viernes, 28 de febrero de 2014

Tinta verde o historia de una nadería.


Ayer yo iba muy contento a hacer un recado por el ensanche de Barcelona.

Pasó entonces que estaba parado ante un semáforo porque el semáforo estaba en rojo. Y como que estaba muy contento se me ocurrió ponerme a bailar. Y pasó que me regalé unos pasos de claqué allí parado en el semáforo.
Y también pasó entonces que una señora que también estaba parada en el semáforo me miró, y como que no sabía que hacer con su cara que me estaba mirando me sonrió. Le devolví la sonrisa con un saludo dieciochesco y muy cortés. Se puso el interior de su mano en la boca como para esconder unas risitas y luego se fue sin decir nada.

Y entonces pasó que ví detrás de mí una tienda con un rótulo que decía Mont Blanch. Y entonces dudé si cruzar el semáforo que ya estaba verde o ir a la tienda. Pasó que fui a la tienda.

Y entonces entré y había un hombre joven sentado detrás de un mostrador mirando una pantalla de un ordenador. Y pasó que me acerqué y le pregunté si tenía cartuchos de tinta verde para mi roller Mont Blanch, que me lo regalaron mi hermana y mi cuñado cuando cumplí cincuenta años.
Y entonces el hombre que estaba sentado detrás de un mostrador y que miraba una pantalla que le hacía lucecitas en la cara me miró y me dijo que no, que no tenía.
Y entonces yo le dije que yo sabía que cartuchos de tinta negra y azul sí tienen pero que me parecía que de tinta verde no los hacían, y esperé respuesta del hombre. El hombre sólo se encogió de hombros como para darme a entender a mí que no sabía. Entonces empecé a explicarle que a mí me gusta la tinta verde para escribir más que la azul y la negra, pero me callé enseguida porque al hombre era casi seguro que le importaba un pito la tinta que a mí me gusta.
Pensé que como al hombre le gustaba mover los hombros yo también podía hacer lo mismo y que él entendiese que seguía esperando respuesta.
Y entonces pasó que el hombre seguía sin decir nada y me miraba con cara como de calamar.
Yo empecé a notar que me estaba poniendo algo nervioso y le expliqué al hombre que ya se que potecitos de tinta verde tienen pero que la pregunta era si tenían cartuchos de tinta verde para mi roller Mont Blanch.

El hombre despertó de su estado cefalópodo y me dijo con una voz como vaporosa que no sabía. Entonces pasó que yo ya estaba nervioso y le dije si sabía algo y si no sabía nada cómo era que estaba allí sentado detrás de una pantalla que le hacía lucecitas en la cara.

Y entonces lo que pasó es que el hombre me dijo que es que aquella era una tienda de vinos y no de cartuchos de tinta.
Y entonces a mí también se me puso cara de molusco marino y me desconcerté un tanto.
Pensé en salir a la calle y mirar el rótulo de la puerta de entrada pero entonces el hombre me dijo que era una tienda de vinos exclusivos de la firma catalana Clos Mont Blanch.

Entonces pensé en disculparme porque parecía que me había confundido por leer sólo una parte de la marca, pero sólo dije ¡ah vale, perdón! porque antes estaba contento y no quería dejar de estarlo y dar más explicaciones no me ponía contento.

Entonces me giré para salir de la tienda de vinos y la puerta de cristal se desplazó muy lenta y le solté sin querer una patada con mi pie y suerte de eso porque si no estampo mi cara con gafas en la puerta.
Desde el mostrador donde estaba el hombre se oyó ¡Cuidado con la puerta, caray! y no era en un tono vaporoso si no denso.

Recogí mi encargo y me puse muy contento otra vez y con ganas de bailar porque esta vez el encargo estaba bien hecho. Antes yo ya había ido y no salí contento porque no habían hecho lo que yo quería. Esta vez sí y me puse muy contento.

Al salir de esa tienda pasó que había un hombre mayor vestido con una americana bonita y de color verde intenso de lago de montañas altas que hablaba con dos hombres más.
Y pasó que me acerqué y le pregunté si sabía donde podía comprar cartuchos de tinta verde como su americana para mi roller Mont Blanch.
El hombre de la americana verde me miró con la cara del bogavante con las pinzas prisioneras de una goma elástica de los restaurantes que tienen bogavante y me dijo ¿perdón? y yo le dije que daba igual, que estaba muy contento y le dediqué unos pasos de claqué.

Y los tres hombres, el de la americana verde y los otros dos, me miraron ahora con la misma cara de cefalópodo del hombre de la tienda que no era de tinta sino de vino.
Y entonces pasó que luego me fui.

Y eso es lo que pasó.

2 comentarios:

  1. Al que hizo, por fin, el encargo bien no le dedicaste también, al pasar, unos pasos de claqué?

    Vaya vaya, lo que inspiran y cunden los encargos bien hechos!!!

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  2. No, simplemente le pagué el encargo y me lo llevé. Eso pasó.
    Pero ahora que lo dices, bien podría haberle alegrado el día con un bailecito.
    Pero ya quedo contento con el pago!!!
    Otro día será. Tal vez xuando busque una americana de otro color. Veremos!!!

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