lunes, 9 de octubre de 2017

Greguerías de un inconformista (XXII).

 
En un momento de la noche cerrada,
cuando los sentidos confunden el atardecer y el amanecer
y el cuerpo que los cobija desconoce si finaliza la fatiga y el desfallecimiento 
o despierta la plenitud física y el fortalecimiento,
te decía en silencio, ribereña,
que nunca olvidaré tu piel de porcelana,
ni tampoco la falsedad de tus palabras agazapadas en las cuencas negras de tus ojos
y escondidas en las cenizas negras de tu corazón quemado.
Me he despertado con la boca muy seca de costra de baba acumulada en mis labios
y un enorme desorden de arena en mi alma escasamente serena.

Y en ese preciso momento he recordado aquella canción que grita en un susurro caliente 
que si alguien te engaña y te dice te quiero echa leña al fuego y empieza de nuevo.

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