Hoy ha muerto la gata de mis vecinos.
Se llamaba “Rebelle”.
No sé de qué ha muerto, pero era una gata joven.
He visto a mi vecina llorar amarga y cadenciosamente en el
jardín. A mí, cuando me ha comunicado que había encontrado a la gata muerta, se
me ha nublado la vista, sobre todo el ojo derecho que es el que está haciendo
cataratas. No sé muy bien si lloraba por la gata o por ver las lágrimas de mi
vecina. Tal vez por ambas cosas.
Su compañero abría un agujero en la tierra de su jardín para
enterrar el cuerpo de la gata. Su jardín está junto al mío. La han enterrado y
después se han abrazado. Yo me he escondido en casa para no molestar su
intimidad, pero veía la escena desde la ventana de mi cocina. He dejado pasar
un par de horas y entonces he cortado una rosa encarnada de mis rosales y la he
colocado sobre la tumba de “Rebelle”, cubierta con una piedra de pizarra
grande.
Se me ha aguado la vista de nuevo.
He regresado a casa y me he emocionado por el llanto de mi
vecina. O por la muerte de la gata. Tal vez por ambas cosas.
Las mujeres tienes un llanto sereno y pleno.
Luego he llorado.
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