Esta mañana he tenido una reflexión real.
Real porque ciertamente que la he tenido, y también real
porque de la realeza trata la reflexión.
La inspiración me ha sobrevenido leyendo las noticias de la
prensa del día.
Y la noticia que llamó mi atención hace referencia a la casa
real del Principado de Mónaco.
¡ Mira que a esa gente le pasan cosas raras !
El Príncipe Rainiero se casa con una bellísima actriz, Grace
Kelly, y aparecen a ojos de todo el mundo como una pareja de ensueño, feliz y
enamorada, capaz de renuncias personales por amor.
Pero resulta que ella, tras concebir y parir a tres
querubines divinos, dos chicas y un chico, se mata en un accidente de coche que
jamás ha sido aclarado convenientemente (¿conducía ella o la bella Carolina, y
si conducía la princesita, en qué condiciones lo hacía?).
Las dos hermosas princesitas, conforme crecen y se
desarrollan, físicamente, quiero decir, porque lo otro ya presenta más dudas
que no son ahora objeto de esta reflexión real, dan mucho que hablar por sus
salidas de tono y, como diría la conservadora sociedad de un país real,
resultan un poco ligeritas de cascos, lo cual llena de noticias del Principado
y sus miembros reales las páginas de la prensa rosa, y en algunas, bastantes,
ocasiones, rosa oscuro tirando a negro.
El principito, Alberto, muy mono él, tan mono que en su día
se discutió y comentó largo y tendido sobre sus tendencias sexuales, no
consigue encontrar pareja, lo cual en sí mismo no tiene ninguna importancia,
pero en el caso de una familia real sí la tiene, porque de él y de su pareja
tiene que surgir el heredero de la corona.
Después de mucho tiempo el bello Alberto, ya algo menos
bello porque se nos pone algo gordito y se queda algo calvito, contrae
matrimonio con una guapa plebeya, Charlene, y tras muchos comentarios acerca de
sus crisis y desavenencias matrimoniales, la rubia guapa y elegante se queda
preñada, por lo que el ya madurito Alberto dará continuidad a la saga real
monegasca, lo cual constituye una Gran Noticias para los asuntos reales.
Pero hete aquí que esta realeza no cesa en sus devaneos con
el surrealismo, y ella anuncia que espera gemelos, lo cual crea un estado de
ansiedad a todos los súbditos del Principado, que en este caso serán unos
cuantos que medran por los recovecos palaciegos, porque al resto es fácil
imaginar que el tema sucesorio se la debe traer al pairo.
¿Y por qué esa ansiedad?
Pues tiene fácil explicación.
Si son dos varones los que Charlene pare, ¿quién es el mayor
y por tanto el heredero al trono del Principado?
Unos dicen que el primero en salir del útero materno es el
mayor, pero otro sostienen que el que sale último es en realidad el mayor
porque fue concebido antes, y por eso se sitúa al fondo del claustro materno.
Así que, ya tenemos un nuevo dilema.
Sin embargo, si salen un varón y una fémina, no hay
problema, porque Mónaco, al igual que todas las monarquías al uso siguen siendo
machistas. El heredero es el varón y ella que se aguante y conforme con el
título de Princesita hermana del opositor real y por derecho propio al trono.
Y si lo que pare la bella rubia que ya va entrando en años
son dos hembras, pues liada la tenemos, porque además de que los legisladores
deberán trabajar un poquito para parir una nueva Ley que permita o facilite el
reinado de una mujer, recuperamos el primer problema ya planteado, esto es, ¿quién de las dos hermanas es
la mayor, la que sale primero o la que sale última por ser concebida con
anterioridad a la otra?
¡ Mira que era fácil haber sido un Alberto no tan mono y con
claras y reales tendencias por las del otro sexo, casarse cuando corresponde
(en la veintena o máximo en la treintena), y parir varios hijos, y entre ellos
un varón, para acabar con los problemas sucesorios y así dejar a Rainiero
proseguir con sus depresiones nacidas a la muerte de la bella Kelly y
transmitidas en forma de jolgorio y frenesí a sus descendencia !
Es eso lo que me ha hecho reflexionar y concluir que la vida
es, realmente y nunca mejor dicho en este caso, una broma.
Lo que no sé todavía es si esta broma es de buen o de mal gusto.
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