Qué bonita estaba tu casa de la montaña, mi amor!
La he cuidado como si fuese mía.
Los domingos la casa desbordaba flores del Maresme que
viajan hasta la Cerdanya a las cuatro de la madrugada y los payeses te las
regalaban porque te recuerdan con sus lágrimas secas de rocío y sus arrugas de
sol de sal y arena.
Siempre me decías que la casa tenía alma y cuando yo la
quise para regalártela tú me decías que había que ver más casas, que no a la
primera, que tranquilo, que la casa estaba ahí desde 1850 y no se movería y yo
me intranquilizaba porque por una vez en la vida lo tenía claro.
Dijiste que tenía un alma que te asaltaba nada más
profanarla y un día así como otro me regalaste un beso cálido y tus ojos me
dijeron que aquella casa la íbamos a habitar y yo casi me muero de ilusión
porque si en los amores no dispongo de primera vista en esa casa surgió el
flechazo.
Agosto ha sido el mes de la danza del alma de la casa y la
tuya con el gorrito rojo de Tobías y sus zapatos de fieltro negro y su barba
blanca de jefe de gnomos que desde su presencia en el estante de los libros de nuestra habitación impone el
respeto de la sabiduría.
La primera semana me acompañaron tus hijos con sus
compañeras y sus niñas y jugamos y reímos y de barbacoa todo el día. Tus hijos
me pedían que les hiciera pollo a la brasa porque me dicen que es el mejor del
mundo y no es verdad, ¡ que va a ser verdad !, pero cuánto me gusta que me lo
digan y que me lo pidan. Yo me río y ellos me dicen papá que es verdad, lo
haces de maravilla, y yo respondo lo que a ti te decía porque también lo
degustabas, que sólo hay que hacerlo muy lento, muy lento y con una buena brasa
para que dore la piel y el pollo haga por dentro.
Por las noches Paula dormía conmigo en tu cama y yo le explicaba
que tenías los ojos verdes con motas de color del ocre, que tu pelo era rojo
como el fuego y que toda tú eras de pecas divinas, y que lucías tu paciencia
porque yo soy impaciente y que yo te quería mucho y tu mucho más a mí, porque a
mí se me va la energía por la boca y tu energía la guardabas para entregármela
cada día. Paula abría los ojos y escuchaba y después música y después tal vez
mis ronquidos y ya a los angelitos entre los que estaba su abuelita.
Susanita trasteaba y me llamaba Avi Paco hasta que mis oídos
dejaban de oírla
pero no mi alma que la necesita y la absorbe y se me saltaba
del pecho en la búsqueda de los avis paco de su boquita.
La segunda semana me visitó Marta y nos dedicamos a caminar
a los lagos y a los ríos, a la lectura y al diálogo, que es una buena razón
para estar juntos.
La acompañé a su pueblo al otro lado de la collada y cenamos
con su hija y el novio de la hija y los hice reír y ellos rieron y luego todos
descansamos con la protección de la montaña.
La última semana la reservé para nosotros.
Para las mermeladas de ciruela y de cassis negro y rojo y de
frambuesas de la huerta de tus cenizas.
Para acicalar la casa y peinarla y acariciarla con la mirada
y perfumar sus estancias con los aromas de la memoria.
También para robarle un poco de su alma que es la tuya.
En las noches de luna llena de los últimos de agosto con
asiento en la huerta frente a la Sierra del Cadí pensé que mis dudas sobre mí
se disipan cada día que vivo tu ausencia.
Me siento un mendigo, un mendigo en la casa, porque mendiga
mi alma amor y cariño y la cercanía que con tu mesar mis cabellos y acariciar
mi espalda y entregarme tu sonrisa atemperabas mi espíritu y mis sentimientos.
¡ La casa está preciosa !
El jardín delantero se cubre con las alas de las tórtolas y
las torcaces y las urracas y los pájaros del cielo que buscan en los comederos
del gran ciruelo y del manzano el grano que tú y yo disponíamos para contemplar
su vuelo.
El césped de la parte trasera verdea y reverbera bruñido y
las niñas francesas de los vecinos practican danza después de pedirme un
permiso que no precisan y me miran cuando de reojo las observo risueñas y
felices y yo se que su baile piensa en ti aunque ellas no lo saben.
Y en las madrugadas me aterra el pensamiento de que el tiempo
te pierda en mi interior. El mendigo no tiene nada y yo tengo alma de mendigo.
Prosigo con mis días avanzando a tientas, mi amor !
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