Esta madrugada me levanté con el alba. Llovía y había vuelo
a nevar.
Salí al jardín medio desnudo y con una navajita plateada que
acompañó mis primeras noches de soledad de hojalata para controlar mis miedos
de arena y agua.
Descalzo sobre el agua blanca he extendido las palmas de mi
mano para acoger el frío entre mis dedos, y con la mano derecha me efectúe un
corte ligero y liviano en el índice de mi mano izquierda.
Opaca sangre de rojo espeso goteó sobre la sopa de espuma
blanca helada y mis ojos se anegaron de la luz brillante del alba teñida de
salpicaduras de rojo burdeos.
Sólo duró un instante esa belleza de color, porque el rojo
amarronó y mis ojos se cegaron con lágrimas de sal.
Apliqué ungüento de hipérico sobre mi yema para acelerar la
cicatrización y regresé al calor algo extraviado de mi habitación.
Esta madrugada he sentido la llamada de la naturaleza entre
soplos de viento, el viento del firmamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario