viernes, 10 de octubre de 2014

Uñas, pico y plumas de águila.


“El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir setenta años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión.

A los cuarenta años, sus uñas se vuelven tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico, alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas, y para entonces, volar se vuelve muy difícil. En ese momento, sólo tiene dos alternativas: abandonarse y morir, o enfrentase a un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente ciento cincuenta días.

Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido próximo a un paredón donde no necesita volar y se siente más protegida. Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico hasta arrancarlo. Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una sus viejas y sobrecrecidas plumas.
Y después de esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros treinta años más.”


Esta mañana he recibido este magnífico cuento de una extraordinaria amiga que conocí a los pocos meses de que mi vida sufriese muchos cambios, y todos ellos bruscos e inesperados.
Su compañía, su cariño y su rápido conocer las interioridades de mi mente y de mi espíritu me ayudaron a sobrellevar mis angustias y desesperos en momentos en que me urgía el aire fresco para que ventilase mi cerebro, mi cuerpo y mi vida entera.

Su enorme facilidad para leer mis situaciones, mis momentos y mis temporadas (¿o será que soy de fácil comprensión dadas mis escasas capacidades intelectuales? No, ni me voy a menospreciar ni le restaré méritos a ella) han hecho que hoy, en los inicios de lo que no sé en que devendrá aunque lo intuyo porque es lo que deseo, me remita este cuento que leyó, me dice, hace unos quince años, coincidiendo con un período de su vida en que también precisaba de cambios sustanciales.
Le gustó, imagino que le ayudó a su comprensión de hechos que a veces suceden y escapan a nuestro dominio, y por eso me lo envía con el simple deseo de que me guste. Y eso me gusta, porque hay momentos en los que excesivos consejos, demasiada sabiduría y profusión de recomendaciones me agobian y me desazonan y su invasión de mi ser provoca en mí efectos contrarios a los que entiendo busca aquel que dice que así actúa porque me aprecia. Sólo me dice que espera que le guste.
Así está bien.
El resto, yo lo decidiré.

Pero su iniciativa es de nuevo porque me lee y creo que me comprende bien.
Afronto una época en que muchas cosas deberán cambiar en mi vida, unas por que las deseo y otras porque me convienen.
Y no es fácil.
Nafa fácil porque son ya muchos años viviendo de otros anhelos, de otros suspiros y deseos, de otros sedimentos que dan consistencia a una vida. A una forma de vida y de aspiraciones de cómo vivir la vida.
Y ahora que sobrevendrá el cambio, son momentos de soledades inabarcables.
Son las soledades que acompañan siempre mi vida. Y de las que preciso para reafirmar mi singularidad.
Son las soledades semejantes a los momentos que acontecen cuando estás en el prefacio de la comunión con otro cuerpo para instantes después fundirte en él, cuando todo promete porque queda el deseo suspendido, cuando estás sin entenderlo en exceso presente y ausente, y después, cuando los sudores y el ardor de la relación finalizan, te invade una soledad abismal que no es más que la confirmación de tu individualidad, por mucho que la sintonía haya sido de embriagadora felicidad.

Desconozco la fase del águila en la que estoy.
O no.
Creo que estoy en la búsqueda del cobijo del nido en el que no necesito volar, que en mi caso es mostrarme a mí mismo en frenética actividad. En el frenesí que me acompañó en mis años de vendedor de estrategias e ideas de publicidad para que otro vendiese más y mejor y yo llenase unas huchas que eran de las del antiguo barro cocido que al romperse se vaciaban en el desparramarse del consumo sin excesivo control porque ya otro cerdito se llenará con la próxima campaña de éxito comercial.
El nido está identificado.
En la montaña.
Alejado y próximo al laberinto de histerias que fue mi vivienda durante los años de la velocidad por llegar a destinos que no importaban, porque sólo era atractivo llegar a lo que otros me demandaban y que muchas veces eran ajenos a mis necesidades y anhelos reprimidos.
Me acompañó una mujer que era un ángel de plumas majestuosas y que partió para que sus bondades alcancen a otros que las precisan más que yo. que las valoré más en la ausencia que en la presencia por la fiebre del triunfo engañoso.

Después vendrán el pico y las uñas y las plumas, que no sé cuando será, pero ahora no importa porque la velocidad ya no me interesa ni quiero que incida en mí en la nueva fase que inicio porque ahí me llevaba el vuelo de mis míseras alas y también mi deseo de reconstrucción en estadios que me eran lejanos y que ahora serán la fuente de la que deseo beber.

Tampoco fijaré objetivos de ciento cincuenta días como el águila del cuento, porque entrarían en contradicción con el nuevo estilo que busco para apaciguar mis interioridades. El tiempo dirá cuánto necesito para encontrar eso que ahora anhelo.

Podría explicar muchas más cosas que abundan en mi corazón y que pugnan por florecer, pero mientras acondiciono mi cobijo en una etapa previa de cuidados imprescindibles para que mi físico me permita una vida apacible, deseo pedir disculpas por este tanto hablar de mí que no debe tener presencia importante cuando de nuevo vuele con uñas, pico y plumas de águila de los vientos y los aires frescos de las montañas.

Amiga mía, amiga que ya fuiste y persistes en ser águila, parece, te decía esta mañana, que nuestros caminos se cruzan hoy obstaculizando la cercanía física, pero pienso que esa es también una manera bella de encontrarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario