lunes, 30 de julio de 2012

Parlamento en la boda civil de Juan Carlos Calzado Romagosa y María Forteza Bueno


Juan Carlos me comunicó hace unas semanas que se casaba contra María.

Me pidió que dirigiese unas palabras a los asistentes a su boda civil.

Y pensando en qué podía decir llegué a la conclusión que debía basarme en la sencillez, porque en las  cosas sencillas es donde reside la verdad.
Y la encontré, la sencillez, recordando las muchas cosas que hemos compartido juntos Juan y yo, desde que nos conocimos hace ya unos 50 años.

Siempre éramos dos: tú y yo.
Y como muchas parejas de famosos, del cine, del teatro, del espectáculo,  nosotros también teníamos nuestros roles: tú eras el bueno, y yo el malo. Tú eras el sentido común y yo el sinsentido. Tú eras la serenidad, y yo el torbellino, el volcán.
Sí, éramos como una pareja, nos complementábamos.

Cuántos veranos en Cabrils y en el Valle de Arán y en la calle Calatrava y en la calle Mallorca. Y en Zapatox y en Jardilín y en el Náutico de Vilassar de Mar y en la Montaña de la Cruz de Cabrils, cuando nos parecía que escalábamos un pico muy alto y está ahí al lado de Cabrils, y en el Hotel y en La Concordia y en las 24 h. de ping-pong, y en el juego del póker y en el King, y apuntábamos en un libro de contabilidad el resultado de las partidas y comentarios jocosos que aparecían durante el juego.
El libro estaba en mi casa, y se lo cedí a mi amigo Juan, que es quien lo conserva en la actualidad,

Yo hasta compartía padres contigo, porque los tuyos eran los míos durante el mes de agosto, cuando yo me metía en aquel pequeño ascensor que subía la comida desde la cocina, pero no subía la comida porque el que subía era yo.

Y por las mañanas, molt d’hora, molt d’hora, molt d’hora, tú y yo éramos los únicos que acompañábamos a tu padre a caminar por la montaña y a oír sus interminables discursos, y tú y yo con el resuello a la altura de la suela de los zapatos, porque tu padre no paraba de subir y subir y subir…

También pensaba mientras recordaba lo mucho que compartimos  que los padres muchas veces son unos insensatos. Los tuyos invitándome todo el mes de agosto al Valle y los míos autorizándolo siempre y cuando fuese de paquete en la moto de Tano Itoiz. ¡¡¡ Insensatos !!!

También compartimos horas y horas en el río pescando truchas. Bueno, tú pescabas truchas y yo liaba el hilo con todo lo que me encontraba por el camino y no pescaba ni media trucha.

Fíjate si compartimos cosas que hasta cuando Tete Riart se empeñó en convertirme en un pájaro y hacerme volar, después del batacazo que me solté en el aterrizaje, y mientras yo creía que me moría porque no había oxígeno en mis pulmones, tú te tronchabas de la risa en mis propias narices y mientras los demás me ayudaban a recuperarme tú seguías riendo a mandíbula batiente. Hasta eso compartimos, aunque fuese desde situaciones y posturas diferentes y divergentes.

Compartimos viajes, estancias en el Burgo de Osma, colegio, fiestas, cumpleaños, proyectos, amigos comunes (Javier Fernández-Cid, Luis Asmarats, Quique Fabregat, los Tolrá, Pablo y Coque, amigas, como mi hermana Pía, mi prima Ángela, las Cortada, las Sallent, Leonor, Paqui,…compartimos el nacimiento de nuestros hijos, compartimos ilusiones, ahora mismo mi casa en la Cerdanya,…

Y después y sobre todo seguimos compartiendo años y años de amistad… y en estos momentos tu boda con María. ¡¡¡ Qué alegría veros felices !!!

Y en el futuro, seguiremos compartiendo muchas cosas, no te quepa ninguna duda, amigo !!!

Fíjate, Juan, y con esto acabo, hasta compartimos nombre de mujer… Susana,…
¡¡¡ va por ellas !!!

FELICIDADES  A LOS DOS, y VIVA LOS NOVIOS !!!

2 comentarios:

  1. Todo esto me suena de algo.... pero con la generación posterior claro! Ay que suerte tenemos algunos de conservar esos buenos y viejos (por antiguos claro, que aún somos unos chiquillos!) amigos. Pues sí, VIVAN LOS NOVIOS y los amigos de los novios!

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  2. Fue una boda entrañable.
    Juan y María estaban radiantes, felices, emocionados.
    Y yo también, porque me ví con amigos que residen en otras ciudades y que cuando los ves es como si nos viésemos todos los días.
    Los lazos que nos unen son tan profundos que no hace falta nio hablar entre nosotros cuando queremos cometer una tropelía, reírnos de otro amigo, cabrear al otro, molestar al de más allá o confundir al de aquí.
    Lo pasamos magníficamente bien. Fie un enorme placer reencontrarnos y disfrutar de nuestra propia compañía.

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