La Lechuza ha proferido un penetrante, lánguido y mortífero
chillido de una angustia inmensa.
La causa del mismo es el siguiente pensamiento que ha
cruzado su cabeza: si en los pleitos y discusiones internas del Partido Popular
Rodrigo Rato se hubiese impuesto a
Mariano Rajoy, lo cual no era mucho suponer ni mucho arriesgar en las
apuestas políticas dado que era el delfín de José María Aznar, hoy sería
Presidente del Gobierno de España.
Interpreto por delegación el pensamiento de El Grito de la
Lechuza: el hombre que arruinó Bankia, que medró en el Fondo Monetario Internacional,
y que se benefició de las Tarjetas de la Vergüenza/Desvergüenza de Caja Madrid
(dejémonos de eufemismos al estilo black y/o tarjetas opacas) por menos del
canto de un duro sería hoy en día PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE ESPAÑA !!!
Sólo esta posibilidad, tan real como la vida misma, ha
provocado esa reacción en el Grito de la Lechuza, convirtiendo el Grito en ese
chillido lastimoso.
Pero no es esto lo que más preocupa al Grito de la Lechuza (y por contagio o mimetismo a mí mismo): lo que más preocupa a la Lechuza es que
nadie se escandaliza ni nadie pone el grito en el cielo.
Nos resbala un poco pensar que ladrones, chorizos,
timadores, corruptos, oportunistas, y estafadores alcancen lo más alto de la
gobernancia patria, y eso por qué:
porque nos hemos acostumbrado a esta mierda y a este horror de la corrupción.
Las ratas no huelen la mierda porque viven en ella.
Pues nos está pasando lo mismo.
Somos los españoles unas ratas acostumbradas a la mierda y a los malos olores que despiden los que nos gobiernan desde todas las instancias: las centrales, las autonómicas, las provinciales, las regionales, las del pueblo que habitamos y la de la más pequeña organización que tiene incidencia en nuestras vidas.
Pues nos está pasando lo mismo.
Somos los españoles unas ratas acostumbradas a la mierda y a los malos olores que despiden los que nos gobiernan desde todas las instancias: las centrales, las autonómicas, las provinciales, las regionales, las del pueblo que habitamos y la de la más pequeña organización que tiene incidencia en nuestras vidas.
Es esta capacidad de adaptación y de condescendencia la que
preocupa a la Lechuza (y a mí, por extensión).
Reaccionemos. Salgamos a la calle, y exijamos que esa gente
se largue donde no se les pueda encontrar, y seamos, por una vez en la historia de este país cainita, magnánimos y no nos
dediquemos a pasarles factura sino a construir otra sociedad y otra forma de convivencia basada en
otros principios y en otras prioridades.
Hagámoslo antes de que sea demasiado tarde, porque hasta las
ratas de cloaca mueren y se pudren. Que no se pudran los anhelos de los que
tenemos la voluntad de vivir en un mundo mejor.
Unamuno regresa siempre, como cuando dijo, al ver la España
de sus días, “¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje”.
A nosotros nos toca pasar la escoba por este país, por este paisaje y por este paisanaje.
A nosotros nos toca pasar la escoba por este país, por este paisaje y por este paisanaje.
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