lunes, 1 de enero de 2018

Greguerías de un inconformista (XLV).



La Cerdanya está impresionante, de una belleza que abruma, que llega a cohibir.
Silencio blanco, silencio de hielo que destella guiños de sol.
Excesiva, desbordante belleza blanca, silenciosa y muda como el vuelo de un pájaro vergonzoso.
¡ Belleza que avergüenza !

Ayer era la “nit del cap de l’any” y ví bailar la luna como cuando observaba sus rítmicos movimientos al son del mar del Maresme, pero anoche bailaba con la nieve del valle y las cabritillas del mar eran los pequeños copos de nieve dulce y algodonosa que sobre la mar de nieve se posaban.
Silencio de melancolía, silencio de hielo que destila reflejos de luz de luna.
Los golpes del viento del “Torb” levantaban espuma de agua y las estrellas arrancaban luces de plata y oro del agua congelada, mientras el silencio imperaba sobre el ulular del viento y algún mirlo despistado y negro como la oscura noche mostraba a la luna su pico anaranjado de primavera venidera, y el poderoso despliegue de sus alas intentaba despertar a los murciélagos de su larga noche negra y que a los sin cobijo torna en fantasmas envejecidos.

Entonces recordé que la muerte acechaba hace unos años a mi amada dejando caer lentamente su manto oscuro y nocturno entre las sábanas blancas de su calvario, mientras nuestras manos entrelazadas luchaban por conservar el último aliento de amor y calor de nuestros cuerpos y nuestros espíritus.

Cerré mis ojos y me sumí en la muerte congelada del último día del año, con la esperanza de sustituir la soledad hiriente por el silencio reparador.

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