martes, 6 de noviembre de 2012

Algún día te prometo, Paula, que te hablaré de tu abuelita.

  
Te escribo, Paula, el día antes de tu cumpleaños porque la vigilia tiene el misterio que no tiene el día esperado. La víspera acapara la grandeza porque contiene la emoción de la espera y cuando llega lo esperado es como si se empequeñeciese el mismo día en que ha llegado.

Y esta noche de hoy, Paula, te invadirá el desvelo por su llegada y una gran emoción te pondrá esquivo el sueño y tu amanecer será exaltado porque en casa y en el colegio y en toda la familia estaremos para celebrar tu día y no se te pasará el brío de tus nervios porque durante toda la jornada durará el convite de tu cuarto aniversario.

¡Mañana es tu cumpleaños, Paula! Cuatro añitos tiene ya mi niña.

Y mañana llegará la conmoción del regalo que es lo más esperado y en muchas ocasiones asomará la sorpresa porque el recibido es más regalo que el esperado y porque con la impresión la adrenalina se te ha escapado.

Y mi regalo, Paula, son palabras del recuerdo de la abuelita a la que tú conociste tan deprisa y tan corriendo porque se escapó como a ti se te escurría la tetilla de las primeras leches de tu madre en aquel Hospital de Terrassa.

Algún día, Paula, te contaré como con tu abuelita corríamos el uno contra el otro cuando nos divisábamos cada uno en un extremo del Paseo de Las Palmeras porque nuestro encuentro nos enloquecía.
Te explicaré cómo en los otoños encarnados y bermellones yo besaba las hojas ruborizadas para estampar besos de te quiero y que el viento peregrino las viajase y tu abuelita corría tras ellas porque para sí quería mis te quiero.
Conocerás por mis narraciones cómo con la abuelita disfrutábamos de nuestra mutua compañía en los inviernos frente a la lumbre de la chimenea que nos contagiaba de la pasión de la fogata y nos regalaba el calor con el que al frío y la humedad del Maresme combatía.
Te contaré también cómo en los largos día de estudios en la ciudad la esperaba a su salida de una Academia de idiomas a la que ella asistía agazapado tras un árbol de la Vía Augusta para aparecer como por azar y así poder acompañarla en esas tardes de la Barcelona de los años setenta.

Te explicaré cómo tu abuela un día me besó y allí todo empezó.

Te describiré, Paula, cómo una mañana de verano en Casa Carolina tu abuelita esperó a que una maquinita le contara que tu papá ya estaba en su barriguita, y te contaré que yo escapé como el correcaminos de los cuentos, bip-bip, saltando de alegría por toda la casa y la Casa Grande y el parque, bip-bip, y cómo la abuelita nos sonreía porque a los dos nos quería.

Otro día saldremos de casa muy tempranito para ir al mar y tú y yo contemplaremos muy juntitos porque el relente procura abracitos cómo sale el sol y nos da su calorcito y allí te explicaré que a tu abuelita su papá le llamaba a veces “ranita” y otras “rana” porque del agua del mar se enamoraba.
Y sabré narrarte que cuando el sol se detenía al mediodía tu abuelita ya la mesa preparada tenía y todos queríamos comer de todo lo que ella disponía porque las comidas de tu abuelita encandilaban a los amigos y a los hermanos y a los primos de tu papá y a los papás de la abuelita y a mis papás y a los amigos y a las amigas y hasta a las hormigas que comida en procesión recogían.

Y me emocionaré cuando te relate cómo por las noches tu abuelita adornaba su pestañeo de negro y de verde su parpadeo y pienso ahora que cuando yo la observaba acicalar sus ojos es porque la abuelita deseaba mi aprendizaje para que un día yo engalane tu mocedad de ojitos de diablilla pilla.

Y sobre todo, sobre todo, Paula, nos inventaremos muchas historias, muchas historietas y muchos cuentos que tendrán el encanto de los duendes y el vuelo etéreo de las hadas y el trajinar de los trasgos, y se las explicaremos a la abuelita que estará cómodamente sentada en esa su nube de algodón y lana y del color del oro viejo para que ella las conozca y las bendiga, y las explicaremos a nuestros amiguitos y así atenderemos los besos que un día nos envió tu abuelita cuando nos dijo que todos debíamos querernos mucho más entre nosotros.

Este es mi regalito para mañana, Paulita.
Yo quisiera darte más, mi niña. Siempre más.
Algún día así será. Algún día es una mala excusa, pero no tengo otra, Paula.
Algún día comprenderás este regalito de cumpleaños de tu avi que sabe que tu abuelita lo último que se llevó entre sus brazos y las palmas de sus manos fue el llanto de tu boquita que buscaba el seno de la mamita y el roce de tu piel de recién nacida.

Algún día te prometo, Paula, que te hablaré de tu abuelita.

2 comentarios:

  1. Precioso regalo Paco, éste no se compra lo "Has Hecho Tú" . Lo hicisteis los dos.
    ¡Felicidades!

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  2. Gracias, Helena.
    No sabes como echo en falta a mi compañera.
    Su amiga me dijo un día, cuando ella ya no estaba aquí, que no padeciese porque si algo yo había hecho es hacerla feliz, hacerla sonreír cada mañana y reír mucho toda la jornada. Que ella lo sabía porque su íntima amiga así se lo había dicho muchas veces.
    Esa confidencia de su amiga ha sido el mejor regalo de mi vida !!!

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