“Por amor a la verdad”.
Este era el lema –episcopal- del cardenal Carlo María
Martini, fallecido el pasado 31 de agosto en Milán a los 85años de edad.
Han pasado ya siete días y llevo siete días pensando si escribo
esta pequeña Salida de Tono (dije cuando empecé con este Blog que dedicaría mis
esfuerzos a escribir narración breve y no escribiría sobre política, religión,
economía o sociedad, y en cierta medida he cumplido porque después de los 8
primeros meses del año llevo tan sólo 5 incursiones de este tipo según reza el
título de esta Entrada) y he decidido que sí, que la escribo porque hay
oportunidades y acontecimientos que no se pueden dejar pasar así como así.
Dudaba en escribir sobre Martini porque los asuntos
relativos a organizaciones que presumen de religión cuando deberían –caso de
querer presumir- hacerlo de otras cosas me producen una cierta nausea moral y
ética.
Me han animado también articulistas leídos en el transcurso
de estos días y que decían cosas como “El jesuita de debió ser Papa” o “El Papa
que se perdió la Iglesia” o títulos de esta índole.
“200 años por detrás”.
El “Corriere Della Sera” de Milán publicaba inmediatamente
después de la muerte de Martini su testamento religioso en donde se recogen las
principales ideas reformistas que deseaba que la Iglesia adoptase para que le
jerarquía eclesiástica y la propia Iglesia conectase con los actuales tiempos y
con sus fieles.
Tal vez hubiese estado más acertado “200 años O MÁS por detrás”.
Martini mantenía que el preservativo puede constituir el mal
menor frente al SIDA, defendía que la legislación sobre el aborto contribuyese
a disminuir las intervenciones clandestinas con sus peligros inherentes,
afirmaba que la concepción artificial debía ser tratada por la Iglesia de forma
diferente a la actual prohibición que surgió de la publicación de una
Encíclica, mantenía que la Iglesia ha envejecido y muestra signos evidentes de
cansancio, verificaba que la burocracia eclesial aumenta, que las vestimentas y
ritos de sus oficiantes son pomposos, que las Iglesias católicas están al igual
que los seminarios vacías, abrió el debate en las jerarquías vaticanas sobre el
derecho a morir con dignidad (él mismo rechazó que los médicos prolongasen su
vida), sugería que la Iglesia tuviese una actitud más generosa con los
divorciados, y proponía la petición de perdón a las mujeres por el trato de la
Iglesia y las veía en el menor de los casos como diáconas.
Su talante era tal que mantenía amistad con homosexuales y
cuestionaba el celibato sacerdotal.
Ni quería ni quiero debatir sobre estos temas ajenos a la
literatura –que amo y quisiera practicar con virtudes que no me han sido
concedidas- pero tampoco puedo olvidar alguna raíz como mi formación de
infancia, juventud y adolescencia en los jesuitas.
Pienso, no sé si fruto de mi educación o de la experiencia
que acumulas con el sumar años, que hay oportunidades que no se pueden dejar
pasar porque hay trenes que nunca más paran en esa estación, y Martini podía
haber sido esa oportunidad para que la Iglesia Católica recupere algo del
mensaje de su profeta que decía ama al prójimo como a ti mismo, precepto
olvidado por la curia vaticana que está mucho más preocupada por ocultar
eliminaciones conflictivas de sus líderes -léase Juan Pablo I, que no quiso ser
la comparsa de la transición que se supuso sería en su nombramiento- o por el
control de las opacas finanzas vaticanas o en echar tierra y no reconocer con
todas sus consecuencias actuaciones de pedófilas y otros terribles
comportamientos sexuales de sus ministros, incluso de fundadores de
organizaciones de la importancia actual de los “Legionarios de Cristo”. Y sin
olvidar al tétrico, oscuro y poderoso “Opus Dei” (¡qué se puede suponer de una
organización que prohibe o recomienda encarecidamente a sus miembros no
responder ante preguntas sobre su pertenencia a ese grupo!).
Estoy con el Cardenal Carlo Maria Martini cuando afirmaba
que si Jesús regresara lucharía contra los actuales responsables de la Iglesia.
Cardenal, tú Iglesia nunca me interesó más que para
desarrollar mi espíritu crítico racionalista aunque su impulsor y creador no deja de
interesarme por su mensaje de amor y solidaridad con nuestros semejantes y
sobre todo con los más desfavorecidos, pero sobre todo tú si me interesaste por tu amor a la
verdad.
Descansa en paz, Martini.
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