Hace ya un poco de tiempo, al poco de iniciarse la Crisis,
por tanto allá por el 2010, que pronostiqué que en este país se produciría una
Revuelta Social, entendiendo por ella que las gentes de la calle entrarían un
día en los Grandes Almacenes y en las tiendas de importancia que abundan en las
ciudades y en las Grandes Superficies y las no tan grandes y en otros tipos de
comercios y puntos de venta (gasolineras, farmacias, estancos,…) y arrasarían
con todo aquello que les hiciese falta –alimentación, ropa, mantas,
electrodomésticos, medicinas, combustible,…- y también con lo que no es
imprescindible –artículos de la línea marrón, perfumería, cosmética,
parafarmacia, moda en general,…- porque la situación cada día y cada vez es más
insoportable.
Todo el mundo, y cuando digo todo el mundo me refiero a los
círculos entre los que transcurre mi mundo y que no son otros que los
familiares, las amistades y los profesionales, y por tanto reducidos y con
importancia muy relativa desde consideraciones demográficas o
psicodemográficas, coincidían conmigo y mi diagnóstico.
Todo el mundo, los de mi mundo, claro está, me decían que
sí, que tenía toda la razón, que era evidente, que eso se mascaba en el
ambiente, pero con excepción del 15-M, movimiento del cual me guardo mi opinión
por que como dice uno “ahora no toca”, no ha pasado nada de nada, todo sigue
igual, seguimos indignados y poniendo cara más o menos estupefacta ante todo lo
que sucede ante nuestros ojos y que afecta tanto a nuestra economía individual
como a la grupal (familia, amigos cercanos y algo menos cercanos, gente de
nuestro barrio, conocidos,…), seguimos en nuestros puntos de encuentro –bares,
mercados de aprovisionamiento, restaurantes, plazas públicas que frecuentamos,
estadios de fútbol y otros puntos de celebración de espectáculos,…- comentando
que todo es una vergüenza, que este es un país de pandereta, de chichinánbano,
que aquí se roba y se defrauda tanto que el que no lo hace es que es idiota,
que necesitamos de una regeneración del sistema en profundidad,… pero seguimos
con nuestra parálisis permanente y total que sólo presenta signos de vida en
esas expresiones más o menos violentas que todos utilizamos en nuestros
pequeños corrillos. Y ahí se acabó nuestra iniciativa de reforma de lo que
decimos se debe reformar, tal vez pensando así como por la pasiva que eso
deberán de hacerlo otros, no nosotros, nosotros nos limitaremos a secundarlos,
o… no, porque ya veremos, porque todos son los mismos perros pero con distintos
collares.
O sea, que mi pronóstico de que en este país no tardaríamos
mucho en ver una Revuelta Social era erróneo y totalmente equivocado, lo cual
tampoco es ningún drama porque publicidad si que he hecho en esta vida, las más
de las veces mala, alguna salvable y en rarísimas excepciones correcta, nunca
brillante. Por tanto, qué se podía esperar de las premoniciones de alguien que
se ha dedicado a cualquier cosa menos al análisis serio y profesional de temas
propios de las ciencias sociales.
Pero ahora que estoy de vacaciones, quiero decir que como es
agosto estoy oficialmente de vacaciones, por utilizar un eufemismo, ya que como
muchos españoles estoy de vacaciones todo el año con alguna excepción de
trabajo submarino, con riesgo de no retribución e incluso de que aparezca un
montorito de voz atiplada y orejitas de ratoncito y me meta un puro de aquí no
te menees, ahora que estoy de vacaciones oficiales decía, leo, en “La
Vanguardia” del día de ayer, domingo 11 de agosto, hacia el final del artículo
de opinión de Albert Montagut (pág. 33) que “Los expertos prevén revueltas
sociales en España” (cito textualmente).
Empecé el artículo al que me refiero por el final, costumbre
que tenemos muchos españoles y no sé bien por qué, pero así es, y al darme un
vuelco el corazón al ver escrita mi profecía pero por una pluma insigne, decido
leer el resto del artículo pero ya empezando por el orden lógico, desde el
principio.
Y me permito, sin licencia expresa del Sr. Montagut pero
dejando clara y rotunda constancia de que las palabras que siguen son suyas y
no mías, aunque las hago, las hice ya hace tiempo mías, reproducirlas aquí
evitando el entrecomillado constante por razones de agilidad en la
transcripción y dado que no reproduzco en su integridad su artículo porque para
eso sería más sencillo direccionar a los lectores al propio artículo sin más
consideración ni entretenimiento por mi parte.
Inicia su exposición A. Montagut haciéndonos saber que el
Índice de Democracia que publica el EUI (Economist Intelligence Unit de la
revista “The Economist”), imprescindible para el management global y que
contempla 167 países -166 soberanos
y 165 de ellos miembros de la ONU- indica que el líder en 2012 es
Noruega, el peor es Corea del Norte, y España ocupa el lugar 25 del Índice, el
último entre los países que gozan de plena democracia según los analistas; por
delante de España está Bélgica y por detrás Cabo Verde, que es el líder de los
países sin democracia plena.
La causa principal de ese “farolillo rojo” español de los
países con plena democracia es la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus
políticos, los partidos y sus diferentes gobiernos.
El propio Índice señala que ante esta situación España es un
país altamente expuesto a movilizaciones ciudadanas importantes.
Dice A. Montagut que para la mayoría de nuestros políticos
la política es su “modus vivendi”, no una vocación de servicio público (esta
matización la hago yo, no el autor, y la hago porque me parece esclarecedora) y
que esa es la explicación de su falta de preparación académica, su escasa
experiencia profesional, su negativa a la renovación de cargos (dicho en
lenguaje de la calle a “no soltar la poltrona”, esto lo digo yo), su
permanencia en primera línea aún perdiendo elecciones y electores, y su falta
de decisión a la hora de limpiar el sistema como una vía rápida para salir de
la crisis.
Continúa Montagut recordando que si a ese escenario le
añadimos la inexistencia de limitación de mandatos, la falta de leyes sobre la
financiación de los partidos y sobre su transparencia económica, la
inexistencia de temor y respeto por la justicia (que dominan ellos mismos, esto
último también lo digo yo), que el sistema es una orgía de dinero negro y hay
total descontrol en las licitaciones públicas, nos encontramos con el caldo de
cultivo perfecto para la corrupción y la erosión democrática.
La solución que apunta el articulista: convertir en dogma
político el accountability (los
anglosajones con un solo término pueden decir muchas o varias cosas, y nosotros
no, por eso utiliza el término Montagut), es decir, aplicar en la regeneración
del sistema la responsabilidad de la acción pública, el respeto al
sistema y el compromiso ante los ciudadanos.
Finaliza el artículo con la afirmación que yo recogía para
iniciar esta entrada en mi Blog (expectativas de Revuelta Social en España), y
lo finaliza apuntando que si en el informe sobre el Índice de la Democracia de
EUI de final de este año España se sitúa por detrás de Cabo Verde, quizá
nuestros políticos, carentes de toda accountability, ya no sean necesarios (por la misma Revuelta
Social, que entonces ya sí emergerá; lo situado en este paréntesis también es
de mi cosecha).
Dado que mi pluma no tiene ni los conocimientos ni las
habilidades de la de A. Montagut me he permitido reproducir el corazón y casi
todo el resto del cuerpo de su artículo interrumpiendo así mis ¿vacaciones?,
porque si el “dixit”, yo lo suscribo.
Y que así conste.
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