Compañera del alma mía,
Esta noche salí a nuestro jardín a las 02:30 h.
para ver la lluvia de estrellas de todos los agostos.
Siempre cuesta verlas,
porque cuando no es una nube son dos, o tres,
o muchas nubes que dificultan su visión.
Pero esta noche,
mientras espiaba el cielo con atención,
una estrella cayó en la huerta, y se depositó junto a tus
cenizas.
De inmediato supe que era la estrella que me enviabas,
y no me atreví a recogerla porque pensé que era profanar el
firmamento,
porque pensé que era robarle la luz a esos otros parajes que
ahora iluminas tú.
Sólo pude hablar unos instantes fugaces con ella,
y fue para decirle que tú sigues siendo la compañera del
alma mía.
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