lunes, 16 de septiembre de 2013

La mar celebra sesenta años.


Estoy en el tren.

Regreso de Cuenca a nuestra casa después de visitar a nuestra familia taranconera.
He tenido tres días de intenso “galopeo” con mi nieta Nanana que es como a sí misma se llama Susana.

Me ha querido mucha gente, tanta que es demasiada, y se me atraganta la sangre que es mucha en mi corazón.
Ahora necesito descansar de emociones que han sido copiosas y agitadas y recuperar la rutina de la lentitud de mi vida y el sosiego que es la quietud del orden de la disposición de las cosas que saben de su lugar y de su destino.

En el tren contemplo desde la ventana que con sus destellos de espejo de instantes me confunde y equivoca la costa “daurada” y los pensamientos que me fluyen tintan la mar de rojo y los ojos me muestran las pequeñas cabritas que se agitan mientras mecen tu presencia, y la mar sabe que hoy celebras sesenta años porque el viento le susurra que yo estoy tracatracatracatrac frente a la fiesta del festejo y que hasta las nubes que la besan la conmemoran por las indiscreciones chiuchiuchiu de alegría de las aves marinas que ahora se posan y ahora se levantan de la espuma en olas de sincronía.

Perdura tu embrujo en mi pensamiento y la mar de leves olas encabritadas sosiega mi espíritu en un despropósito y no me golpea sino que me hace partícipe de su honra que es para ti y para mí, para mí y para ti.

Tú sonríes con tu sosiego  y ahora la mar me canta con su eco que levita en el aire y transita caminos pacopacorropacorritopaquito sonríe tú también con tu efervescencia que su mirada verdemar te baña con el frescor de la ternura y la armonía y eso es la vida a la que aspira y desea me dice la mar.

No hay más.
Nada más.
Ningún pensamiento.
Sólo el magnetismo mesmerita que siempre nos unió y que ayer danzaba en los últimos murmullos de las fiestas de Tarancón y que ahora tracatracatractrac se desplaza de nuevo conmigo allá a donde voy, que es hoy nuestra casa y mañana lo sabe la mar.
Sólo el verde esmeralda en la mente y en el corazón y en el pensamiento y en el sudor ya sin ansia de las palmas de mis manos y de mi frente.

Hoy prenderé una vela que te hará llegar su pequeña columna filiforme de humo al firmamento de estrellas de tus nuevos años.
Sólo para ti y para mí y para todos los que te amamos y que somos tú.

Se elevará este anochecer la llama y se hermanará con ella el humo hacia la luna de ese cielo que Nanana con una escalera te subió cuando conoció las tonalidades del amor que tu aquí en herencia le dejaste.

La mar sigue en la penumbra con las resonancias del tracatracatrac y del chiuchiuchiu y del candor de los que te evocamos.

4 comentarios:

  1. ¡Qué bonito dejar semejantes huellas y que alguien te escriba algo así!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Maribel.
    Si la hubieses conocido a ti también te saldrían palabras bonitas, porque ella sólo derramaba bondad y belleza, y todavía me pregunto cómo podía ser mi mujer esa persona de semejante armonía y sabiduría.
    Me hizo feliz, lo sigue haciendo y mis hijos veneran su memoria y sus nietas le hablan al cielo porque le hablan a su abuelita que por allí arriba despliega sus alas de protección para ellas.
    A ti no te conozco, pero cómo me hubiese gustado que tú la conocieses a ella!!!

    ResponderEliminar
  3. Pues si alguien así te eligió a ti, seguro que no fue por casualidad... ¿Se te ha ocurrido pensar en todo lo que, seguro, le aportabas tú a ella?

    ResponderEliminar
  4. Sólo le aportaba todo mi amor.
    Nada más.
    No sé hacer más.
    Intenté toda mi vida a su lado que cada mañana fuese una sonrisa.
    Y por eso, como que yo utilizaba la ducha antes que ella, mis mensajes en el espejo.
    Gracias por tus reflexiones, desconocida Maribel. Me reconfortan.
    Gracias!!!



    ResponderEliminar