Te escribo, Paula, el día
antes de tu cumpleaños porque la vigilia tiene el misterio que no tiene el día
esperado. La víspera acapara la grandeza porque contiene la emoción de la
espera y cuando llega lo esperado es como si se empequeñeciese el mismo día en
que ha llegado.
Y esta noche de hoy, Paula,
te invadirá el desvelo por su llegada y una gran emoción te pondrá esquivo el
sueño y tu amanecer será exaltado porque en casa y en el colegio y en toda la
familia estaremos para celebrar tu día y no se te pasará el brío de tus nervios
porque durante toda la jornada durará el convite de tu cuarto aniversario.
¡Mañana es tu cumpleaños,
Paula! Cuatro añitos tiene ya mi niña.
Y mañana llegará la conmoción
del regalo que es lo más esperado y en muchas ocasiones asomará la sorpresa
porque el recibido es más regalo que el esperado y porque con la impresión la
adrenalina se te ha escapado.
Y mi regalo, Paula, son
palabras del recuerdo de la abuelita a la que tú conociste tan deprisa y tan
corriendo porque se escapó como a ti se te escurría la tetilla de las primeras
leches de tu madre en aquel Hospital de Terrassa.
Algún día, Paula, te contaré
como con tu abuelita corríamos el uno contra el otro cuando nos divisábamos
cada uno en un extremo del Paseo de Las Palmeras porque nuestro encuentro nos
enloquecía.
Te explicaré cómo en los
otoños encarnados y bermellones yo besaba las hojas ruborizadas para estampar
besos de te quiero y que el viento peregrino las viajase y tu abuelita corría
tras ellas porque para sí quería mis te quiero.
Conocerás por mis narraciones
cómo con la abuelita disfrutábamos de nuestra mutua compañía en los inviernos
frente a la lumbre de la chimenea que nos contagiaba de la pasión de la fogata
y nos regalaba el calor con el que al frío y la humedad del Maresme combatía.
Te contaré también cómo en
los largos día de estudios en la ciudad la esperaba a su salida de una Academia
de idiomas a la que ella asistía agazapado tras un árbol de la Vía Augusta para
aparecer como por azar y así poder acompañarla en esas tardes de la Barcelona
de los años setenta.
Te explicaré cómo tu abuela
un día me besó y allí todo empezó.
Te describiré, Paula, cómo
una mañana de verano en Casa Carolina tu abuelita esperó a que una maquinita le
contara que tu papá ya estaba en su barriguita, y te contaré que yo escapé como
el correcaminos de los cuentos, bip-bip, saltando de alegría por toda la casa y
la Casa Grande y el parque, bip-bip, y cómo la abuelita nos sonreía porque a
los dos nos quería.
Otro día saldremos de casa
muy tempranito para ir al mar y tú y yo contemplaremos muy juntitos porque el
relente procura abracitos cómo sale el sol y nos da su calorcito y allí te
explicaré que a tu abuelita su papá le llamaba a veces “ranita” y otras “rana”
porque del agua del mar se enamoraba.
Y sabré narrarte que cuando
el sol se detenía al mediodía tu abuelita ya la mesa preparada tenía y todos
queríamos comer de todo lo que ella disponía porque las comidas de tu abuelita
encandilaban a los amigos y a los hermanos y a los primos de tu papá y a los
papás de la abuelita y a mis papás y a los amigos y a las amigas y hasta a las
hormigas que comida en procesión recogían.
Y me emocionaré cuando te
relate cómo por las noches tu abuelita adornaba su pestañeo de negro y de verde
su parpadeo y pienso ahora que cuando yo la observaba acicalar sus ojos es
porque la abuelita deseaba mi aprendizaje para que un día yo engalane tu
mocedad de ojitos de diablilla pilla.
Y sobre todo, sobre todo,
Paula, nos inventaremos muchas historias, muchas historietas y muchos cuentos
que tendrán el encanto de los duendes y el vuelo etéreo de las hadas y el
trajinar de los trasgos, y se las explicaremos a la abuelita que estará
cómodamente sentada en esa su nube de algodón y lana y del color del oro viejo
para que ella las conozca y las bendiga, y las explicaremos a nuestros
amiguitos y así atenderemos los besos que un día nos envió tu abuelita cuando
nos dijo que todos debíamos querernos mucho más entre nosotros.
Este es mi regalito para
mañana, Paulita.
Yo quisiera darte más, mi
niña. Siempre más.
Algún día así será. Algún día
es una mala excusa, pero no tengo otra, Paula.
Algún día comprenderás este
regalito de cumpleaños de tu avi que sabe que tu abuelita lo último que se
llevó entre sus brazos y las palmas de sus manos fue el llanto de tu boquita
que buscaba el seno de la mamita y el roce de tu piel de recién nacida.
Algún día te prometo, Paula,
que te hablaré de tu abuelita.
Precioso regalo Paco, éste no se compra lo "Has Hecho Tú" . Lo hicisteis los dos.
ResponderEliminar¡Felicidades!
Gracias, Helena.
ResponderEliminarNo sabes como echo en falta a mi compañera.
Su amiga me dijo un día, cuando ella ya no estaba aquí, que no padeciese porque si algo yo había hecho es hacerla feliz, hacerla sonreír cada mañana y reír mucho toda la jornada. Que ella lo sabía porque su íntima amiga así se lo había dicho muchas veces.
Esa confidencia de su amiga ha sido el mejor regalo de mi vida !!!