El pasado 8 de febrero del actual año 2018 “La Vanguardia”
publicó una esquela que merecía ser leída con atención.
Obviando el nombre del finado, que era un hombres de setenta
y siete años, la esquela que sus primos le dedicaron, encabezada por la clásica
cruz, decía textualmente así:
“Hijo de Pilar y Emilio. Ha dejado este mundo sin haber
aportado nada de interés. Creyente en un Dios que espero que exista. Sus primos
y demás familia lo comunican a sus amigos y conocidos, y les ruegan un recuerdo
en sus oraciones. La ceremonia tendrá lugar mañana, día 9de febrero del 2018, a
las 15.30 horas. Tanatori Sancho de Ávila”.
Aparecía también la misma esquela en catalán, y la única
variación existente era en la siguiente (traduzco al castellano): “Ha muerto en Barcelona, el día 6 de
febrero de 2018, a los 77 años de edad, sin haber modificado demasiado el mundo
que lo rodeaba”.
Es evidente que las esquelas o bien sólo comunican el deceso
de la persona en cuestión o glosan de forma rápida y simple aquello que se
considera como rescatable de la vida del fallecido.
Bueno, pues esta es evidente que no.
La pregunta que me despertó su lectura fue la que sigue: ¿ a
esta redacción se le llama sinceridad o simplemente es rencor?
Lo dejo a criterio de mi lector, salvo destacar un pequeño
(o gran) detalle: en la versión castellana hay una frase, que desaparece en la
versión catalana, que reza (¡qué bien que queda aquí este verbo!) “Creyente
en un Dios que espero que exista”.
Destaco, y ese es el detalle, que la redacción es en
singular (“…que espero que exista”.),
cuando en el resto del texto se utiliza el plural, lo cual puede ser una pista
para llegar a la conclusión de que el sincero o el rencoroso en una sola
persona.
Insisto: lo dejo todo a criterio de mi lector.
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