viernes, 28 de julio de 2017

Crónica de El Grito de la Lechuza (última antes de agosto de 2017).

 
En algunas ocasiones, no muchas, la verdad, leo las Cartas de los Lectores de La Vanguardia.
Ayer fue uno de esos días.
Y me encontré con una carta de apenas seis líneas y media y a una columna (La Vanguardia gasta cinco columnas), firmada por Antonio Llenas, de Igualada (Barcelona), que me hizo reflexionar durante un espacio de tiempo mucho más largo que el que tuve que destinar a leer su escueta, breve y concisa carta, por la que además le felicito efusivamente por su agudeza y cinismo bien entendido.

Recordé, sin demasiado esfuerzo, que en mi infancia, adolescencia y primera madurez (es posible que después y ahora también, pero los recuerdos siempre proceden de tiempos lejanos), se decía en la Ciudad Condal que aquel que no era miembro del Club de Polo de Barcelona, o del Círculo Ecuestre de Balmes esquina con la Diagonal, o no disponía de un palco en el Liceo y unos cuantos asientos en la Tribuna del Camp Nou, o no era socio del Real Club de Tenis de Barcelona, o no había sido educado en los Jesuitas, en la Salle de Barcelona o en el Viaró del Opus Dei, no era prácticamente NADIE. Dicho de otra manera, había que haber sido alumno, había que asistir o debías pertenecer a diversos (como mínimo a un par de ellos) lugares reconocidos como ámbitos de influencia social y económica (no tanto políticos) para figurar entre la elite y ser, por tanto, ALGUIEN.

Hoy el tema ha cambiado tanto que casi podemos decir, sin excesivo riesgo de equivocación, que el lugar por el que en algún momento de tu vida has de pasar para ser ALGUIEN es por la prisión madrileña de Soto del Real, so pena de que caso de no pasar por allí seas clasificado como un DON NADIE.
Pero mejor que atender a mis explicaciones será reproducir fielmente la carta del Sr. Llenas, ya que atiende perfectamente al dicho castellano de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

“Cárcel vip”
La prisión de la  madrileña población de Soto del Real se está convirtiendo en una cárcel sólo para vips. Va tomando fuerza aquello que alguien dijo de que si no has pasado por la cárcel es porque no eres nadie”.
Antonio Llenas Dalmases (Igualada).

Mi más sincero aplauso al autor de la Carta y mis mejores deseos de un fantástico agosto para todos, aunque tristemente parece que Mariano Rajoy será un Don Nadie, porque a la cárcel, ese, seguro, no irá.

El Cronista de El Grito de la Lechuza.

domingo, 23 de julio de 2017

“Rebelle”

 
Hoy ha muerto la gata de mis vecinos.
Se llamaba “Rebelle”.
No sé de qué ha muerto, pero era una gata joven.
He visto a mi vecina llorar amarga y cadenciosamente en el jardín. A mí, cuando me ha comunicado que había encontrado a la gata muerta, se me ha nublado la vista, sobre todo el ojo derecho que es el que está haciendo cataratas. No sé muy bien si lloraba por la gata o por ver las lágrimas de mi vecina. Tal vez por ambas cosas.
Su compañero abría un agujero en la tierra de su jardín para enterrar el cuerpo de la gata. Su jardín está junto al mío. La han enterrado y después se han abrazado. Yo me he escondido en casa para no molestar su intimidad, pero veía la escena desde la ventana de mi cocina. He dejado pasar un par de horas y entonces he cortado una rosa encarnada de mis rosales y la he colocado sobre la tumba de “Rebelle”, cubierta con una piedra de pizarra grande.
Se me ha aguado la vista de nuevo.
He regresado a casa y me he emocionado por el llanto de mi vecina. O por la muerte de la gata. Tal vez por ambas cosas.
Las mujeres tienes un llanto sereno y pleno.
Luego he llorado.

martes, 11 de julio de 2017

Chaparrones de verano (rápidos e intensos, pero fugaces) (I).

 

Me ha llevado más de una semana escribir estas líneas, pero debía hacerlo para expulsarlo de mis vísceras.

Tu actitud, y la de tu desconocida amiga, dejó al descubierto toda mi vulnerabilidad.
En ocasiones, en las escasas ocasiones en las que te he tratado, has sido capaz de conseguir que caiga en el desánimo de pensar que acoger en tu propio hogar al prójimo sin tener en cuenta su condición es camino inadecuado, pero afortunadamente me rehago con rapidez y enseguida vuelvo a recuperar el pensamiento de que es decisión acertada.

Así lo hice hace unos días, y una oleada de dolor y después de enorme alivio y satisfacción se manifestó en todo mi cuerpo.

jueves, 6 de julio de 2017

Una historia de nuestra huerta.

 
Ayer casi acabé de plantar la huerta de mi casa.
Casi acabé porque ahora la planto por fases, cuando antes lo hacía todo de golpe, lo cual constituía una equivocación, pues dado que es exclusivamente para consumo propio cuando llegaba el momento de la recolección fácilmente me encontraba con setenta u ochenta ensaladas, treinta pepinos y treinta calabacines, rábanos y zanahorias a mansalva…
Con los ajos y la cebollas no había problema porque se guardan para consumir durante el otoño y el invierno.
Ahora lo hago por fases, y así disfruto de ensaladas durante todo el verano, y además puedo obsequiar a los amigos que visitan mi casa.
Por eso decía que ayer casi acabé de plantar la huerta.

Y cuando estaba en plena labor, lleno de tierra húmeda hasta la coronilla (mira que llego a ensuciarme con mis trabajos hortelanos), recordé una bella historia de hace veintitrés o veintidós años, cuando con mi compañera decidimos iniciar nuestro propia huerta atendiendo los consejos del libro que encontramos y que se titula “El horticultor autosuficiente”.

Era un domingo por la mañana.
A primera hora nos acercamos al mercado de Puigcerdá para adquirir plantel y regresar rápidamente a casa para plantarlo en la huerta, ya preparada desde el día anterior, en el que removimos la tierra, sacamos las malas hierbas, y preparamos los bancales tal y como nos enseñaba el mencionado libro que todavía conservo como uno de mis grandes tesoros.
Antes de comer plantamos ensaladas de diversos tipos (primavera, escarola, roure oscuro, roure verde,…), zanahorias, cebollas de guardar y cebollas tiernas, ajos, pepino, calabacín, tomates, pimientos, berenjenas,…
y regamos ligeramente para que no se quemaran las hojas a causa del fuerte sol del mediodía de julio.

Una vez acabado el trabajo nos sentamos satisfechos en el suelo a contemplar nuestra recién estrenada huerta.
El plantel sembrado se alineaba geométricamente, recto, y lucía orgulloso.
Nosotros dos nos miramos muchas veces, nos sonreímos en muchas ocasiones, nos besamos repetidamente, reímos y nos tendimos al sol con la espalda pegada a la tierra húmeda y nos pareció sentirnos como unos auténticos y experimentados pageses.
Al atardecer regresamos a la huerta para regarla profusamente a través del desvío del agua que baja de las montañas y que hicimos circular por entre los bancales que en su cresta mostraban el plantel y las pequeñas plantas que los mercaderes de Puigcerdá nos habían vendido.
Nos sentimos de nuevo enormemente orgullosos de nuestro trabajo y tremendamente felices de la decisión de cultivar nuestra propia huerta que ese fin de semana habíamos tomado.

Nos despertamos la mañana siguiente algo fatigados y con ciertos músculos tensos y doloridos, pero nada mas darnos los buenos días nos sonreímos de nuevo y los dos sabíamos que era nuestra huerta las que nos hacía sonreír.

Y fue entonces cuando Susan me dijo, Paco, vístete deprisa, ya te ducharás luego, que nos vamos a la huerta a ver si ya han crecido las ensaladas y podemos ver el rojo de los tomates y el naranja de las zanahorias y el verde de los pepinos y el negro de las berenjenas.
Yo la miré sorprendido y algo confuso, pero rápidamente supe que quería jugar conmigo, porque acostumbraba a hacerlo y a mí me encantaba que así lo hiciese, porque además la seducción de su persona alcanzaba puntos álgidos y maravillosos, de una dulzura conmovedora, de una suavidad de caricia lenta y sosegada como el soplo de la brisa.
Bajamos a saltos de nuestra habitación de las golfas de casa y nos dirigimos ligeros hacia la huerta, que se sitúa tras un tupido seto de “leilandis”.

Antes de acceder a la huerta Susan llevó su dedo índice a sus labios para indicarme silencio, que no hiciese ruido, como si la huerta pudiese desaparecer ante nuestra repentina irrupción, e inclinó y recogió un poco el cuerpo como hacen los niños cuando se esconden.
Con un caminar cada vez más lento y silencioso nos situamos junto al seto y asomamos conjuntamente nuestras dos cabezas para contemplar la huerta.
¡ Y descubrimos que allí no había huerta !
No había más que tierra oscura, fría y húmeda, que mantenía los bancales, pero no había ni rastro del plantel sembrado el día anterior.

Nos miramos estupefactos, nos acercamos con el cuerpo ya erguido pero manteniendo un silencio reverencial, y ante la desolación de la tierra nos miramos tan desconcertados que no sabíamos si llorar o arrancar a reír, con nuestra expresión algo desencajada y los ojos excesivamente abiertos.
De repente observamos unos rastros plateados pintados sobre la tierra que iban y venían en todas las direcciones y sin ningún sentido que atendiese a una mínima lógica.
Y entonces comprendimos, y entonces arrancamos a reír convulsivamente, y nos abrazamos y nos besamos con una intensidad que no entendía más que de amores, y por eso allí mismo, sobre la tierra húmeda y fría de la madrugada hicimos el amor apasionadamente, y reíamos mientras nuestros cuerpos se fundía en uno y se amaban y nos rebozamos de la tierra entre besos de indescriptible alegría, y sin decirnos nada supimos que nuestro amor sería eterno.

Después de la ducha y de un desayuno en la mesa junto a la huerta y antes del seto, decidimos que el siguiente domingo volveríamos a comprar plantel en el mercado de Puigcerdá no sin antes preguntar a los pageses y mercaderes qué producto ecológico debíamos adquirir para combatir la voracidad de los caracoles y las babosas que habían devorado  nuestra primera experiencia de horticultores autosuficientes.

Antes de acabar el desayuno nos pareció escuchar unas pequeñísimas risas silbadas en los alrededores de la huerta, y decidimos que eran las babosas y caracoles que reían nuestra felicidad y nuestros estallidos de risa y la sonoridad de nuestros besos y caricias y la miel de  nuestras miradas de amantes.

miércoles, 5 de julio de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos) , con el permiso de Bukovski (Charles). (XXV).

 
Hace pocos días una noticia me llamó poderosamente la atención: la mejor nota de selectividad en Catalunya fue de 9,8 (sobre 10, claro está).
Pero lo realmente sorprendente es que esa nota la obtuvieron 4 personas, que, por tanto, empataron.
Pero lo realmente llamativo no es ni lo primero ni lo segundo, sino este tercer aspecto: las cuatro personas que puntuaron con 9,8 fueron MUJERES.

Se me ocurrió de inmediato pensar que esto es lo que denominamos, sin saber muchas veces que es lo que realmente decimos, la EVOLUCIÓN.

Ya con más tranquilidad reflexioné que es evidente que el macho se ha dormido, se ha adocenado en su dominio, y ello comporta el abandono de la lucha y del sacrificio, comporta el acomodamiento, el ensimismarse en su propia contemplación, mientras las mujeres trabajan, sufren, pelean y empiezan a ser conscientes de que el futuro es de quien lo persigue, y esas son ellas.

Ya más tranquilo, y convencido de que no caigo en una interpretación errónea o excesivamente puntual,  y aún desconociendo que sucedió con las notas de selectividad en el resto de España (estoy convencido que los resultados deben ser prácticamente calcados a los catalanes), pensé que debo estar a partir de ya mismo muy atento al discurrir de esta EVOLUCIÓN, con mayúsculas, del género humano, porque las mujeres tienen ante sí la posibilidad de cambiar el mundo, de cambiar las cosas y en todos sus ámbitos, porque alcanzarán el poder tanto intelectual como empresarial y por supuesto político y cultural, y en consecuencia tienen la posibilidad y la obligación de construir un mundo nuevo, más equitativo, más libre, fraterno e igualitario (recurro a la máxima republicana francesa ahora que vivo en el sur de Francia y los catalanes asomamos la nariz a nuestra propia República), desterrando para siempre la envidia, la inquina, la calumnia, la corrupción, la difamación, el ego elevado a su máxima potencia, etc, que han sido la constante durante el periodo de predominio de los hombres hasta llegar a devastar lo  social y lo político, e instaurar esta mediocridad general que hoy día impera en la globalidad del mundo.

Estaré muy atento, mujeres, porque tenéis ante vosotras una oportunidad histórica que no debéis desaprovechar.

Estaré vigilante, y con enormes deseos de aplaudir vuestro éxito vertebrado en torno a ese cambio que podéis lograr, iniciando así una era de mayor concordia y solidaridad.
Desde luego, optimismo no me falta, por lo que os ruego que no defraudéis las altas expectativas y esperanzas que tengo depositadas en vuestra condición femenina.