Hace pocos días una noticia me llamó poderosamente la
atención: la mejor nota de selectividad en Catalunya fue de 9,8 (sobre 10,
claro está).
Pero lo realmente sorprendente es que esa nota la obtuvieron
4 personas, que, por tanto, empataron.
Pero lo realmente llamativo no es ni lo primero ni lo
segundo, sino este tercer aspecto: las cuatro personas que puntuaron con 9,8
fueron MUJERES.
Se me ocurrió de inmediato pensar que esto es lo que
denominamos, sin saber muchas veces que es lo que realmente decimos, la
EVOLUCIÓN.
Ya con más tranquilidad reflexioné que es evidente que el
macho se ha dormido, se ha adocenado en su dominio, y ello comporta el abandono
de la lucha y del sacrificio, comporta el acomodamiento, el ensimismarse en su
propia contemplación, mientras las mujeres trabajan, sufren, pelean y empiezan
a ser conscientes de que el futuro es de quien lo persigue, y esas son ellas.
Ya más tranquilo, y convencido de que no caigo en una
interpretación errónea o excesivamente puntual, y aún desconociendo que sucedió con las notas de
selectividad en el resto de España (estoy convencido que los resultados deben
ser prácticamente calcados a los catalanes), pensé que debo estar a partir de
ya mismo muy atento al discurrir de esta EVOLUCIÓN, con mayúsculas, del género
humano, porque las mujeres tienen ante sí la posibilidad de cambiar el mundo,
de cambiar las cosas y en todos sus ámbitos, porque alcanzarán el poder tanto intelectual
como empresarial y por supuesto político y cultural, y en consecuencia tienen
la posibilidad y la obligación de construir un mundo nuevo, más equitativo, más
libre, fraterno e igualitario (recurro a la máxima republicana francesa ahora
que vivo en el sur de Francia y los catalanes asomamos la nariz a nuestra
propia República), desterrando para siempre la envidia, la inquina, la
calumnia, la corrupción, la difamación, el ego elevado a su máxima potencia,
etc, que han sido la constante durante el periodo de predominio de los hombres
hasta llegar a devastar lo social
y lo político, e instaurar esta mediocridad general que hoy día impera en la
globalidad del mundo.
Estaré muy atento, mujeres, porque tenéis ante vosotras una
oportunidad histórica que no debéis desaprovechar.
Estaré vigilante, y con enormes deseos de aplaudir vuestro
éxito vertebrado en torno a ese cambio que podéis lograr, iniciando así una era
de mayor concordia y solidaridad.
Desde luego, optimismo no me falta, por lo que os ruego que
no defraudéis las altas expectativas y esperanzas que tengo depositadas en
vuestra condición femenina.
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