Cosas o hechos que conmueven a unos, no afectan a otros.
Esa es la gran riqueza de los sentimientos: su dificultad
para ser comprendidos, y más difícil todavía, explicarlos a los demás.
Hay narradores que apuestan por no explicarlo todo en sus
narraciones (porque es bien cierto que una historia bien explicada o narrada es
más una noticia informativa y/o periodística que no narrativa, como manifestaba
el escritor catalán Enrique Vila-Matas en un artículo que leí hace ya unos
años) porque los cuentos empiezan en nosotros cuando terminamos de leerlos.
El relato al que me refiero en el título de este escrito es
una historia que nos narró Heródoto, y que explica perfectamente tanto el tema
de la individualidad de los sentimientos personales como el asunto de dejar
abierto, por tanto no explicado en su totalidad, el cierre de una historia..
Dice el cuento de Heródoto (historiador y geógrafo) que el
Faraón Psamético, tras la caída de Menfis (capital del Imperio Antiguo de
Egipto), quinientos años antes de la era cristiana, fue capturado, junto a toda
su familia, por el ejército persa comandado por el cruel Cambises II, quien
quiso poner a prueba la entereza del Faraón.
Psamético fue colocado en un ángulo perfecto para que
pudiese ver claramente el desfile de la victoria persa y a su hija, convertida
en sirviente, que desfilaba entre los vencidos, y al mismo tiempo podía ver con
claridad la figura de su hijo que caminaba hacia su ejecución y muerte.
El Faraón no se conmovió y aguantó con firmeza los duros
momentos que le tocaban vivir, pero se derrumbó cuando reconoció entre los
prisioneros a uno de sus sirvientes, un hombre viejo y miserable.
Entonces, justo en ese momento, Psamético rompió a llorar.
El misterio de ese enigmático llanto todavía hoy persiste.
La narración de
Heródoto es modélica, porque, por un lado, nos explica que el cuento nuca se
entrega del todo para que así el lector se convierta en partícipe y lo finalice
él mismo, y por otro lado nos enseña que la demostración y exposición de los
propios sentimientos no atienden a patrones comunes para todos, tal vez porque
los sentimientos son de una intimidad inescrutable e insondable.
Dos enseñanzas en un solo relato.
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