lunes, 2 de septiembre de 2013

Alma de mendigo.


Qué bonita estaba tu casa de la montaña, mi amor!
La he cuidado como si fuese mía.
Los domingos la casa desbordaba flores del Maresme que viajan hasta la Cerdanya a las cuatro de la madrugada y los payeses te las regalaban porque te recuerdan con sus lágrimas secas de rocío y sus arrugas de sol de sal y arena.
Siempre me decías que la casa tenía alma y cuando yo la quise para regalártela tú me decías que había que ver más casas, que no a la primera, que tranquilo, que la casa estaba ahí desde 1850 y no se movería y yo me intranquilizaba porque por una vez en la vida lo tenía claro.
Dijiste que tenía un alma que te asaltaba nada más profanarla y un día así como otro me regalaste un beso cálido y tus ojos me dijeron que aquella casa la íbamos a habitar y yo casi me muero de ilusión porque si en los amores no dispongo de primera vista en esa casa surgió el flechazo.

Agosto ha sido el mes de la danza del alma de la casa y la tuya con el gorrito rojo de Tobías y sus zapatos de fieltro negro y su barba blanca de jefe de gnomos que desde su presencia en el estante de los  libros de nuestra habitación impone el respeto de la sabiduría.

La primera semana me acompañaron tus hijos con sus compañeras y sus niñas y jugamos y reímos y de barbacoa todo el día. Tus hijos me pedían que les hiciera pollo a la brasa porque me dicen que es el mejor del mundo y no es verdad, ¡ que va a ser verdad !, pero cuánto me gusta que me lo digan y que me lo pidan. Yo me río y ellos me dicen papá que es verdad, lo haces de maravilla, y yo respondo lo que a ti te decía porque también lo degustabas, que sólo hay que hacerlo muy lento, muy lento y con una buena brasa para que dore la piel y el pollo haga por dentro.

Por las noches Paula dormía conmigo en tu cama y yo le explicaba que tenías los ojos verdes con motas de color del ocre, que tu pelo era rojo como el fuego y que toda tú eras de pecas divinas, y que lucías tu paciencia porque yo soy impaciente y que yo te quería mucho y tu mucho más a mí, porque a mí se me va la energía por la boca y tu energía la guardabas para entregármela cada día. Paula abría los ojos y escuchaba y después música y después tal vez mis ronquidos y ya a los angelitos entre los que estaba su abuelita.

Susanita trasteaba y me llamaba Avi Paco hasta que mis oídos dejaban de oírla
pero no mi alma que la necesita y la absorbe y se me saltaba del pecho en la búsqueda de los avis paco de su boquita.

La segunda semana me visitó Marta y nos dedicamos a caminar a los lagos y a los ríos, a la lectura y al diálogo, que es una buena razón para estar juntos.
La acompañé a su pueblo al otro lado de la collada y cenamos con su hija y el novio de la hija y los hice reír y ellos rieron y luego todos descansamos con la protección de la montaña.

La última semana la reservé para nosotros.
Para las mermeladas de ciruela y de cassis negro y rojo y de frambuesas de la huerta de tus cenizas.
Para acicalar la casa y peinarla y acariciarla con la mirada y perfumar sus estancias con los aromas de la memoria.
También para robarle un poco de su alma que es la tuya.

En las noches de luna llena de los últimos de agosto con asiento en la huerta frente a la Sierra del Cadí pensé que mis dudas sobre mí se disipan cada día que vivo tu ausencia.
Me siento un mendigo, un mendigo en la casa, porque mendiga mi alma amor y cariño y la cercanía que con tu mesar mis cabellos y acariciar mi espalda y entregarme tu sonrisa atemperabas mi espíritu y mis sentimientos.

¡ La casa está preciosa !
El jardín delantero se cubre con las alas de las tórtolas y las torcaces y las urracas y los pájaros del cielo que buscan en los comederos del gran ciruelo y del manzano el grano que tú y yo disponíamos para contemplar su vuelo.
El césped de la parte trasera verdea y reverbera bruñido y las niñas francesas de los vecinos practican danza después de pedirme un permiso que no precisan y me miran cuando de reojo las observo risueñas y felices y yo se que su baile piensa en ti aunque ellas no lo saben.

Y en las madrugadas me aterra el pensamiento de que el tiempo te pierda en mi interior. El mendigo no tiene nada y yo tengo alma de mendigo.

Prosigo con mis días avanzando a tientas, mi amor !

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