viernes, 17 de febrero de 2012

Correspondencia con mi padre que está en el cielo



¡Cómo me habría gustado llorar contigo, papá!

Han ocurrido muchas cosas desde que te fuiste.
Y está siendo muy duro, papá.
Pero estoy luchando. No te quepa duda.
Tú me enseñaste eso.
A veces flaqueo.
A veces me vence la tristeza, la añoranza, incluso el deseo.
Siento opresión y un enorme peso en mi corazón.
Es que hasta para sufrir hay que tener cierto talento.
Y Mamá y tú me lo ofrecisteis.
La sensibilidad no es del común de la gente.
Permíteme este golpe de soberbia, porque hablamos entre nosotros.
Si estuvieses conmigo sé que me ayudarías.
Lucharíamos juntos.
Pero no te preocupes. Tú descansa.
La muerte fue justa contigo.
¿Plácida? ¿Se puede decir eso de la muerte? Creo que sí.
¡Cuánto sufrimiento te ahorró, entonces, después y ahora!
Ya veremos que hará conmigo, que ni he sido ni seré tan bueno como tú!!!
No creo que merezca tu suerte.
Esa está reservada para almas más nobles que la mía, como la tuya.
Tú eras bueno. Yo, sólo lo intento.

Murió Susan, sí, papá, no te engaño, se fue.
Y me siento aturdido y asustado.
Se me ha pegado el miedo al cuerpo, y el miedo es como una plaga que invade y es difícil de erradicar.
¡Cuesta mucho desalojar al miedo!
Es como las ratas, que aparecen, se reproducen y colonizan.
Me ayuda en este momento pensar que todos pasamos, pero la alondra, cuando ya no estemos muchos, seguirá cantando para todos y para nadie.

 Si hubieses estado en la agonía de Susan,
¡cuánto habrías llorado!
La querías como a una hija, la adorabas tanto como yo.
Te encantaban sus manos largas, finas, delicadas y cuidadas.
A mí me gustaban las tuyas, de hombre refinado, manos sensibles que no olvidaban ser varoniles.

Cuánto me gustaría verte trastabillar por el pasillo de nuestra casa, darte enormes golpazos en tus hombros al cruzar las puertas. ¡Qué risas con mis hermanos, todos pequeños e inconscientes! ¡También reía mamá, pero de amor!
Cuánto he deseado volver a verte sentado con un libro en la mano y la mirada y la expresión concentrada.
Me gustaba observarte, sin que te dieses cuenta, relajado en manos de un whisky reconfortante al fin de la jornada.
Me encantaban aquellos morritos tuyos al degustar el vino de las comidas, justo después de bendecir la mesa en tus vanidades clericales.

Ahora estarías disfrutando con tu Barça, campeón de todo, y reconocido como el Mejor Equipo del Mundo.
En sus filas el mejor jugador mundial, que está aquí sólo para que pudieses decir “Antes eran mejores los jugadores, y el fútbol en general”.
¡¡¡Y un Barça repleto de catalanes!!!
Ah, y España Campeona de Europa y del Mundo con ocho del Barça y muchos de ellos de nuestra tierra, y los que no, de adopción.
Los hubieses gozado delante de tu TV panorámica, para ver bien la pelota, insinuando muecas que luego heredó y mejoró mi hermano José.

Como te gustaría ver a Jerónimo feliz en su trabajo, ya maduro, luchando para prosperar y prosperando y creciendo.
Derramarías sonrisas placenteras con sus mimos a Ruth, malagueña, andaluza en el habla y las costumbres, flamenca y cocinera, pero sobre todo, Madre.
¿No lo sabes?
Feliz con su hija Paula, que es tu primera biznieta y acaba de cumplir tres añitos escorpiones como yo.

Pienso en lo que habrías disfrutado y llorado, y yo contigo, en el enlace matrimonial de Aleix con su Alicia taranconera, pura y dura hembra castellano-manchega, pero con matices mediterráneos y de “Nit de Sant Joan”.

Y ahora estarías en apogeo de planificación y organización para ir a Tarancón, después de que Aleix te hubiese llamado para comunicarte que en abril, aries como él mismo y su hermano, fue padre.
Guárdame un secreto, papá: no se lo digas a él, no se lo digas a nadie, pero yo mantenía ilusión por que naciese una hembra, porque viese la luz una Susana, ya que es así como deseaban llamar a la niña concebida. Y nació Susana en un abril que es de mis hijos y mis nietas.


Me gustaría continuar con aquellos almuerzos y cenas de hombre a hombre que tú instauraste durante mi adolescencia y que ya no abandonamos.
Me moriría de felicidad si pudiese volver a ver tu expresión cuando yo te decía que tenía que comunicarte noticias.
¡Se te desataban los nervios!

Ojalá pudiese llevarte conmigo a Enveitg, y que muy serio me dijeses,
Paco, esta era una de mis ambiciones y no la conseguí.
Tú, sí.
Y te hinchabas de orgullo paternal y yo me sentía feliz porque sabía que estabas orgulloso de mí. Y mamá sin decir nada, acompañándote, acompañándonos.

Cuántas lágrimas se nos hubiesen mezclado en abrazo si el 7 de agosto de 2009 hubiésemos estado uno junto al otro.
Sí, papá, también se fue mamá. Ya descansa contigo.
Bueno, eso sí lo sabes, porque mamá me dice que pasea cogida de tu brazo por todo el firmamento, y que hay días que la agotas con tu ingenio y tus bromas y lo “poca-solta” que llegas a ser, y que no tiene más remedio que decirte, elevando muy poquito la voz, KIIIIIIIIKO!!!

¡Que desasosiego y desamparo para los dos!
Papá, nos abandonan las mujeres de nuestras vidas, de la tuya y de la mía, del padre y del hijo.
Antes hubiésemos compartido mi enorme soledad y tristeza cuando en Enero de 2009 deposité las cenizas de Susan en el mar Mediterráneo, en “Palomares”, más socialista y popular que el Náutico, déjame como siempre me dejaste que haga las cosas a mi manera, y después en Cabrils, en “los gorilas”, zona de juegos de infancia de Susan y zona de reflexión en la madurez, y finalmente en Enveitg, en su huerto, cerca de sus rosas, en el aire fresco de la montaña y más cerca de la línea del horizonte.

 Me acuerdo bien de tu muerte.
Te sorprendió despistado y te fuiste con cara de sorpresa y la boca abierta.
Yo te la cerré, con las artes de los sacamuelas de antaño, con un pañuelo blanco anudado a tu cabeza por debajo de la barbilla.

¡¡¡Quedaste muy guapo!!!

Algo serio tal vez, pero con alguna de tus expresiones vitales, con la seriedad de los momentos importantes, con la alegría familiar y de la intimidad, y con la honradez de todas tus actuaciones.

Papá, cada 14 de noviembre sabes que tenía por costumbre, creo recordar que desde los 14 años, obsequiar a mamá, la mayoría de las veces con “niçes, xocolata i marrón glacé”, por haberme dado la vida, y ahora que te hablo pienso que fui injusto contigo, que parecía que eso no iba nada más que con mamá.

¡Pues hoy mi pensamiento es para ti!
Quiero que leas este escrito allí donde estés, paseando por las nubes con mamá y Susan, haciendo de funámbulo en la línea del horizonte, pintando rojos y verdes con la melena y los ojos de Susan, mirando los partidos del Barça con un telescópico mágico,…
… y yo tendré la certeza de que la has leído porque sentiré tu orgullo de padre en mi alma y mi corazón.

Siempre te llamé papá.
Hoy deseo llamarte Padre.
Necesito de ciertas solemnidades.
¡Cuánto me habría gustado llorar contigo, padre!
¡Y no sabes cuánto he llorado!
¡No sabes cuánto sigo llorando!

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