Hace tiempo que los medios de comunicación vienen hablando
de la caída, desaparición prácticamente de la clase media occidental, y el incremento
paulatino y constante de las clases menos favorecidas, la de los desheredados,
la de los sin techo, la de la escasez del mínimo de recursos necesarios (agua,
electricidad, calefacción, alimentos, ropa,…) para llevar una vida digna.
Mucho me ha hecho pensar este tema, y siempre acabo llegando
a la misma conclusión: el Poder, los que lo ostentan y los lobbies que lo
apoyan, tiene la necesidad de hacer crecer las capas sociales más
desfavorecidas, llevándolas hasta la extrema pobreza, incluso la indigencia,
para que la ex clase media, la del estado del bienestar que está en
descomposición, no se enfrente con ellos a través de reivindicaciones, huelgas
y manifestaciones que lo puedan desestabilizar, porque siempre pensará, opinan
los del Poder y sus sostenes, y actuará bajo los efectos de la premisa y el
conocimiento de que otros están todavía peor, por tanto es aconsejable atender
al refrán popular que dice, “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy,
porque siempre se puede ir a peor”.
Ayer murió el sociólogo Zygmunt Baruman, padre de la teoría
de la “modernidad líquida”.
Ayer mismo, el rotativo catalán “La Vanguardia” publicaba
una extensa entrevista con este pensador, y en su lectura encontré mi
pensamiento antes citado, pero con las breves y precisas palabras que
caracterizan las mentes de los privilegiados.
Así se expresaba Bauman: “ Para que una clase social mísera
no ataque al poder hay que darle otra más marginada”.
Dieciséis palabras para expresar aquello para lo que yo he
precisado un párrafo y un montón de palabras. Exquisito. Y, sobre todo, cierto.
D.E.P. Zygmunt Bauman.
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