Lamento que te
sientas, Albert, maltratado en tu tierra, que es Catalunya, y en tu pueblo de
Lleida, donde parece que algún desnortado como tú te ha cortado los cipreses
que plantaste en tu jardín.
Creo que tu enorme
ego, porque leo lo que dices y parece que eres el único catalán que merece la
pena de entre los siete millones y medio de catalanes, te hace sentirte el
maestro y tutor de Albert Rivera, y según declaras hasta Picasso te parece que
era un vendido a la izquierda por sus intereses y, en consecuencia, su pintura
estaba condicionada por su ideología. Y no cito más comentarios tuyos porque me
aburres con tus complejos y tus vanidades.
Déjame que te diga lo
que yo, que soy un catalán más del montón, un don-nadie, sólo un hombre que
desea ser bueno y amable con sus vecinos, que intenté ser un buen padre y un
buen marido, ahora un buen abuelo de mis nietas, y que sigo luchando por ser un
buen ciudadano universal desde mi Catalunya natal, a la que amo porque son mis
raíces, el sedimento que me ha construido en lo que soy, y sus costumbres y su
lengua y sus tradiciones me han hecho hombre, sin que ello signifique que no
ame a todos los pueblos y naciones de este mundo con independencia de su raza,
religión, cultura y tradición.
Y esto es lo que yo
pienso, y quiero decirte, de las personas como tú, que no encuentran acomodo
entre los suyos y se vanaglorian de encontrarlo en otros lugares, como en la
ciudad que tú denominas la Capital de las Libertades (Madrid), como si el resto
de capitales del mundo, y en especial Barcelona, fuesen la representación de la
opresión y la tiranía.
Abert (¿o ahora eres
Alberto?), quien no encuentra acomodo entre los suyos, tampoco lo encontrará
entre los extraños.
Falseará y mentirá
respecto de sus sensaciones porque debe demostrar a los otros que ha encontrado
su lugar. Pero él mismo sabe que lo que declara es falso, aunque quede bien de
cara a la galería.
El huésped y el
forastero reciben porque tienen qué ofrecer, pero aquellos que reniegan
de sus orígenes no ofrecen nada porque están dominados por el rencor, y en
consecuencia tampoco recibirán nada.
Y con el paso del
tiempo, en su segunda tierra de acogida, porque la primera no fue lo que
esperaban encontrar y partirán de ella, renegarán de la primera que en algún
momento alabaron, y así hasta el final de sus días, simplemente porque son
descastados. Es como aquellos que reniegan de sus madres, unos mal nacidos que
nunca encontrarán su lugar en este mudo, y por tanto nos les queda más que
renegar de aquello que les es cercano en cada momento de su vida. Desgraciados
ellos, sí, son realmente unos desgraciados.
Lamento que tú seas
uno de ellos, porque si tu ego no fuese tan potente estarías agradecido, entre
otras cosas, a las oportunidades que esta tierra que se conoce como Catalunya
te ha otorgado en tu vida, vida que has alimentado de un término que me
gustaría ver desaparecer entre cualquier ser humano: el ODIO.
Y Albert-Alberto, o
como quieras llamarte ahora en tu búsqueda de tu ubicación mundanal, ya que no
eres más que un bufón (y lo digo con el máximo de mis respetos), ¿por qué no
haces una bufonada o parodia de ti mismo?
A lo mejor te haces
más creíble, a lo mejor dejas de pensar que eres el catalán más
importante de la historia, a lo mejor aprendes a juzgar a Picasso por lo que le
ha hecho universal, que no es otra cosa que su arte y su pintura.
Hasta incluso puede
que llegues a pensar que no eres una víctima, que, por si no lo sabes, es un síntoma
bastante catalán, de eso de lo que reniegas todos los días.
Espero no haberte
molestado, Albert-Alberto.
Con cariño,
Paco Riera.
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