a esos amigos que con buen criterio me dicen que resuma las opiniones de la Lechuza.

Aquí lo dejo, para reflexión de quién crea que debe hacerlo, y lo que opinen que no, pues será que ya están contentos con lo que tenemos, y ellos sabrán lo que hacen.

Buen otoño a todos, y prometo seguir redactando los comentarios y opiniones del Grito de la Lechuza, a la que deseo, deseamos creo, una pronta recuperación de su ala rota, que no de su clarividencia que sigue intacta.

martes, 9 de septiembre de 2014

El Notario.

 
Hoy he ido al Notario a aceptar la herencia de mi mujer, que falleció hace ya algo más de cinco años y medio.
El Notario se llamaba, se llama si me ha sobrevivido, Camilo Sexto. Gallego de origen. Su padre, que también es Notario y ejerce junto al hijo, también se llama Camilo Sexto. Pero no son doce, son dos.

Ha pasado este tiempo, desde el fallecimieto de mi mujer me refiero, porque lo hemos dejado transcurrir de común acuerdo con mi abogado que se llama Salvadory por algo será, por razones fiscales.

Cuando el Notario ha empezado a explicarme el documento que íbamos a firmar con esa jerga que no entiende ni dios porque los abogados y otros de esa especie y los políticos hablan para que sólo se entiendan entre ellos y los  demás nos quedemos en babia y así ellos rían y puedan babear nuestra ignorancia, me ha preguntado mi nombre, y le he respondido que Júnior y se ha enfadado un poco, pero se le ha pasado rápido.

Al decir que ya podíamos proceder a la firma en su Notaría, sita en una calle de Barcelona, piso noveno, le he preguntado que por qué no era el piso sexto y le ha hecho menos gracia, pero lo ha encajado bien.

Y entonces se me ha ocurrido una pregunta y sin querer le he llamado Camello en vez de Camilo y ya no le ha hecho ninguna gracia. No he hecho la pregunta porque me ha parecido que mejor estaba calladito.

Y al despedirnos al poco porque el acto de la firma ha sido como rápido porque creo que el buen hombre tenía muchas ganas de perderme de vista, se me ha ocurrido decirle que en el fondo tiene suerte de que su padre no lo bautizase como Felipe, y me ha mirado con esa cara que se pone cuando se mira a un idiota de tomo y lomo.

Le he dicho adiós con una mano abierta y todos los dedos extendidos, y además de esa mano también he desplegado y movido el dedo pulgar de la otra mano, y ya no he podido esperar el ascensor y he decidido bajar corriendo por las escaleras porque el Notario empezaba a sacar espuma por la boca y tenía todo muy mala pinta.

Qué poca gracia y sentido del humor que tienen algunos, pero qué le vamos a hacer.
Los hay sin sexto sentido!!!

sábado, 6 de septiembre de 2014

Slogans de la Semana y otros que se me han fundido en una conversación con mi padre.

 
Tengo por costumbre desde hace varios años emitir cada lunes a aproximadamente un centenar de amigos un Slogan Semanal, una frase afortunada dictada por algún genio de las letras, del pensamiento o de la reflexión filosófica.
Algunos, pocos,  de los receptores me responden agradeciendo el envío y apuntando algún comentario sobre el contenido de la frase en cuestión.

Tengo por costumbre desde hace varias años saludar la mañana a algunas amigas a las que quiero profundamente y con las que desearía estar siempre junto a ellas, para oírlas, verlas, contemplarlas, admirar su belleza, tocar su piel, regalarles flores,…

Hace poco tiempo decidí que dejaba de hacerlo.
¿Por qué?
Porque no me parecía que fuese valorado ese pequeño esfuerzo personal, en un caso semanal y en el otro diario.
¿Reacciones? Ni una. Cero. Nadie ha dicho esta boca es mía, que en esta caso significa que nadie parece añorar mis envíos diarios o bien semanales.

¡ Qué decepción !
Seguro que injusta por mi parte.
Nadie me pidió nunca que eso hiciese.
Nunca nadie me reclamó ese deber que yo me impuse.
Fue una iniciativa que nació de mi creatividad.
Aún así, me decepcioné, mire usted.

Fui adiestrado por un padre que me enseñó que amar al prójimo es imprescindible y una práctica vital, y él lo hacía con toda abundancia con su mujer, mi madre, sus hijos, entre ellos yo que además era, soy, el primogénito, con sus hermanos y su hermana Tía María Teresa y sus hijas pueden dar fe de ello, con sus trabajadores y también con sus proveedores cuando su empresa suspendió pagos coincidiendo con los días de mi matrimonio.
¡ Qué sufrimiento padeció ese hombre en esa situación !
Lo superó. Dos años costó, pero de ella salió.

Mi padre, antes y después  de esos momentos que marcan una vida, me enseñó que ser bueno es un valor y una virtud.

Ahora que escribo estas líneas que no son más que pensamientos que circulan con desorden y en libertad por mi cerebro cansado, porque mi cuerpo está derrotado,  me doy cuenta de que hacía mucho tiempo que no hablaba contigo, padre.

Déjame que te explique algunas cosillas.
Me he vendido el piso de Sarriá.
Lo necesitaba.
Por dinero y anímicamente. Términos que conviven mal, pero así es, Papá.
El dinero me falta y el alma ya no puede soportar más la ausencia de la que lo habitó conmigo durante treinta y cinco años. Y que yo amaba como jamás pienso podré amar a nadie.
¿Te dije que murió Susan, verdad?
Pobrecita, se fue en su silencio sereno y habitual pero que era desalentador para mí que preciso de gritos y de los aspavientos que no son de nuestra tierra, pero sí de mi personalidad mediterránea.

Me voy a vivir a la Cerdanya, a nuestra casa de Enveitg que era también de tu orgullo, porque decías que aquello que tú no pudiste tener lo conseguí yo y me hinchabas como un pavo de plumas de plata y graznidos de oro.

Padre, necesito sosiego, lentitud, silencio, calma, y reencontrarme con la naturaleza y con el trabajo físico y manual del jardín y de la huerta.
Necesito dialogar con el trabajador del campo, con el obrero y con el empleado, con el mecánico y con el camarero, y sobre todo, ofrecer algo a aquellos necesitados que suspiran por un pedacito de amor de los afortunados. Me cansé de Consejeros Delegados, Directores Generales y engolados ejecutivos que son ostentosos y más que otra cosa insoportables pavos reales.

Conocí tras irse contigo Susan a una rubia que es una entrega constante pero que en el fondo se quiere a sí misma bajo el manto del amor a los demás. La ayudé en todo lo que pude, y no te lo explico en detalle  porque pensarás que mi carrera hacia la locura es ya inevitable, y encima sufrí el rechazo que humilla y el desprecio que lacera.
No deseo entrar en detalles, padre.
La quiero y ella, a su manera extraña, también, y yo me la creo porque tú me enseñaste a creer que la gente es buena.
Y no tengo duda. Es buena, mas rarita que yo, pero buena de alma y de corazón y sentimientos.

Conocí a una de tierras adentro, castellana, cálida y algo reconcomida por la vida y los acontecimientos que son sufrimientos del día a día, y ¿sabes?, me enamoré.
Pero esto no es fácil, ella allí, en Castilla, y yo en el sur de Francia, disculpa, en la Cataluña Nord.
Además mi salud me jugó una mala pasada en su casa Navarra y la asusté y suerte que su chaval de nueve años estaba con su padre. Habría sido mucho peor y doloroso.
La quiero, padre, pero esto es difícil y complicado, incluso algo errático.
Te explicaré más cosas de esa enorme mujer, pero en otro momento.

¿Y por qué te explicó yo todas estas vicisitudes ahora mismo?
Será porque hacía tiempo que no dialogábamos y ¡ qué ganas tenía de charlar contigo, padre !

Retomo el origen de este escrito, Papá, porque acabo de oír tu voz en las cercanía de mi corazón.
Seguiré con mis Buenos Días y mis Slogans Semanales porque me enseñaste que no debo esperar nada de nadie, y si reconocimiento alguno llega pues bienvenido será y recibido con tranquilidad de ánimo porque el orgullo marginado debe estar, y lo que puedo y debo es ofrecer, que es lo que tú hiciste toda tu vida.
Creo que te he entendido, cuando ahora me soplabas consejos junto a mi oreja para que llegasen tus razonamientos a mi corazón, padre.
Cumpliré con tu encargo.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Lágrimas negras.

 
Hoy me asola una soledad insondable.
El juego de palabras es de una estupidez estúpida, pero es que mi día es de una enormidad enormemente estúpida.

Faltan unos días para tu cumpleaños de virgo, que celebraremos bajo la tierra de la huerta de Enveitg. Bajo la tierra de tu virginal fertilidad. Bajo la tierra negra que da y concede la vida.

Aparecen en mis lágrimas las tuyas, tus escasas lágrimas secas de una noche de fin de invierno de 2008, presagio de muerte del nuevo año.

Yo te cogía la mano y la acariciaba con dulzura, cartón de piel que el cáncer convertía. Uñas que me enloquecían de púrpura de juventud y ennegrecidas de prematura senectud.

Un quejido lastimero de madrugada rasgó el silencio de la negrura de la nocturnidad y pequeñas y escasas lágrimas negras recorrieron el alba con la lentitud de la armonía tus mejillas acartonadas y bellísimas de manchitas de vida latente que ya perecía.

Esas lágrimas negras y secas me persiguen con su brillo anacarado desde el cierre de tu vida. Así lo harán hasta que las mismas acaben con la mía.

Me perseguirán toda la vida porque pocas perlas negras lucen en tu compañía.
Perlas negras que lucen pechos de hembras amadas y que revientan en mis córneas negras del luto de mi vida.
Perlas de viejas de pueblos de olores rancios de viudedad y de firmeza de amor y entrega que envidio por su sinceridad y noble serenidad.
Perlas como las mías de fidelidad y también del olor rancio del que no olvida porque tu recuerdo estimo más que a mi vida.

Lágrimas negras de mi soledad, amada mía.
Lágrimas negras que son las de la abundancia de amor que tú reprimías para que mi sufrimiento no fuese del negro de la ceniza.

Mis lágrimas negras son joyas para tu recuerdo y para obsequio de aquellas a las que adorarías.

Lágrimas negras de tu extinta vida.
Lágrimas negras de la lucha de mi vida.