jueves, 20 de septiembre de 2012

Doy fe del coraje


Dedicado a mi brava amiga M.V.

Diecinueve de septiembre de 2012
Llueve en Barcelona y el bochorno es insoportable.
Toda Barcelona grita independencia y suda.
Las calles de L’Hospitalet evaporan asfalto y el sudor y el calor sofoca.

Una amiga me ha convocado para compartir un acontecimiento de su vida y me lo explica delante de un plato de jamón serrano acompañado de pan con tomate y cerveza.

Me dice que desde RR.HH. de su Organización la convocaron la mañana anterior para proponerle la exigencia (¿la exigencia se propone o se impone?) de prejubilarse a fin de este mes.
Le ofrecen unas buenas condiciones si las contemplas frente a las presuntas malas condiciones de no aceptar la propuesta.
Acepta.
Firma la propuesta.
A fin de mes estará prejubilada. Jubilada.
En realidad, dice, ya lo está ahora. Lo está. Pienso.
No brindamos. Hablamos. Comentamos.
Aún no han pasado veinticuatro horas desde que se tragó la noticia.
El maltrago aún está en la boca de su estómago.
Por la noche de ayer empezó a masticarlo y conmigo empieza con la digestión.

No desea jubilarse. Le gusta su trabajo. No tiene Clientes, tiene amigos, me dice. Es asesora personal, le digo. Asiente.
Se siente orgullosa por todos los años trabajados. Se siente útil. Para mí, imprescindible, le confieso. Lo sabe y no se enorgullece. Sí lo hace de su empresa, de lo que ofrece a la sociedad su empresa, de su trabajo en la empresa. Siente que puede seguir ofreciendo, que tiene fuerza, conocimientos, habilidades, constancia, entrega. El país necesita de gente productiva, me comenta. Ella lo es y puede seguir así, pero no la dejan.
Su conciencia social es enorme: dice que no puede entender seguir retribuida y empezar a detener su producción. Dice que yo la entiendo porque soy de su generación. Demasiado generosa. Es verdad que somos de la misma generación pero la generosidad es suya, no de nuestra generación ni mía. Es de ella. Admirable.

Duda si sabrá encontrar otros caminos para colaborar y entregar a la sociedad a la que pertenece. Voy a decirle que no debe tener ninguna duda, que encontrará múltiples caminos para su desarrollo y su colaboración con el prójimo. Voy a decirle lo que se dice sin sentir mucho a cualquier iniciante en la jubilación. Dudo en decirlo porque no sé si ayudo o desayudo.
No tengo opción de decir nada porque me derrota otra vez. Ayer por la tarde se apuntó a un proyecto social de investigación del alzheimer como huérfana de madre con la enfermedad. Horas después de la firma del maltrago ya ha iniciado una nueva actividad de ayuda al otro.
¡Y yo a punto de decir lo que apunta todo el mundo!
Por una vez no se me abrió la boca antes de tiempo. Tal vez estaba llena de jamón y pan con tomate.

Escribo esta breve historia porque me ha hecho pensar.
Me ha hecho pensar en todos los ni-ni de nuestra sociedad que inundan las noticias sociales de la prensa estos días, en los que no encuentran su camino en esta compleja selva social, en los que no saben qué hacer con su vida, en los narcisistas, en los ególatras, en los inadaptados,… en todos los que carecen de coraje.
Yo doy fe del coraje! Yo tengo la suerte de tener una amiga con coraje!

Me gustaría presentarla a todo ese ejército de somnolientos y alienados porque esa mujer es el coraje y la fuerza de un alma noble.
Y creo que sobran las palabras de halago porque a ella no le gustan como no les gusta a todas las mujeres con coraje.

Una mujer que era poeta sabía expresar sabiamente este sentimiento que yo me he bientragado acompañado de jamón con pan con tomate, Gloria Fuertes, que se refería a estas mujeres con coraje como mujeres de pelo en pecho.

Amiga, tú eres la mujer de Gloria y esa a lo que yo admiro,
Mujer de pelo en pecho!!!

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