miércoles, 5 de febrero de 2014

Una historieta de hormigas.


Había una vez una hormiga que era llamada o se hacía llamar que es más exacto “Miga” que chuleaba por la vida porque decía que era muy amiga de todas las hormigas, y así lo explica algún cuento (ella dice que es una historia porque es real y el cuento tiene mucho de ficción), por lo que encima era famosilla.

Como casi todas las hormigas era disciplinada, laboriosa, constante y muy profesional.
Jamás por su cabecita hubiese podido asomar la idea de romper una fila india, que es como normalmente se desplazan las hormigas.
Jamás pensó en caminar erguida sobre dos de sus patitas porque semejante señal de engreimiento no se la podía permitir.
Mostraba desmesurado orgullo por la esclavitud y sometimiento de su raza, ya que le parecía señal inequívoca de identidad y era muy conciente y consistente en el pensamiento grupal.
La única excepción a las estrictas reglas de la tribu hormiguera era esa vanidad de sentirse amiga de todas las hormigas y por eso se hacía llamar por ese apodo de “Miga”, cuando su nombre real era el de Herminia, muy común entre las hormigas ya que gustan de nombres que empiecen por la identitaria letra H.

Pero hete (expresión muy hormiguera por la consonante de su comienzo y muda por ser sometida al silencio de la especie de estos insectos) aquí que otra hormiga de constitución igualita porque eran una igual a la otra y de nombre Herminia le espetó, un día de hormigas como otro cualquiera, que aquellos que dicen que son amigos de todo el mundo no son amigos, y que podía aseverarlo porque en sus estudios filosóficos descubrió esta sentencia pronunciada por un tipo llamado Aristóteles, filósofo griego como todos los platónicos, socráticos y otros de escuelas diferentes saben desde tiempos inmemoriales.

Esta hormiga con ciertas tendencias díscolas gustaba de hacerse llamar “Dean”, a pesar de llamarse en realidad Helena por razones obvias de haches iniciales, por aquello de que Dean Martin actuaba con cigarrillos entre los dedos para ser más interesante y James Dean protagonizó y dio vida a un rebelde sin causa en aquellas películas de antes en las que se podía estar fumando durante toda la filmación y nadie te acusaba de ser el origen de los desastres de la atmósfera ni del cambio climático y te dejaban fumar en paz, y además porque amistó con una Martin de secano que enseña el idioma alemán en tierras de ahí va la ostia y otra también Martin por algún lado que emigró del centro del viejo continente para buscar la humedad de tierras con orillas de mar mediterráneo.

Esta Helena “Dean”, que solía desplazarse a dos patas, en erguida exhibición al contrario que “Miga”, no alcanzó a fumar porque el pitillo era excesivamente grande para su constitución, pero rompía la fila india porque se negaba a caminar precisamente en fila india, no recogía semillas ni otras menudencias para preparar el invierno y no porque se considerase cigarra de Esopo ya que se sentía Hormiga de pleno derecho.
Se dejaba sus antenas largas, algo mal visto en la comunidad porque la norma dice que las antenas deben tener medidas en las hormigas y también y diferentes en los hormigos, gustaba de lucir adornada su estrecha cinturita a pesar de ser considerado provocación por el colectivo, y todo ello y más detalles largos de narrar era así porque Helena “Dean” no quería ser soldado y menos obrera como la mayoría de las de su especie en su organización extrema.
Odiaba la sola idea de pensar en que los huevos de sus reinas y algunas de su especie se convirtiesen en plato de escamoles mexicano o en aperitivo de hormigas fritas o condimento para salsa curry. Y se irritaba sobremanera cuando observaba como el ser humano robaba las semillas de rooibos de sus hormigueros para que cuatro mujeres humanas de la alta sociedad consuman ese té en las cafeterías chic de medio mundo.

Ella amaba la libertad y tenía grandes aspiraciones como la independencia de pensamiento y acción y por eso sus ídolos eran diferentes y especiales como la Hormiga Atómica, Ant-Man de Marvel y otras que aparecen en la cultura, como en el libro “Un vagabundo en el extranjero” (“A tramp abroad”) de Mark Twain.
Ella no andaba en su desplazarse, ella saltaba, por ser feliz y demostrarlo como contrapunto a la disciplina de la fastidiosa y represiva fila india, y también cantaba y reía y amaba y compartía todo lo que tenía, y las hormiguitas niñas que carecían de los vicios que llaman costumbres de la comunidad por el desconocimiento propio de su edad la buscaban para gozar de la singularidad de su carácter, y Helena “Dean” se sentía querida al tiempo que con la obligación de ofrecer buenas y nobles enseñanzas a las que en el futuro podían cambiar la sociedad hormiguera para hacerla menos esclava y más dichosa.

Ambas hormigas compartían hormiguero pero no amistad aunque tampoco excesivas disputas, porque aunque “Miga” a veces enviaba asociaciones de hormigas veladoras de la inmutabilidad de sus costumbres “Dean” no se daba por aludida, porque nunca entendió de asociacionismos en su amor por la individualidad bien entendida, que reza que cada cual hace lo que quiere siempre y cuando no dañe al vecino. Y “Miga” no insistía ni agobiaba en exceso, todo hay que decirlo, tal vez porque aquellos que viven al dictado de consignas y directrices establecidas anulan en gran medida su pensamiento para seguir el cauce de la convencionalidad y el mal llamado sentido común, no por común pero sí por sentido.

Lo último que supe de la hormiga Herminia “Miga y de la hormiga Helena “Dean” es que un día coincidieron en un conocido bar de copas de uno de los grandes hormigueros de una de sus grandes ciudades, y mientras “Miga” consumía un batido de frutas natural y “Dean” un fantástico bloody mary más bien cargadito, disertaron sobre sus diferentes formas de ver la vida sin llegar a acuerdo alguno ya que al igual que muchos humanos cuando dos hormigas no quieren ni desean entenderse no hay nada que hacer.

Quiero pensar que tal vez las hormiguitas niñas que hoy buscan a “Dean” que es alegría y no a “Miga” porque es muy aburrida consigan en la próxima generación entendimientos que son respeto y civilización, aunque lo tienen difícil porque me han comentado que las hormigas reinas que son las paridoras y los hormigos que las fecundan desean conservar su posición aún a costa de los millares y millones de obreras y soldados que prosiguen con su fila india.

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