(Dedicado a todos aquellos que aspiran en la vida, y en
especial a una amiga que siempre mantiene viva su lucha por aspirar).
Hace no mucho tiempo un aspirador dejó de aspirar y nunca mi
amiga supo exactamente si era por falta de aspiraciones a causa de unos
momentos en los que cayó en un pequeño desfallecimiento, lógico por otra parte
ante esta situación caótica que nos toca vivir, o si simplemente dejó de
aspirar en condiciones honorables porque una pieza de su motor empezó a
renquear o a mostrar signos de fatiga.
Mi amiga decidió consultar conmigo el asunto, no porque yo
sea experto en ello, porque puedo asegurar que no soy docto ni en aspiradores
ni en aspiraciones y menos aún en depresiones y similares, si no simplemente
porque para eso estamos los amigos, para explicarnos y comentar nuestras cosas.
A mí me hizo ilusión que me lo comentara, porque eso
demuestra una cercanía entre nosotros que abona la amistad.
La solución que hallamos para que la casa de mi amiga no
sufriese la invasión del polvo y otros elementos molestos para nuestra vida
casera se basó en la modernidad de nuestra era, pues utilizamos los puntos que
ofrecen las entidades financieras por la utilización de sus productos para
escoger de su catálogo de regalos un aspirador sin decaimientos ni flaquezas y
que por tanto realizase la función de aspirar, aunque al ser un obsequio
gratuito era fácil intuir que sería un buen aspirador pero no de muchas
aspiraciones.
Y funcionó, y de forma bastante correcta, hasta que la
depresión hizo mella en él hasta tal punto que decidió no aspirar ya por nunca
jamás.
¿Y ahora qué, me dijo y se dijo mi amiga? Porque el polvo y
los otros elementos molestos seguían al acecho.
Pues no quedó más remedio que adquirir un nuevo aspirador con aspiraciones más
altas que el del catálogo de la entidad financiera.
¡Y qué maravilla!
Resultó ser un aspirador que a lo mejor y a todo aspiraba,
aspiraba conseguir todo lo que se le ponía por delante, aspiraba sin
desfallecer… hasta que de nuevo empezó a no encontrarle excesivo sentido a eso
de aspirar a tantas cosas, empezó a no aspirar en demasía, siguió por aspirar
poco y prosiguió por amodorrarse y sestear como los que sufren estados
depresivos y no aspiran a nada, y no quedó más remedio que trasportarlo allá
donde fue adquirido para ser sometido a una revisión como las que te hacen en
una clínica cuando sufres una enfermedad que no sabes identificar.
Como es natural nos dijeron que no sabían el tiempo exacto
de revisión que precisarían para reparar el aspirador que se negaba a aspirar.
¿Y, ahora, qué?
Porque como es fácil suponer los elementos indeseables del
hogar siempre están en actitud vigilante para hacerse un hueco en cualquier
domicilio y el de mi amiga ya ha quedado dicho que no es excepción.
Pues como más cosas en la vida de las que creemos la
solución era fácil.
Le presté a mi amiga mi aspirador, que como siempre está
encerrado en un armario menos los miércoles por la mañana que es cuando lo
libera de su encierro mi interina, sale de allí con una fuerza descomunal para
demostrar que todas sus aspiraciones están intactas y para disipar cualquier
atisbo de duda aspira como un loco paranoico.
Yo se que mi amiga tiene ahora un problema menos y eso me
alegra y se que me lo devolverá para cuando regrese la interina, y confío que
con sus aspiraciones intactas.
Esta noche no soñé en ningún momento que era la cucaracha en
que se convertía Gregor Samsa, ni tampoco obsesionó mi sueño el dinosaurio de
Monterroso que cada vez que se despertaba estaba ahí, porque soñé, algo
confusamente, que era un aspirador y tenía que levantarme con los labios en
forma de o pegaditos al suelo para aspirar y en otros instantes del sueño que
era una mota de polvo para ser aspirada.
Creo que en mi sueño finalmente decidí ser una mota de
polvo, para ser aspirado, porque quiero a mi amiga.
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