(Dedicado a mi
queridísima amiga de cabecera, asesora y consejera de escritura Gloria Fuertes,
mujer de verso en pecho y alma pura e infantil como la de una niña pícara, pero
bondadosa como el dulce de mazapán de las fiestas entrañables).
Me explican algunos animales que frecuentan mi casa, como
hormigas, mosquitos y moscas, cucarachas, abejorros gordos y, sobre todo,
muchos pájaros de plumas negras y blancas, de picos amarillos y naranjas y
rojos, y de vientres plateados, rojizos y multicolores, que el marketing llegó
a la Selva estas pasadas semanas, cuando finalizaba el invierno y asomaba
tímidamente la primavera.
En lo más profundo de la Selva, en un lugar inhabitado y
poco accesible a la especie humana, se celebró el I Concurso Mundial para el
nombramiento Oficial del Rey de la Selva.
Vamos, que los animales decidieron que eso de que el León
sea permanentemente el Rey de la Selva había llegado a su fin.
Vamos, que cada año se celebrará un Concurso donde se
valorarán los méritos, bondades y atributos de todas las razas de animales y se
escogerá al nuevo Rey de la Selva.
Confían en poder celebrar anualmente el Concurso, porque
este año han carecido de sponsorización y lo han tenido que financiar entre
todos, a pesar de los problemas que planteó el León, que desde un buen
principio se negó, aunque al final recapacitó y aportó algunos potentes rugidos
para dar el pistoletazo de salido al Certamen sin demandar a cambio ningún tipo
de contraprestación.
El conjunto de los animales de la Selva decidieron por
unanimidad que el Jurado del Certamen estaría compuesto por siete miembros, por
aquello de que el siete es número mágico en muchas culturas, y que uno de sus
miembros sería el Secretario del Jurado y sería el encargado de elevar Acta del
resultado final de las votaciones. Y el Jurado estaría compuesto en su
totalidad por Lechuzas, por su capacidad para observar todas las cosas, hasta
sus más mínimos detalles, al girar sus cabezas 360º.
El Jurado suplente o reserva, caso de disputas o incapacidad
para la toma de decisiones de las Lechuzas, lo formarían siete Búhos, por sus
muy similares características morfológicas.
Abrió el Certamen el Rey, el León, que además de rugir más
fuerte que nunca paseó su melena al viento selvático demostrando su enorme
belleza y el poderío de su extraordinaria musculatura. Solo cometió el error de
comerse en público a una presa que previamente liquidó de un par de
dentelladas, lo cual resultó muy desagradable para todos los asistentes, que
eran multitud.
Tras el León compareció el Elefante, se paseó por el
escenario con su lentitud característica, aireó sus orejas y mostró su
descomunal envergadura, aspiró con su trompa el terreno por el que caminaba y
la elevó para mostrarla en su esplendor, pero no cayó en la cuenta de que
enseñaba una multitud de heriditas algo sangrantes en la punta de la misma a
causa de su búsqueda imparable de frutos de las altas copas de los árboles, y
ello no puntuó a su favor porque daba un poco de asquito sobre todos a los
animalitos pequeñitos y jovencitos.
Después apareció la Jirafa, quien paseó altivamente su
altura y esbeltez, pero fue descalificada por unanimidad del Jurado, porque en
su presuntuosidad se calzó con zapatos de tacones para ser todavía más alta, y
el Jurado entendió que una tramposa en ningún caso puede ser nombrada como Rey
de la Selva.
Desfiló el Cisne, pero olvidó que la Selva todavía es una
sociedad machista, y su excesiva apariencia femenina lo condenó a no superar la
fase de clasificación y quedó descartado como finalista.
Con un ruido de mil par de narices, y nunca mejor dicho,
hizo presencia en el desfile el Rinoceronte, lució su cuerno único como si de
un Unicornio se tratase, pero una Lechuza del Jurado, algo conservadora, púdica
y chapada a la antigua, avisó de que si era escogido Rey de la Selva, y
condiciones aparentes atesoraba, podría ser un fiasco tremendo ya que los
humanos buscan hacerse con su cuerno para convertirlo en un polvo al que
atribuyen poderes afrodisíacos. Fue eliminado a pesar de sus tremendas
protestas, que tampoco jugaron a su favor porque fueron algo estridentes y poco
propias de la serenidad de un auténtico Rey.
Apareció en la pasarela como por arte de magia el Pavo Real,
henchido su pecho, con un caminar lento y elegante, alas medio extendidas en
señal de mesura, y luciendo una cola de enormes plumas de publicitario ególatra
preciosa, colorista, erecta, impactante, pero hete aquí que la Lechuza que
había sido nombrada Secretaria del Jurado le arrancó en su desfilar una pluma
del centro de su cola porque carecía de estilográfica para redactar el Acta del
Jurado. Tal vez el robo y el agujero que ocasionó justo en el centro de la
hermosa cola del Pavo Real hubiese podido pasar desapercibida, pero el grito
histriónico y desmedido del bello
Pavo Real le delató, y lució una cola amputada y capada y una cabeza ya de por
si pequeña medio gacha que le impidió ser finalista del Concurso. Se marchó del
Centro de Convenciones selvático entre lloriqueos afectados que confirmaron al
Jurado que su descalificación era más que correcta.
Muy lentamente, extraordinariamente lento y pausado, surgió
nadie sabe de dónde el Perezoso, y dijo antes de cansarse y dormirse, que él
era el nuevo Rey de la Selva, porque no hacía nunca nada y aspiraba a hacer
todavía menos (puso algún ejemplo, pero no voy a citarlos porque todos sabemos
lo que hacen los Reyes y las Reinas y, por tanto, es innecesario) salvo a
ganarse el derecho a ser servido, mantenido y atendido por todos, porque esa es
condición inherente de un verdadero Rey. Se durmió colgado de una rama con su
brazo y mano prensil y costó esfuerzos brutales descolgarlo y enviarlo de nuevo
a la Selva, pues quedó evidenciado que no podía ser Rey quien se duerme en
eventos de vital importancia, como el de su posible nombramiento.
A continuación apareció un Asno de tamaño mayúsculo, pero
casi antes de iniciar su rebuznar, ya que apreció que los últimos candidatos
justificaban con un discurso su candidatura, el Jurado observó que ceceaba y le
aconsejaron que tal vez fuese mejor para sus intereses personales, y también
para los generales, sentarse en la silla de la consulta de un logopeda antes
que en el Trono de Rey de la Selva, donde su ridiculez en la expresión y en el
habla lo ridiculizaría a él mismo y por ende a todos sus votantes.
Casi de forma inmediata le siguió en el desfile de
Candidatos el Burro Catalán, pero fue excluido del Concurso de forma inmediata
porque estaba más preocupado en maquillarse y acicalarse pintándose la bandera
catalana en su cuerpo que de cualquier otra cosa, y el Jurado convino que
parecía más una Cebra-Payaso que un Burro auténticamente catalán.
Un Perro empezó su desfile convencido de que el simple hecho
de que su verdadero nombre fuese el de Can y de que su principal función era la
de ser cancerbero de cualquier cosa que tuviese entrada, y la Selva seguro que
la tenía, le otorgaría el título de nuevo Rey de la Selva, pero una anciana
Lechuza concluyó su examen del animal con la afirmación de que era una animal
disléxico por un motivo de suma importancia: el perro está más atento de ser
más fiel a un ser humano que de ganarse la fidelidad de todos los animales, y
ese detalle le imposibilita totalmente para ser nominado como Rey de la Selva.
Fue descalificado fulminantemente, mientras otros miembros del Jurado le
afeaban también la gran cantidad de especies que presenta su estirpe hasta el
punto de que muchos sino presentan pedrigrí no valen ni para animales de
compañía porque son desestimados por los hombre.
Se fue el pobre con las orejas gachas y la mirada triste a
lamer la mano de su amo.
El tema estaba derivando hacia una situación difícil cuando
apareció en el escenario un magnífico Gallo de colores vivos y divinos, cabeza
alta, cresta inhiesta y rojo rubí, pico largo y afilado, patas amarillas con
uñas poderosas como garfios y espolón criminal que infundía respeto, y miró de
ganarse el apoyo del Jurado y todos sus asistentes cuando a pleno pulmón cantó
Cocoricó-Cocoricó haciendo temblar las ramas de los árboles donde escrutaban
serias las Lechuzas. Parecía que la Gran Esperanza, el Gran Candidato, se podía
apuntar una victoria inapelable cuando todos sus congéneres allí concentrados
para llevarlo en volandas hacia la victoria cantaron Kikirikí-Kikirikí unos y
Cocoricó-Cocoricó los otros manifestando una desunión evidente que hizo que el
Jurado eliminase del Campeonato al compungido Gallo, porque qué cantaría y a
quién contentaría entre los de su propia especie si era elegido Rey de la
Selva.
Por el mismo motivo se descalificó a quien siguió al Gallo,
una magnífica Hiena, que causó enorme desazón cuando no se supo si reía con un
¡Jajajaja! o con un ¡Hahahaha!.
Todos los asistentes se quedaron estupefactos cuando en la
siguiente candidatura se comprobó que quien se presentaba era una Gallina, a
quien así bautizaron en su día, hace ya muchos y muchos años, porque todos
dieron por supuesto que su principal característica era la cobardía, y de ahí
la exclamación de “¡Eres un gallina!”
que se lanza y dirige contra quien se muestra cobarde y
pusilánime, casi melifluo, ante situaciones que presenta la vida.
Pero se le dio una opción cuando manifestó plena de
convencimiento que ella era la Gallina que Huevos de Oro ponía.
La instaron a que depositase en el escenario del desfile un
Huevo de Oro, pero salió de cáscara y de color blanquito el primero, de cáscara
y de color rosadito el segundo, de cáscara y repleto de pecas de tonalidades
ocres el tercero, y para más INRI de la Gallina todos se rompían al caer al
suelo ridiculizando su enorme vanidad gallinácea, que se las tuvo y se las vio
para desaparecer del escenario porque sus patas estaban pringadas de la masa de
la clara y la yema mezcladas patosamente en torno a sus patas.
Y siguió el desfile de candidatos con una Liebre, que fue
descalificada antes de sprintar un poco por el escenario porque por chula
perdió una carrera con la Tortuga, que prudentemente ni se presentó al
Concurso, por una diezmilmilmillonésima de segundo, tal y como nos explicó el
maestro del cuento breve Augusto Monterroso.
El Chimpancé, que de tanto hacer monerías cansó sobremanera
al Jurado y a los espectadores, además de tener los dientes sucios y el culo
también, porque no se los lava prácticamente nunca, y el Orangután, que sólo
estaba pendiente de ver entre los espectadores a Jane Goodall (especialista
mundial en chimpancés, no en orangutanes, pero qué más, todo son primates) para
preguntarle si lo hacía bien y por ello desatendía las indicaciones de los
organizadores y del Jurado.
Infinidad de Pájaros de divertidos y llamativos colores
acudieron y se presentaron al Concurso, pero ni siquiera se admitió su
participación porque al Jurado le pareció que gustan más de volar, incluso de
emigrar, que no de sentarse en el trono de Rey de la Selva, que requiere de
permanecer allí entronizado.
Hasta un Canguro se presentó, pero fue descalificado porque
ama la estepa y no la Selva y temieron que caso de ser escogido como Rey de la
Selva le pasase como al Papa Francisco, argentino de la pampa desubicado en el
Vaticano.
También apareció un Ornitorrinco, pero lo enviaron de nuevo
a su territorio austral por estafador e imitador incorregible, ya que quiere
ser varios animales en uno y eso es inaceptable y carece del respeto y orgullo
obligado de un Rey de la Selva.
Parecía que aquello no tenía fin, me refiero a las
candidaturas imposibles de competir con éxito, cuando de repente apareció una
Hormiga asegurando que su fuerza era descomunal, porque pesaba menos de un
gramo ella sola era capaz de levantar su propio peso más de un centenar de
veces (o algo parecido dijo la articulada), pero el Jurado rió, y creo que la
ofendió, porque consideró que era ambigua, dado que a veces volaba y otras no,
y además era sumisa y esclava y con ciertas tendencias transexuales porque desfilaba
en fila india como deseando ser otra cosa diferente de su condición.
Y cuando el desánimo cundía entre Organizadores del
Certamen, Jurado y espectadores, de golpe y porrazo apareció la Pulga.
Hizo unas cuantas cabriolas por el estrado, saltó con una
agilidad digna de encomio, se mostró libre como un pájaro ligero, desparramó
paz como la paloma de Picasso, arte en sus gráciles movimientos como Messi
cuando juega al fútbol, haciendo lo más difícil extremadamente fácil, no se le
observó soberbia alguna ni vanagloria en sus movimientos y desplazamientos,
cuando quiso demostró su propia invisibilidad y cuando lo deseó se manifestó con un breve y profundo
picotazo en las alas de las Lechuzas que componían el Jurado, brincó y saltó y
se elevó y descendió como un acróbata oriental del “Cirque du Soleil”, la
intentaron cazar de distintas formas y siempre reapareció invicta, vivita y
coleando, y con una sonrisa victoriosa en su faz, se escondió y no se la
encontró y de nuevo apareció, y finalizó con un triple mortal de espaldas sin
red para sentarse en el Trono del Rey de la Selva.
Las Lechuzas del Jurado tuvieron que desenroscar su cuello
porque no giraron 360º sino vaya usted a saber cuánto giraron, y los
espectadores necesitaron ayuda de los servicios médicos y de asistencia para
cerrar sus babeantes bocas.
La pregunta nadie la formulaba, pero era evidente que
flotaba en el ambiente: ¿estaban ante el nuevo Rey de la Selva?
Deliberaron.
Deliberaron las Lechuzas.
Deliberó el Jurado.
Y una voz serena se impuso a las otras que todavía sentían
el impacto de la actuación de la Pulga, y así dijo: “Escuchemos el que
podría ser su discurso de entronización caso de que definitivamente la
nombremos nuevo Rey de la Selva”.
Todo el Jurado coincidió en que era lo más pertinente, por
lo que así se lo comunicaron a la Pulga, que solicitó pronunciar su discurso
desde el Trono y le fue, sabiamente, denegado. Bastaba con un atril cualquiera
para que pronunciase su discurso.
La pulga cogió el micrófono a tal efecto dispuesto y así
habló:
“El Elefante , que es muy grande, se siente el Rey de la
Selva, pero ante el Rey León se somete y le obedece.
El Rinoceronte luce un solo cuerno como su gran
patrimonio, pero sucumbe ante el hombre que se lo extirpa para satisfacción de
aquellos que buscan placer en sus polvos afrodisíacos.
La Liebre es capaz de perder su poder en una distracción
porque se considera tan superior a la constancia de la Tortuga que al final cae
derrotada.
La Hormiga es muy fuerte, ciertamente, pero tiene
tendencias a abandonar su raza de naturaleza terrestre y hacerse de otra que es
voladora.
El Gallo carece de personalidad, a pesar de su gallardía
y belleza, porque desconoce como debe manifestar en público su autoridad.
El Perro ha olvidado que la fidelidad la debe mostrar a
sus orígenes y no a su amo, por lo que cayó en la esclavitud y el sometimiento.
El Asno alcanzó el poder en algún país pequeño y con
escasas aspiraciones éticas y morales, y así les luce el pelo.
La Gallina ni es de Oro, ni de Plata ni de Bronce, por lo
que no puede aspirar a liderar nada y a nadie, y su vanidad es un escándalo
porque encima es una cobarde reconocida mundialmente.
El Pavo Real que se dedique a la publicidad porque todos
los Creativos esconden un pavo real en su ser, y es allí donde tal vez se
encuentre a gusto y viva feliz.
El Perezoso sólo duerme. La Jirafa es tramposa. El Asno
catalán no une sino que separa. La Hiena huele mal y es bipolar porque no sabe
si ríe o llora.
Y no sigo
porque ninguno de los candidatos que aquí han concurrido merece ser nuestro Rey
de la Selva.
Todos son unos mediocres, y algunos de ellos llegan a ser
Jefes porque ambicionan el poder, y si es preciso, son dóciles y sumisos frente
a los más poderosos que ellos, que siempre los hay, porque lo que desean por encima de todo y de todos es
su poder personal.
Yo, sí estoy capacitada para ser el Rey de la Selva.
Porque soy la que tengo más talento y aptitudes, y yo
nunca he deseado ser Jefe porque eso, como ya he dicho, es para los mediocres.
Yo soy libre y habito y domino lo que me da la gana sin
aspavientos, sin demostraciones y sin ostentar ninguna Jefatura.
Me hace fuerte no mi musculatura sino mi agilidad,
contrariamente al rugido del León, a la potencia del Elefante, a la fuerza del
Orangután, a la velocidad del Guepardo, a la capacidad del Tigre para dominar
su habitat, a la belleza del Cisne
o del Pavo Real, al vuelo de los Pájaros o al caminar lento y difícil de las
Aves, y no presumo de la fuerza de las Hormigas ni de la capacidad de incordio
de las Moscas, Mosquitos y demás Insectos.
Yo no muestro nada de todo eso porque no me es necesario
para reinar.
Yo soy el nuevo Rey de la Selva”.
El discurso de la Pulga causó un impacto brutal.
El silencio en la Sala de Congresos del Certamen se podía
cortar con un cuchillo mal afilado.
Los ojos de los espectadores sufrían enormemente porque no
pestañearon ni una sola vez durante el discurso de la Pulga.
Zumbaba un ruidito sordo y constante en el ambiente, que
insinuaba claramente y con una seguridad transparente y apabullante que todos
los asistentes se encontraban ante el Nuevo Rey de la Selva.
Solo faltaba el pronunciamiento de los miembros del Jurado,
que en aquel mismo instante estallaron en un cerrado, fuerte y unánime aplauso
que fue seguido por la totalidad de los asistentes.
La emoción inundaba la Sala.
Los vítores a la Pulga eran constantes y sonantes.
La Pulga había tomado de nuevo asiento, altanera y
orgullosa, en el Trono del Rey de la Selva, como quien no quiere la cosa.
Dos ordenanzas portaban la enorme Corona de Oro sobre una
bandeja asimismo de oro amarillo reluciente como el sol para coronar a la Pulga
en cuanto el Presidente del Jurado diese la orden definitiva de entronización
al tiempo que sonaba la música con el Himno de la Selva sonando con todos sus
decibelios.
Todo estaba ya solemnemente preparado para la coronización
de la Pulga como Nuevo Rey de la Selva, cuando la Lechuza mas anciana del
Jurado pidió la palabra y solicitó Reunión de Urgencia y a puerta cerrada de
todos los miembros del Jurado. El Presidente le concedió cinco minutos para que
expresase lo que desease y exigió asimismo la presencia del Secretario del
Jurado por si era necesario recoger en Acta lo que allí se debatiese. Y
desfilaron de su palco de honor, ante una cierta sorpresa y estupefacción
general, para reunirse en la intimidad de la estancia casi estanca de una
enorme secuoya y así debatir entre ellos sin observación alguna desde el
exterior.
Y allí, cómodamente instalados, los miembros del Jurado esto
oyeron de la Lechuza decana como consecuencia de su enorme ancianidad:
“Debemos meditar profundamente la decisión de nombrar a
la Pulga como nuevo Rey de la Selva.
La decisión es trascendental y no podemos cometer error
alguno, ya que errar comportaría gravísimas consecuencias para el Gobierno de
la Selva.
Fijaros, honorables miembros del Jurado: he tenido que
utilizar estos prismáticos que me acompañan para poder ver a la Pulga sentada
en el Trono de Rey de la Selva dado su minúsculo tamaño, que roza la invisibilidad
propia más de una bacteria que de un animal de la Selva. Y aún así he podido
observarla con grandes dificultades.
He pensado que, a pesar de que eso no lo hemos comprobado
todavía, pero es fácil concluir que no me equivoco, que en cuanto nuestros ordenanzas
le coloquen en su cabeza la Corona, la misma será más una cárcel para la Pulga
que una Corona, porque es mil veces más grande la Corona que todo el pequeño
cuerpo de la Pulga.
Y eso es bastante ridículo para todo un Rey de la Selva,
aunque podríamos superarlo si basamos su reinado en sus extraordinarias dotes
de mando y liderazgo.
Pero creo que no es el caso, porque he meditado sobre el
contenido del discurso que nos ha dirigido, y resulta tremendamente
contradictorio: ¿puede alguien que no desea ser Jefe, de nadie y de nada, ser
Rey de la Selva?
Me temo que la respuesta es contundente: NO.
Por tanto, y dado que ya he consumido el tiempo que la
Presidencia del Jurado me ha concedido para mis reflexiones en voz alta,
propongo desestimar la entronización de la Pulga como nuevo Rey de la Selva y
posponer este I Certamen de Elección al próximo año, y eso nos concederá un
período de tiempo sensato para que los candidatos preparen a conciencia sus
candidatura y nosotros fijemos con mayor mimo y esmero las condiciones mínimas
imprescindibles para poder presentarse”.
Se produjo un breve murmullo entre los asistentes a la
reunión, unos manifestando su posición favorable a la reflexión de la Lechuza
anciana, otros preocupados por las consecuencias de comunicar a los
espectadores allí presentes y al resto de habitantes de la Selva que el
Certamen-Concurso quedaba vacante, otros manifestando dudas y más dudas tanto
por lo uno como por lo otro, pero finalmente se impuso el sentido común, que
dice que si el convencimiento sobre la decisión a tomar no es total, mejor
posponer la decisión, trátese de lo que se trate.
Así que el Secretario del Jurado levantó Acta Oficial en la
que se manifestaba que el Concurso quedaba VACANTE y se detallaba el por qué de
la decisión de forma metódica y rigurosa.
El Jurado regresó a su Palco de Honor, y desde allí el
Presidente comunicó oficialmente la resolución adoptada tras sus deliberaciones
a todos los asistentes, a los corresponsales extranjeros y a los medios de
comunicación, entre los que se encontraban las televisiones, las radios, los
rotativos y los medios surgidos de las nuevas tecnologías de la información.
La reacción de todos fue comedida y comprensiva, como
corresponde a un pueblo maduro y a un país confiado en que las decisiones de
sus Jueces son las correctas, las más sabias y las que imparten verdadera
Justicia, y al fin y al cabo un año pasa muy deprisa y en un plis-plas se
volverían a encontrar de nuevo en aquel lugar de la Selva para elegir nuevo
Monarca y en las mejores condiciones para una elección acertada para el
Gobierno de la Comunidad de la Selva.
Solo se oyó algún gritito discrepante por parte de la
decepcionada Pulga, que en un pequeño ataque de ansiedad intentó picar a todos
los que se cruzaron para saludarla y animarla a presentarse el año próximo,
pero su reacción histérica fue rápidamente sofocada por el personal de
seguridad y no hizo otra cosa que confirmar que aquel ejemplar selvático no
podía acceder al Reinado de la Selva.
Así que el Rey León sigue reinando en la Selva por lo menos
durante un año más, y Gloria y yo mismo abandonamos el papel y el lápiz con el
que hemos narrado esta historia del Primer Certamen-Concurso Mundial para la
elección del nuevo Rey de la Selva, no sin antes mirarnos, guiñarnos un ojo
repleto de complicidad, dejar volar una risita pícara pequeñita y divertida, y
sentarnos tranquilamente, cogidos de la mano, en el jardín de mi casa teñido de
césped verde y con vistas a las cimas nevadas de la Cerdanya para disfrutar de
los primeros rayos de sol de esta recién estrenada tardía primavera, mientras
nuestros oídos perciben a lo lejos el rugir sereno, pausado y algo cansado del
Rey León, el Rey de la Selva.
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