Hace unos días me visitó un personaje curioso, muy curioso.
Intentaré describirlo, aunque no creo que me resulte fácil.
Era un Garipau, que ese es el nombre de esa raza.
Es de tamaño reducido, como de unos cinco centímetros desde
la cabeza y hasta los pies.
Tiene brazos y piernas, pero carece de un cuello definido al
estilo de nuestra especie; quiero decir que el tronco se prolonga hasta la
cabeza si bien en el cogote tiene una pequeña hendidura que le da una cierta
apariencia de separación entre esas dos partes de su cuerpo.
El tronco es considerablemente más largo que sus
extremidades inferiores lo cual en nuestro lenguaje le convierte en algo
patizambo y las extremidades superiores alcanzan su cintura al modo de los
humanos.
No dispone de dedos en las manos salvo el pulgar, lo que le
facilita la posibilidad de asir cosas, y los pies carecen de dedos presentando
una apariencia de plataforma uniforme que aún así no afectan a su equilibrio.
El color de su cuerpo es verdoso amarillento salvo en los
contornos que son de un verde más intenso.
Carecen de pelo en todo su cuerpo, tanto en el cuero
cabelludo como en el resto de zonas habitualmente peludas en los seres humanos.
Disfrutan de una nariz extraordinariamente prominente, ojos
grandes y algo oblicuos y una boca que más bien parece un buzón de correos por
su enorme tamaño y está exenta de dientes por lo menos a primera vista.
Suelen ir desnudos o bien con un taparrabos pero sólo
aquellos que han tenido mayor contacto con la civilización y han podido por
tanto viciarse o contagiarse de eso que llamamos pudor.
Existen dudas sobre el sexo, es decir, no ha sido vista
ninguna hembra, por lo que hay teorías de especialistas que opinan con cierto
fundamento que pueden ser hermafroditas, si bien hay algunos ejemplares con
largas pestañas de color rojizo que pueden ofrecer apariencia femenina, pero
sin seguridad absoluta ya que jóvenes ejemplares claramente masculinos también
disponen de esas pestañas que con la madurez desaparecen fomentando la confusión
sexual a la que aludíamos.
Se desconoce asimismo si sus capacidades reproductivas son
potentes o promiscuas o más bien parcas y escasas.
En mi modesta opinión y tras años de investigación
exhaustiva me inclino por la segunda opción.
En cuanto a sus costumbres, son algo estrambóticas.
Destacan dos comportamientos típicos en la gran mayoría de
ejemplares de garipau.
Unos suelen pasear con las manos entrelazadas a la espalda y
la cabeza gacha, en práctica del sistema peripatético y como en actitud
reflexiva, y acostumbran a hacerlo por la inmensidad del blanco y dejando un
pequeño rastro de sus pisadas en esas superficies como de arena blanca que
cubren enormes extensiones. Se desconoce hacia dónde se dirigen, caso de que
hacia algún lugar se dirijan, ya que existen teorías que abogan porque no hay
dirección alguna sino únicamente paseo reflexivo con la mente al igual que la
inmensidad, es decir, en blanco.
Siempre hay alguna excepción, por aquello de que hecha la
regla hecha la trampa, que no es que en este caso sea trampa pero el dicho
ilustra bien lo que ahora os cuento: uno de esos garipaus de paseo por la
inmensidad del blanco apareció hace ahora aproximadamente un año en el Paseo de
la Bonanova de Barcelona, en casa de JKK y su Fortaleza, si bien se desconoce
con exactitud el motivo de que la inmensidad del blanco allí lo dirigiese, pero
hemos de concluir que si así fue, es que bien debía de ser así.
Pero no es algo habitual eso de destino prefijado: vagan por
la inmensidad del blanco con la mente en blanco y las manos cruzadas a la
espalda y desconocemos si su cabeza cuece algo o simplemente pasea en blanco.
De otros se sabe que aún tienen costumbres más curiosas.
Suelen buscar flores silvestres de no excesivos colores, más
bien de perfiles verdes pero interior blanco y corazón rojo, para situarlas
frente a un periscopio que ubican en su boca y mediante un complejo entramado
de tubos frente a sus ojos intentan acertar a ver la flor por una lupa que se
sitúan en el ano y de este modo consiguen que tanto el aroma como la belleza de
la flor recorra todo su cuerpo desde la boca y la vista hasta el orifico anal
pasando por la totalidad de sus entrañas garipauas.
Los expertos opina que de esta forma interiorizan y
somatizan tanto la fragancia como la belleza de la flor y ello hace pensar a
algunos eruditos que pueden ser perfumistas de una elevada condición
desconocida todavía por la raza humana.
Otros se especializan en el trato y servidumbre a Reyes de
otras dimensiones, latitudes y galaxias, pero no al modo de eunucos y
saltimbaquis de las cortes medievales sino como asesores ceñudos en asuntos de
estado como finanzas, diplomacia, legislación y promulgación de decretos, orden
público, enseñanza, sanidad y prestaciones sociales.
En este caso suelen organizarse de forma jerárquica y
rotativa, esto es, el que ahora ejerce funciones de coordinación posteriormente
se somete al dictado de su sustituto en la dirección y así sucesivamente.
Como en todas las organizaciones sociales existen garipaus
de nobles intenciones y garipaus torvos y huraños, pero se les distingue con
cierta facilidad.
El siniestro suele manifestar tenencias de topo, ya que
actúa desplazándose por laberintos bajo tierra y de forma sibilina, ambigua y
enigmática, mientras que el noble, franco y leal lo hace siempre de cara, con
mirada campechana y cordial y sin muestra de ambigüedades, e incluso intenta
volar como las abejas a pesar de que jamás se ha sabido que alguno llegase a
conseguirlo aunque sí logran
revolotear como las obreras cuando transitan de flor en flor.
Y una vez descritos los principales rasgos de los dos
grandes tipos de garipaus, os explicaré la historia de una princesa que fue
cortejada por dos elementos de esta antiquísima raza que decidieron apostar por
los amores de la princesa.
La princesa era bellísima y extraordinariamente bondadosa y
sencilla, y llamó su atención un garipau más esbelto del común de su especie,
guapo donde los haya en su raza, pero presumido, engreído y vanidoso.
Gustaba mientras hablaba y se explicaba de contemplarse en
cualquier espejo que localizaba. Parecía que deseaba contemplarse mas a sí
mismo que la belleza sin parangón de la princesa.
Aún así, la princesa fue seducida por las virtudes, la
gallardía y el atractivo del bonito y esbelto garipau.
El noviazgo se inició ya que pudo más el esplendor que
desprendía el encanto del garipau que otras consideraciones que la bella
princesa no logró armonizar en su linda cabecita.
Pero hete aquí que al tiempo la princesa conoció otro
garipau feíto y pequeñito, más bien poco agraciado, pero honesto y desprendido
y desinteresado y también divertido y ocurrente y algo guasón, que rehuía su
reflejo en los espejos porque la belleza de la princesa es lo que deseaba
contemplar, y que le enseñó a amar y gozar de la literatura y del arte y del
amor y la entrega por los demás, y la princesa empezó a sembrar su corazón de
dudas ya que si uno era bello también era topo, y sin embargo el otro no era
agraciado en su físico pero águila quería ser y se conformaba con laborar como
las abejas de la miel para endulzar la existencia de la princesa.
Y así ocurrió que la princesa con el garipau de la miel se
marchó y muchos años juntos vivieron y dicen que antes de partir
definitivamente cuando en águila se convirtió a sus amigas reinas y princesas
les manifestó que feliz había sido con su feíto y pequeñito garipau, y que
mientras ella surcase los cielos otra princesa cuidaría de su enamorado, y así
os lo podéis creer porque es bien verdad que la bella princesa se ocupó y se
ocupa de que su querido garipau esté atendido y mimado por otra princesa tan
bella como ella misma lo fue mientras su vida compartió con su garipau feíto y pequeñito pero honesto,
desprendido, desinteresado, ocurrente y compañero guasón que los espejos rehuía
para contemplarla antes a ella y ahora a la princesa que ella le envió.
Y esto que os explico es bien verdad, pero si por casualidad
no lo fuese, una fantasía muy bella y bonita como la princesa sería.
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