viernes, 7 de junio de 2013

Lágrimas de madrugada.


Aquellas escasas y espesas últimas lágrimas y que  ya no eran saladas que derramaste una única madrugada silenciosa en la que yo te velaba y estábamos los dos solos y cogidos durante toda la oscuridad de la noche de la mano y me decían que sabías que la vida se te acababa se enclaustraron en mi conciencia y no puedo conservarlas sin derramar yo mis lágrimas impías.

Quisiera tenerlas conmigo pero en el silencio y en la serenidad que tú transmitías y sin embargo me estallan en la cabeza y en los ojos y en el estómago y en la garganta y en muchos amaneceres sanguinarios gritan despiadadamente.

Escribo estás líneas y me sangran los dedos de mis manos y percibo el regusto dulzón y amargo de mi sangre y la tuya en mis entrañas.

Seguiré buscándote todos los días en los cielos de poniente que conocen y aman las lágrimas de bondad y armonía que tú les entregaste.

Siempre serás de mi alma. Siempre yo seré de la tuya.

Amada. Deseada. Adorada. Desaparecida.
Soñada con las lágrimas de cada madrugada.

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