lunes, 18 de mayo de 2015

Amor efímero.

 
Fue muy bonito.
Era una maravilla.
Era una joya de la vida.
Era de nuevo un ángel
que se me aparecía.

Hablábamos cada día,
cada noche,
por teléfono,
y nos decíamos te quiero,
muy bajito,
suspirando te quieros  pequeñitos,
pero era un amor sonoro.
Los míos eran ciertos y poderosos,
los suyos creo que también lo fueron
en los momentos más amorosos.

Me dijo tantas veces que me quería,
que jamás pensé que un día me diría
que ya no me quería.
A mi edad, qué ingenuidad,
no me queda más que pensar
que es mi singularidad.

Qua lástima, que pesadumbre,
podría haber sido precioso
y quedó en una aventura,
para mí en una desventura.

Tengo un quejío ahogado en el pecho,
tengo un hipo clavado en el diafragma
que como una navaja me zahiere el alma,
tengo una ansiedad que me provoca nauseas
y me devora la mente la pregunta de si otra vez más
sabré amar a mujer alguna.

Ella es bella y otros amores llegarán a sus pechos,
mientras yo dudo que de nuevo sepa amar de hecho.
Ella es preciosa y otro acariciará su dulce vientre
mientras mi amor por ella permanecerá latente.

Yo la recordaré como un amor que a mí me redimía,
un amor por la que yo hubiese dejado mi vida,
una entrega mía que de su vida hubiese hecho vendimia.

Ella no creo que en un tiempo
de mí conserve el recuerdo,
ni de mis dedos surcando su cuerpo
ni de mis yemas al acecho del tiempo lento,
acariciando, adormeciendo, lamiendo su descenso
a un sueño acompañado de amores
horadados, abandonados, olvidados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario