Dedicado a mi brava amiga
M.V.
Diecinueve de septiembre de
2012
Llueve en Barcelona y el
bochorno es insoportable.
Toda Barcelona grita
independencia y suda.
Las calles de L’Hospitalet
evaporan asfalto y el sudor y el calor sofoca.
Una amiga me ha convocado
para compartir un acontecimiento de su vida y me lo explica delante de un plato
de jamón serrano acompañado de pan con tomate y cerveza.
Me dice que desde RR.HH. de
su Organización la convocaron la mañana anterior para proponerle la exigencia
(¿la exigencia se propone o se impone?) de prejubilarse a fin de este mes.
Le ofrecen unas buenas
condiciones si las contemplas frente a las presuntas malas condiciones de no
aceptar la propuesta.
Acepta.
Firma la propuesta.
A fin de mes estará
prejubilada. Jubilada.
En realidad, dice, ya lo está
ahora. Lo está. Pienso.
No brindamos. Hablamos.
Comentamos.
Aún no han pasado
veinticuatro horas desde que se tragó la noticia.
El maltrago aún está en la
boca de su estómago.
Por la noche de ayer empezó a
masticarlo y conmigo empieza con la digestión.
No desea jubilarse. Le gusta
su trabajo. No tiene Clientes, tiene amigos, me dice. Es asesora personal, le
digo. Asiente.
Se siente orgullosa por todos
los años trabajados. Se siente útil. Para mí, imprescindible, le confieso. Lo
sabe y no se enorgullece. Sí lo hace de su empresa, de lo que ofrece a la
sociedad su empresa, de su trabajo en la empresa. Siente que puede seguir
ofreciendo, que tiene fuerza, conocimientos, habilidades, constancia, entrega.
El país necesita de gente productiva, me comenta. Ella lo es y puede seguir
así, pero no la dejan.
Su conciencia social es
enorme: dice que no puede entender seguir retribuida y empezar a detener su
producción. Dice que yo la entiendo porque soy de su generación. Demasiado
generosa. Es verdad que somos de la misma generación pero la generosidad es
suya, no de nuestra generación ni mía. Es de ella. Admirable.
Duda si sabrá encontrar otros
caminos para colaborar y entregar a la sociedad a la que pertenece. Voy a
decirle que no debe tener ninguna duda, que encontrará múltiples caminos para
su desarrollo y su colaboración con el prójimo. Voy a decirle lo que se dice
sin sentir mucho a cualquier iniciante en la jubilación. Dudo en decirlo porque
no sé si ayudo o desayudo.
No tengo opción de decir nada
porque me derrota otra vez. Ayer por la tarde se apuntó a un proyecto social de
investigación del alzheimer como huérfana de madre con la enfermedad. Horas
después de la firma del maltrago ya ha iniciado una nueva actividad de ayuda al
otro.
¡Y yo a punto de decir lo que
apunta todo el mundo!
Por una vez no se me abrió la
boca antes de tiempo. Tal vez estaba llena de jamón y pan con tomate.
Escribo esta breve historia
porque me ha hecho pensar.
Me ha hecho pensar en todos
los ni-ni de nuestra sociedad que inundan las noticias sociales de la prensa
estos días, en los que no encuentran su camino en esta compleja selva social,
en los que no saben qué hacer con su vida, en los narcisistas, en los
ególatras, en los inadaptados,… en todos los que carecen de coraje.
Yo doy fe del coraje! Yo
tengo la suerte de tener una amiga con coraje!
Me gustaría presentarla a
todo ese ejército de somnolientos y alienados porque esa mujer es el coraje y
la fuerza de un alma noble.
Y creo que sobran las
palabras de halago porque a ella no le gustan como no les gusta a todas las
mujeres con coraje.
Una mujer que era poeta sabía
expresar sabiamente este sentimiento que yo me he bientragado acompañado de
jamón con pan con tomate, Gloria Fuertes, que se refería a estas mujeres con
coraje como mujeres de pelo en pecho.
Amiga, tú eres la mujer de
Gloria y esa a lo que yo admiro,
Mujer de pelo en pecho!!!
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