jueves, 6 de junio de 2013

Sigilo (Capítulo 4 y último)

 
Sigilo se me sube a la punta de la nariz, porque opina que mantenerse en la palma de mi mano es incómodo para mí, y mientras yo pienso que más incómodo es que me haga vizquear por su proximidad pero él va y me narra este cuentecito:

“Una princesa nórdica, de cabellos largos, muchas pecas, cutis muy blanco, y preciosos ojos verdes como el mar del amanecer, se enamoró de un sureño más bien bajito, morenito y algo gitanillo sólo porque un día le dijo que la quería  y que con ella vivir quería.
Se casaron en una Iglesia porque la madre del gitanillo así se lo pidió y después criaron a dos hijos que ella cultivó y más tarde nació del mayor una niña que ella conoció, más a la siguiente que del pequeño era ya no pudo pero su nombre le prestó.
Durante su matrimonio decidió ser sirena y su marido le regaló el mar y algunos la llamaron Rana porque también con charcos nocturnos le obsequió, luego pensó en ser ninfa sigilosa de los bosques para aconsejar sin empujar y eso ella lo consiguió, después hada quiso ser por su belleza y por el don de adivinar el futuro y fijaros si lo logró que supo que más tarde sería nube porque al cielo se marchó y como último consejo nos dijo que todos deberíamos amarnos mucho más entre nosotros, y eso lo dijo la esposa, la sirena, la ninfa, el hada y la  nube que en la que ella se transformó.
Después, su amiga del alma proclamó que ella fue feliz con su gitanillo y eso es lo mejor que alguien puede decir de quien acompañó a la que en nube roja de atardecer se convirtió.
Y en estos días, desde las nubes, desde el cielo y desde la noche de los tiempos a todos nos cuida para que nunca olvidemos el amor que ella nos transmitió”.

Sigilo concluyó explicando que cuando a veces mis ojos llueven son tanto él como Scándalo muy vigilantes, porque las corrientes les llevan  al exterior del cuerpo que les cobija y eso les trastocaría los cuidados del niño que llevo dentro.

Y después, inmediatamente después, Sigilo descubrió una lagrimita que a mí se me escapaba por la narración de su cuento, y en ella se embarcó y en mi boca se introdujo y en mi lengua a correr se dedicó, y con tono de voz más alto que el que conmigo utilizó me espetó que tenía de nuevo que irse a mis entrañas para cuidar…  ¡ al niño que llevo dentro !

Y esta historia que he explicado si no es mentira es que es verdad.
Y si es mentira pues ya está bien, y si es verdad, pues también.

Y esta narración se la dedico a Gabriela Mistral que en su día escribió en su cuento La Dulzura  “…por el niño dormido que llevo mi paso se ha vuelto sigiloso, …Con mis ojos busco ahora en los rostros el dolor de las entrañas, … Hurgo con miedo de ternura en las hierbas donde anidan las codornices, …Y voy por el campo silenciosa, cautelosamente…”.

Y, por supuesto, a las dos mujeres de mi vida, mi madre y mi compañera, que abandonaron esta vida para comenzar con otra en el centro de mi corazón con sigilo, callandito, callandito.

(y se acabó, este cuento que os he narrado ahora sí que se ha acabado).
FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario