Escucho y veo en la TV de la terraza que ocupo (es casi
final de año, pero hace calor al sol) que Madrid es la primera ciudad de España
en aplicar restricciones de tráfico en función de las matrículas de los
vehículos.
Inmediatamente a esas imágenes del locutor que narra la
noticia, aparece el portavoz del P.P., un tal Rafael H., y nos dice que la
medida a él y a los suyos les parece una solemne tontería ya que se ha demostrado
su ineficacia en otros ciudades europeas como Londres, París, Roma,…
Se me pasa por la cabeza que este Portavoz estúpido del
Partido que gobierna por la estupidez de este pueblo tiene muchas posibilidades
de aspirar y alcanzar la Presidencia de este país de rajonianos estúpidos.
En la mesa de enfrente unos ojos de transparencias azules
lindísimas me cautivan y hacen que olvide al estúpido portavoz y a los coches
de Madrid y su polución.
¡¡¡Bellísimos ojos!!!
Una mano retira de esos ojos un mechón de pelo negro
azabache que el aire ha movido de su lugar correcto, y observo unos finos dedos
con unas cuidadas uñas terminadas en un blanco excelso, brillante, poco
natural.
Es evidente que las uñas son postizas, y me produce una
sacudida en todo mi ser, porque lo postizo, por falso, esconde lo verdadero, y
lo verdadero pueden ser unas uñas mordidas, deformadas e incluso sucias.
Pienso en paralelo que el azabache de su melena negra puede
ser teñido, y puestos a hundirme algo más, pienso también que el azul cristalino
de sus ojos puede que sea el de las lentillas que hoy utiliza la muchacha.
Decido hundirme en la cerveza que me acompaña para no
deprimirme y me pido otra ronda pero con el recipiente más grande de que
dispongan en la terraza a fin de ahogar mis pensamientos sucios de polución y
de postizos de falsedades, o atragantarme hasta que la tos aniquile mi mente
divagante, pero mi confusión aumenta cuando la camarera que es del color negro
del ron del Caribe me pregunta si la cerveza que quiero la deseo rubia o
tostada.
No atino a responder a pesar de tener la boca más abierta
que nunca y perfectamente adornada por una expresión que roza la más soberana
de las expresiones de un idiota.
La camarera se va con la sensación de que ya estoy borracho
o de que soy un estúpido completo.
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