La Cerdanya está impresionante, de una belleza que abruma,
que llega a cohibir.
Silencio blanco, silencio de hielo que destella guiños de
sol.
Excesiva, desbordante belleza blanca, silenciosa y muda como
el vuelo de un pájaro vergonzoso.
¡ Belleza que avergüenza !
Ayer era la “nit del cap de l’any” y ví bailar la luna como
cuando observaba sus rítmicos movimientos al son del mar del Maresme, pero
anoche bailaba con la nieve del valle y las cabritillas del mar eran los
pequeños copos de nieve dulce y algodonosa que sobre la mar de nieve se
posaban.
Silencio de melancolía, silencio de hielo que destila
reflejos de luz de luna.
Los golpes del viento del “Torb” levantaban espuma de agua y
las estrellas arrancaban luces de plata y oro del agua congelada, mientras el
silencio imperaba sobre el ulular del viento y algún mirlo despistado y negro
como la oscura noche mostraba a la luna su pico anaranjado de primavera
venidera, y el poderoso despliegue de sus alas intentaba despertar a los
murciélagos de su larga noche negra y que a los sin cobijo torna en fantasmas
envejecidos.
Entonces recordé que la muerte acechaba hace unos años a mi
amada dejando caer lentamente su manto oscuro y nocturno entre las sábanas
blancas de su calvario, mientras nuestras manos entrelazadas luchaban por
conservar el último aliento de amor y calor de nuestros cuerpos y nuestros
espíritus.
Cerré mis ojos y me sumí en la muerte congelada del último
día del año, con la esperanza de sustituir la soledad hiriente por el silencio
reparador.
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