Ayer murió un antiguo tertuliano mío de los bares de Sarriá.
Yo le llamaba “Marqués”, porque siempre vestía con elegancia
y saludaba de forma cortés y caballerosa, antes de pedirse un gin tonic, que
consistía en un buen chorro de ginebra y unas gotas de tónica (creo poder
asegurar que un botellín de tónica le era suficiente para cuatro gin tonics),
de la que decía que le sobraban las burbujas porque restaba espacio para la
ginebra.
Marqués, prometo que hoy me tomaré un gin tonic cargadito
como los tuyos y mientras lo consuma pensaré con mucho cariño en tu persona.
Levantaré mi copa al cielo, y todas las estrellas del
firmamento, que recorreré con la vista, serán burbujas para ti. Se que te
reirás por lo bajini y tu mueca maliciosa bailará por todo tu rostro hasta
detenerse en tus ojillos algo anegados de ginebra.
Y espero que no se me enturbien los míos, porque me gustará
decirte que te aprecié de corazón, como se que tú me apreciabas a mí, porque lo
manifestábamos ambos en nuestras largas conversaciones de hombres solitarios en
una barra de nuestro barrio, que no es un pueblo pero que huele como si lo
fuese.
Mi brindis será por ti y por tu descanso, Marqués, apreciado
“Marqués”.
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