En el mediodía de ayer estaba yo con mi alma de mendigo en
un bar de mi pueblo que, como ya he dicho en otras ocasiones, no es un pueblo
porque es un barrio de mi ciudad pero como que huele a pueblo y además un día
lo fue yo sigo creyendo que es mi pueblo, tomando un vino y unas olivas
picantes deshuesadas de esas que llaman gornal imagino que para justificar que
son gordas y enormes, cuando de repente por la puerta entró un vendaval en
forma de abrazo colosal, de abrazo con la fuerza gigantesca de la tormenta y de
la ventisca y del torbellino y se me arremolinó en mi cuello y en mi pecho y en
mi alma ya cautiva de ese abrazo.
Mi prima María del Carmen, Carmen, a la que hacía algo así
como cinco años que no veía, y cuando la veo es siempre de años en años porque
ella sí que vive en un pueblo que no es el mío porque en realidad es un barrio
y ella vive un pueblo de los de verdad allá por el norte de estas tierras, se
abalanzó sobre mí al verme en la barra del bar convertida en un abrazo que me regalaba
como pocas o ninguna vez he sido abrazado en mi vida.
Un abrazo como su pueblo, de los de verdad de verdad.
Un abrazo de recompensa a mi mendicidad.
Era el abrazo de una mujer que se entrega en un abrazo, que
en ese momento no piensa en nada más que en el abrazo al otro y que resulta que
entonces era su primo, que abraza con intensidad, que abraza con los brazos y
con la cabeza y con el pecho y con el vientre y con los ojos y con las lágrimas
que se derraman y que sólo vemos los que recibimos ese abrazo y ella que lo
regala y con las manos y con el pensamiento y con el alma y con el
estremecimiento del que ama y sabe amar y lo quiere mostrar al mundo entero, y
sobre todo a los de la mesa de detrás mío que embestimos por la fuerza de la
gravedad del estrujón de mi prima, de María del Carmen, de Carmen.
Un abrazo que se derramó por todo mi cuerpo, un abrazo
público porque fue en un bar y que fue al tiempo íntimo porque los demás qué
saben de mi prima y de mí que soy su primo, un abrazo de olores de amor, de
sabor de mujer y de familia, un abrazo con la turbación del encuentro y del
deseo de compartir nuestra piel, un abrazo que supuraba y destilaba esas
lágrimas dulces que sólo afloran a veces porque las lágrimas tienen la sal del
sufrimiento y el corazón que se nos rompía en la sangre cálida de los que se
quieren no sufría si no que brincaba de alegría incontenida, pública e íntima.
¡Qué pocas personas, qué pocas mujeres saben abrazar así,
María del Carmen, Carmen!
¡Qué enormes ganas tuve de besarte en tus labios, como besa
un amante!
¡Qué ganas de llorar abrazado por tu pecho!
¡Qué congoja más preciosa en mi garganta, en mis pulmones,
en mi estómago, en mis entrañas!
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Esta noche recordaba tu abrazo al acostarme en mi lecho y sabía
que mi sueño se vería acompañado de amor reconfortante, tibio, ardiente como la
lava de una abrazo volcánico y febril por las caricias que regala el alma del
que ama, he dormido con mi intimidad, abrazado… abrazado… muy abrazado, por tus
brazos, por tus manos, por tu pecho, por tu vientre, por tu pensamiento, por tu
estremecimiento, por tu alma,… María del Carmen, Carmen.
Lo que copio a continuación lo ha escrito mi prima hermana, y nunca mejor dicho lo de hermana, y a mí me ha llenado de emoción.
ResponderEliminarMe lo ha enviado por e-mail, pero me autoriza a que lo publique en el Blog.
Te quiero, Carmen!!!
"Sábado, 14 de Septiembre de 2013
Bueno,
Por fin estoy lo suficientemente serena para poder escribir estas cuatro rayas….¡¡¡
Creo que es la primera vez que escribo unas letras para dejar salir unos sentimientos.
Aquí me llevas ventaja..... Resulta que tú eres escritor y yo… actor.
¿Qué abrazo fue más fuerte, intenso y espontáneo?
El activo o el escrito?
Uno salido del asombro, del zarpazo impulsivo de una visión deseada, del recuerdo de la infancia en otrora feliz, del orgullo de ser una “pacorrita”, (léase: fan de Paco), de los años que han pasado en el olvido………….
El otro, a modo de vendaval de letras, sabiamente entrelazadas, transmitido también desde un corazón alterado por la vida.
Ambos con la misma intención, con el mismo fin:
“ Transmitir un cariño y un querer sólidos, de por vida, como pocos se guardan en el fondo de un corazón, remanentes, perdurables, y, a fuerza de tenerlos en el rinconcito del ventrículo, cuando encuentran su momento de salida adquieren una dimensión cósmica y, como un tsunami, no avisan, se extienden…, se explayan…, y con fuerza, inundan e invaden.”
En mí, ha quedado ya una muesca de por vida.
La alegría y la certeza, de que “mi primo Paco”, Pacorrito, está aposentado en mi corazón, y allá donde nos dirijamos cada uno en nuestro quehacer diario, allá estará, él conmigo y yo con él.
"
Tu prima María del Carmen, Carmen. La Pacorrita……………."