lunes, 4 de abril de 2016

Unas breves letras para un pobre hombre desnortado: Albert Boadella.


Lamento que te sientas, Albert, maltratado en tu tierra, que es Catalunya, y en tu pueblo de Lleida, donde parece que algún desnortado como tú te ha cortado los cipreses que plantaste en tu jardín.
Creo que tu enorme ego, porque leo lo que dices y parece que eres el único catalán que merece la pena de entre los siete millones y medio de catalanes, te hace sentirte el maestro y tutor de Albert Rivera, y según declaras hasta Picasso te parece que era un vendido a la izquierda por sus intereses y, en consecuencia, su pintura estaba condicionada por su ideología. Y no cito más comentarios tuyos porque me aburres con tus complejos y tus vanidades.

Déjame que te diga lo que yo, que soy un catalán más del montón, un don-nadie, sólo un hombre que desea ser bueno y amable con sus vecinos, que intenté ser un buen padre y un buen marido, ahora un buen abuelo de mis nietas, y que sigo luchando por ser un buen ciudadano universal desde mi Catalunya natal, a la que amo porque son mis raíces, el sedimento que me ha construido en lo que soy, y sus costumbres y su lengua y sus tradiciones me han hecho hombre, sin que ello signifique que no ame a todos los pueblos y naciones de este mundo con independencia de su raza, religión, cultura y tradición.

Y esto es lo que yo pienso, y quiero decirte, de las personas como tú, que no encuentran acomodo entre los suyos y se vanaglorian de encontrarlo en otros lugares, como en la ciudad que tú denominas la Capital de las Libertades (Madrid), como si el resto de capitales del mundo, y en especial Barcelona, fuesen la representación de la opresión y la tiranía.

Abert (¿o ahora eres Alberto?), quien no encuentra acomodo entre los suyos, tampoco lo encontrará entre los extraños.
Falseará y mentirá respecto de sus sensaciones porque debe demostrar a los otros que ha encontrado su lugar. Pero él mismo sabe que lo que declara es falso, aunque quede bien de cara a la galería.
El huésped y el forastero  reciben porque tienen qué ofrecer, pero aquellos que reniegan de sus orígenes no ofrecen nada porque están dominados por el rencor, y en consecuencia tampoco recibirán nada.
Y con el paso del tiempo, en su segunda tierra de acogida, porque la primera no fue lo que esperaban encontrar y partirán de ella, renegarán de la primera que en algún momento alabaron, y así hasta el final de sus días, simplemente porque son descastados. Es como aquellos que reniegan de sus madres, unos mal nacidos que nunca encontrarán su lugar en este mudo, y por tanto nos les queda más que renegar de aquello que les es cercano en cada momento de su vida. Desgraciados ellos, sí, son realmente  unos desgraciados.

Lamento que tú seas uno de ellos, porque si tu ego no fuese tan potente estarías agradecido, entre otras cosas, a las oportunidades que esta tierra que se conoce como Catalunya te ha otorgado en tu vida, vida que has alimentado de un término que me gustaría ver desaparecer entre cualquier ser humano: el ODIO.

Y Albert-Alberto, o como quieras llamarte ahora en tu búsqueda de tu ubicación mundanal, ya que no eres más que un bufón (y lo digo con el máximo de mis respetos), ¿por qué no haces una bufonada o parodia de ti mismo?
A lo mejor te haces más  creíble, a lo mejor dejas de pensar que eres el catalán más importante de la historia, a lo mejor aprendes a juzgar a Picasso por lo que le ha hecho universal, que no es otra cosa que su arte y su pintura.
Hasta incluso puede que llegues a pensar que no eres una víctima, que, por si no lo sabes, es un síntoma bastante catalán, de eso de lo que reniegas todos los días.

Espero no haberte molestado, Albert-Alberto.
Con cariño,

Paco Riera.

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