Sentado ayer en mi terraza de costumbre y con una cerveza
negra magníficamente tirada por una dominicana negra de difícil nombre, Deyanira,
se me ocurre detenerme en las necrológicas de La Vanguardia, tal vez porque me
llama la atención una esquela grande y con profusión de tipografías diferentes
en cuanto al tamaño y la intensidad de la tinta negra.
Dos esquelas con el nombre y apellidos de la fallecida,
viuda de Don fulanito de tal, y a continuación, en el cuerpo del texto, las
habituales palabras de falleció reconfortada con los santos sacramentos, y sus
hijos e hijas, fulanito, meganito y sus parejas, menganita y fulanita,…. y que
el sepelio se celebrará en el Tanatorio X a tal hora determinada.
Nada que decir hasta aquí. Lo normal en las esquelas
tradicionales, que sólo varían en el tamaño, porque según las medidas te haces
una idea aproximada del poderío económico de la familia del fallecido o
fallecida.
Pero de repente, en mi detenimiento observo algo que me
llama la atención poderosamente, tanto que se me escurre por entre los labios
el primer trago de cerveza negra.
Dos esquelas más comunican el mismo fallecimiento de la
Señora en cuestión, mencionando su nombre y sus dos apellidos, y debajo de
ellos una frase que reza que es (era) la madre de un Señor que es (desde hace
tiempo) el Presidente de una gran Compañía del sector energético catalán.
Estas dos esquelas están firmadas por la Compañía que
preside el hijo de la fallecida y por una Fundación perteneciente a la misma
Compañía.
Mi relámpago
mental desmantelado me lanza de forma inmediata una pregunta que de entrada me
pregunto si es fruto de la espuma de la cerveza negra o es una pregunta normal
de mis capacidades de observación y análisis.
Me pregunto si se esa Compañía y esa Fundación tienen
necesidad de mostrarse serviles, pelotas, rastreras, aduladoras, tiralevitas,
remilgadas, vasallas, sumisas y esclavas con su Presidente, claro está.
¿No es suficiente con comunicar la defunción de la Señora,
manifestar el dolor de directivos, empleados y demás, y firmar la esquela?
Concluyo que la que madre de ese Presidente debía de ser una
Gran Señora, una extraordinaria mujer, seguro, no tengo por qué dudarlo, y de
su hijo ya tengo alguna duda, porque que sus subordinados actúen así me hace
suponer un estilo de liderazgo que creo que no compartiría.
Es posible que me confunda, es posible que hoy esté con la
cabeza en otro lugar, pero muchas veces me gusta dar total y absoluta libertad
a mis relámpagos mentales desmantelados, y hoy el relámpago me dice que este
tipo de manifestaciones de empresas del siglo XXI parecen un anacronismo que
roza el ridículo por su desproporción.
Doy cuenta de un trago de mi cerveza y me las piro.
Dejo el periódico abierto por la página de las esquelas por
si a otro loco como yo se le ocurre observarla e incluso analizarla.
No creo. Estas manías mías merecen exclusividad.
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