domingo, 8 de abril de 2018

Ocho de abril de 2018



Llueve en la Cerdanya.
Llueve en Barcelona, me dicen mis amigos.
Intuyo que llueve en Tarancón y en toda España.
Es una lluvia mansa, cadenciosa, casi caliente, pero sobre todo es lluvia fértil, es lluvia de vida, de flores y manzanos y ciruelas y cassis y rosales que apuntan ya la floración. Es lluvia de hierba fresca y verde mar.

Susan y yo bailamos de alegría. Susan y yo deseamos que llueva toda esta  semana que en Castilla empieza mañana y en nuestra tierra empieza hoy.
Es la lluvia de nuestra fertilidad, es la lluvia de nuestro amor, es la lluvia de nuestros cuerpos unidos en la procreación. Es la lluvia de la generosidad y la entrega, es agua dulce del amor y agua salada de los amantes. Es lluvia de fuego de la corteza de los eucaliptos de la Casa Grande de Cabrils y de la arena de la orilla de la playa de los Palomares y del mar Mediterráneo. Es lluvia de llar de foc y cremat de ron y granos de café.

Hoy nuestro Hijo Aleix cumple treinta siete años. Y el miércoles su hija Susana, que ya no es Tutana, que ya es Susana Riera y sabe que luce con orgullo taranconero el nombre de su avia que se lo prestó porque la abuelita tiene otro que es Amor, cumplirá seis años llenos de la generosidad de sus padres que la recibieron de los suyos. Y el domingo próximo Jerónimo cumplirá treinta y nueve años. Y los dos, nuestros dos hijos, se empaparán la cara con el agua de la lluvia y la mezclarán con sus lágrimas de amor porque dirigirán su rostro al cielo para besar a su madre que estará bailando, sonriendo, besando, danzando, amando…

Y seguirá lloviendo lentamente toda la semana, porque el Amor se propaga y se contagia y se desprende y se recoge y se percibe y se devuelve.

Y Susan y yo seguiremos bailando, sonriendo, besando, danzando, amando…

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