jueves, 27 de abril de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), y con el permiso de Bukowski (Charles). (XVIII).

 
(Dedicado a un amigo, Brahim el Arfaoui, para mí Ibra, tertuliano habitual en Radio Puigcerdá 107.9 FM desde hace un par de años, con el que suelo discutir y polemizar, y que es el que me ha dictado esta eyaculación).

Hablamos para entendernos hoy en día tres, cuatro, cinco idiomas…, pero no sabemos hablar ni entendernos con nuestros hijos, con nuestros hermanos, con nuestras amigas y  con nuestros amigos, ni por supuesto con nuestros vecinos.

miércoles, 19 de abril de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), con permiso de Bukowski (Charles). (XVII).

 
Un Presidente de un país es citado por los Tribunales de Justicia de su país a declarar como testigo por un caso de corrupción que afecta a la financiación de su propio partido, que es el que gobierna.
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 ¿Suena como a ficción, verdad?
Pues es real: el Presidente se llama Mariano Rajoy Brey, y el país es España.
No tengo nada más que decir.
Prefiero guardar silencio para que ustedes piensen y juzguen, salvo apuntarles una sola cosa más para su tranquilidad: sus conclusiones serán las que sean, pero no sufran, no pasó nada, ni está pasando nada, ni pasará nada.

martes, 18 de abril de 2017

La observación.

 
Es evidente que la observación es una de las grandes prácticas a la que debemos entregarnos los hombres, porque de la observación extraeremos grandes enseñanzas y sabidurías.

En ocasiones, amigos míos me preguntan, entre sorprendidos y extrañados, de dónde saco yo las historias y los cuentos que narro y escribo, y también en muchas ocasiones ellos mismos se responden que de mi gran capacidad para la imaginación.
Y es entonces cuando yo les corrijo, y les digo que no, que la imaginación aporta cosas, claro que sí, pero que casi todo procede de la observación.

Y lo justifico y confirmo con un ejemplo simple, de extremada simpleza a la vez que altamente ilustrativo de lo que mantengo.
Prácticamente todos nosotros conocemos las latas de cerveza de la marca “Xibeca”, pero casi nadie ha caído en la cuenta de que impreso sobre el rojo de la lata hay un cuento que dice así:
“Cuenta la leyenda que una lechuza (xibeca*, en catalán) hechizó a una joven convirtiéndola en una bruja con fantásticos poderes. La peculiar forma alargada de la bruja Xibeca se hizo tan famosa que se cree que, años después, sirvió de inspiración a la hora de buscar un nombre para las botellas de litro de Damm.
Sin embargo, otra historia popular dice que podría ser la similitud de tamaño entre estas botellas y la lechuza la que finalmente diera nombre a esta original cerveza”.

*LECHUZA (XIBECA, EN CATALAN) f. Ave rapaz nocturna de cabeza grande y ojos grandes y brillantes con el iris amarillo, rodeados de plumas dispuestas en forma de radios.
Y junto a este texto, que consta en castellano y catalán en cada una de las latas de la mencionada marca (lo cual indica bastante sobre el cuantioso espacio de lata que el cuento ocupa) aparece el dibujo a mano alzada de una lechuza posada sobre una rama de árbol.

Es, por tanto, la observación y no otra cosa la que nos trae los cuentos allá donde estamos, aunque es bien cierto que después la imaginación suele aderezarlos como la sal, la pimientas y otras especies condimentan las viandas que acostumbramos a consumir con sumo deleite.

En consecuencia, nuestra mente tiene que estar tremendamente abierta y receptiva para recoger las historias y los cuentos que vienen a nuestro encuentro, ya que caso contrario pasan de largo sin ofrecernos la posibilidad de escribirlos y contarlos una vez salpimentados con nuestra imaginación, como es el caso del cuento de la bruja Xibeca y la cerveza Damm.

jueves, 13 de abril de 2017

El espejo.

 
Hubo una vez un espejo que se sentía tremendamente frustrado porque quería que los demás contemplasen su belleza de vidrio y mercurio, y la mujer que decía que era su propietaria sólo se miraba a sí misma cuando lo cogía del estante en el que dormía.

Entonces el espejo pensó en despejarse para superar sus atribulaciones y decidió mutar en un espejismo para que muchos ojos del desierto lo admirasen aunque sólo fuera por unos instantes, porque inmediatamente después de ser contemplado el espejo que ahora era espejismo desaparecía como por arte de birlibirloque, y ya no era ni espejismo ni espejo por ser ahora arena fina del desierto, pero eso sí, de nuevo mutante porque a veces era llanura y a veces duna que se desplazaba para convertirse y reconvertirse en paisaje a veces, en espejismo en otras ocasiones, y recuperar su forma originaria de espejo cuando el que lo contemplaba era humano y se miraba en su desértico interior.

martes, 11 de abril de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), con el permiso de Bukowski (Charles). (XVI).

  
Durante un rato hoy me he sentado conmigo mismo para intentar pensar desde la soledad en la que he decidido que transcurra mi vida,  y he tenido la furtiva sensación de que si Dios pudiese existir esa impresión ya ha desaparecido total y absolutamente de mi espíritu.

viernes, 7 de abril de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), con el permiso de Bukowski (Charles) (XV).

 
Cada vez que presto un libro, nunca regresa.

Es como la paloma o la tórtola que pierde a su pareja: jamás regresa de nuevo al nido.
El libro que yo presto, cedo o permito a otros leer, tal vez se siente abandonado o desairado, puede que hasta ofendido, seguro que maltratado, y jamás regresa ni permite que las yemas de mis dedos acaricien de nuevo, y con lentitud amorosa, sus páginas.

Siempre pienso que recuerdan intensamente tanto los días previos a la lectura, cuando paseaban bajo mi brazo para amistar entre nosotros mientras yo finalizaba la lectura del anterior libro y ellos se morían de celos por ser leídos, como los días de la lectura, que es cuando yo los acariciaba, admiraba, mimaba y adoraba, y ellos me regalaban sus olores de madera y tinta, y yo no doblaba jamás una de sus páginas ni forzaba sus tapas en señal de sumo respeto por ellos mismos y su encuadernador, y no permitía que les diese el sol para impedir su abarquillamiento, y por la noche  los hacía descansar junto a mi respiración nocturna apaciblemente colocados en mi mesita de noche.

Ya no presto libros, porque  caso de que deba realizar algún obsequio, los adquiero para la ocasión.

Creo que es mejor así, porque mis libros me han confesado que yo les pertenezco, y no al contrario, porque ellos son de sus autores.

martes, 4 de abril de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), con el permiso de Bukovski (Charles). (XIII).

 
Hay hombres que cuando te hablan no te miran a los ojos. Nunca.
Esos no son hombres.

Y también hay médicos que cuando te dan el diagnóstico no te miran a los ojos.
Y esos ni siquiera son humanos.

lunes, 3 de abril de 2017

Pensamiento en el Bar.

 
Estoy leyendo en uno de los lugares que más me gustan: un Bar.
Hay mucho ruido, mucho grito y mucho desconcierto.
Pero a mí me gusta leer en esos lugares, porque potencian mi capacidad de concentración, y eso facilita la comprensión de la lectura (es, por así decirlo, como el sistema peripatético de los jesuitas: leer y caminar, conjugar actividad intelectual y actividad física).

Cuando decido pensar en lo que leo, levanto la vista, y no oigo nada salvo el ruido indefinido ambiental, y suelo concentrar mi atención en la gestualidad de los parroquianos, que en muchas ocasiones resulta ridícula, pero siempre ilustrativa del tipo de persona que practica el habla y la gesticulación. Y eso me ayuda en mis pensamientos y reflexiones.

En esta ocasión pensaba que hace tres años me enamoré (y lo pensaba a consecuencia de algo que leía pero que ya se disipó de mis pensamientos), y que afortunadamente ella se desenamoró rápidamente de mí, y digo afortunadamente por que no me imagino a mí mismo diciéndome que me caso de nuevo, y menos todavía diciéndoselo a mis hijos, a mis nietas, a mis hermanos o a mis amigos.
Creo que me hubiese vencido una vergüenza abrumadora, e incluso pienso que me habría aparecido por algún recóndito lugar de mi espíritu el tufillo que desprende la traición.
¡Qué estupidez! Estupidez pensar así, pero es lo que pensaba mientras ruidos y gritos y el golpeteo de vasos cerveceros y las voces cantando comandas de Bar llenaban el ambiente y mi cabeza aturdida, no sé si por los estúpidos pensamientos o si por los efluvios de una par de copas de rioja.

Mi último pensamiento, antes de concentrarme sin darme cuenta en el frío de la primavera, punzante como un puñal, hiriente como pequeños cristales que perforan los poros de la piel a pesar de que la lluvia que comenzaba era extremadamente mansa y cadenciosa, fue que mi educación jesuítica debió tener un mucho de calvinista.

sábado, 1 de abril de 2017

El mosquito académico de la lengua.

 
Esta madrugada pasada apareció el primer mosquito.
Y cómo no, bisbiseando en mi oreja.
Imposible volver a conciliar el sueño.
En alerta, y al acontecer su nuevo vuelo, me he pegado un guantazo que casi me salto un ojo. Estoy medio dormido y acierto mal en el objetivo.

Silencio nocturno en el ambiente, que es zumbido de silencio.
Yo atento, hierático, porque sé que atacará de nuevo.

Vuelve. Nuevo cachete poderoso y casi me aboñigo el cráneo. Reniego en sordina mayúscula pero silenciosa para no alertar al enemigo del sueño.

Planea de nuevo por mi oído, porque me consta que acecha el implacable mosquito y me arreo un guantazo que casi me desencaja la mandíbula, y a media voz, voz susurrada, me digo que ha estado por una milmillonésima de metro que no lo he cazado.

Y, de repente, el asqueroso insecto volador me sopla cerca del tímpano y me dice que no lo he cazado por un nanómetro.

Pienso que lo odio.
Y decido ser astuto.

En el siguiente vuelo del insecto maldito le dejo que se acerque a mi oreja, y después me giro con una rapidez de velocista de raza negra y soplo con todas mis fuerzas, huracanadamente.

Enciendo la luz de mi mesita de noche y rápidamente lo contemplo estampado en la pared de al lado de mi lecho.
Sonrío algo maquiavélicamente y me dispongo, ya con el alba, a dormir de nuevo, aunque caigo en la cuenta que me duele mi mejilla y mi mandíbula, que en el espejo se muestran enrojecidas, y que eso, en el fondo, no es más que la venganza del mosquito académico.