lunes, 12 de agosto de 2013

Accountability.


Hace ya un poco de tiempo, al poco de iniciarse la Crisis, por tanto allá por el 2010, que pronostiqué que en este país se produciría una Revuelta Social, entendiendo por ella que las gentes de la calle entrarían un día en los Grandes Almacenes y en las tiendas de importancia que abundan en las ciudades y en las Grandes Superficies y las no tan grandes y en otros tipos de comercios y puntos de venta (gasolineras, farmacias, estancos,…) y arrasarían con todo aquello que les hiciese falta –alimentación, ropa, mantas, electrodomésticos, medicinas, combustible,…- y también con lo que no es imprescindible –artículos de la línea marrón, perfumería, cosmética, parafarmacia, moda en general,…- porque la situación cada día y cada vez es más insoportable.
Todo el mundo, y cuando digo todo el mundo me refiero a los círculos entre los que transcurre mi mundo y que no son otros que los familiares, las amistades y los profesionales, y por tanto reducidos y con importancia muy relativa desde consideraciones demográficas o psicodemográficas, coincidían conmigo y mi diagnóstico.

Todo el mundo, los de mi mundo, claro está, me decían que sí, que tenía toda la razón, que era evidente, que eso se mascaba en el ambiente, pero con excepción del 15-M, movimiento del cual me guardo mi opinión por que como dice uno “ahora no toca”, no ha pasado nada de nada, todo sigue igual, seguimos indignados y poniendo cara más o menos estupefacta ante todo lo que sucede ante nuestros ojos y que afecta tanto a nuestra economía individual como a la grupal (familia, amigos cercanos y algo menos cercanos, gente de nuestro barrio, conocidos,…), seguimos en nuestros puntos de encuentro –bares, mercados de aprovisionamiento, restaurantes, plazas públicas que frecuentamos, estadios de fútbol y otros puntos de celebración de espectáculos,…- comentando que todo es una vergüenza, que este es un país de pandereta, de chichinánbano, que aquí se roba y se defrauda tanto que el que no lo hace es que es idiota, que necesitamos de una regeneración del sistema en profundidad,… pero seguimos con nuestra parálisis permanente y total que sólo presenta signos de vida en esas expresiones más o menos violentas que todos utilizamos en nuestros pequeños corrillos. Y ahí se acabó nuestra iniciativa de reforma de lo que decimos se debe reformar, tal vez pensando así como por la pasiva que eso deberán de hacerlo otros, no nosotros, nosotros nos limitaremos a secundarlos, o… no, porque ya veremos, porque todos son los mismos perros pero con distintos collares.

O sea, que mi pronóstico de que en este país no tardaríamos mucho en ver una Revuelta Social era erróneo y totalmente equivocado, lo cual tampoco es ningún drama porque publicidad si que he hecho en esta vida, las más de las veces mala, alguna salvable y en rarísimas excepciones correcta, nunca brillante. Por tanto, qué se podía esperar de las premoniciones de alguien que se ha dedicado a cualquier cosa menos al análisis serio y profesional de temas propios de las ciencias sociales.

Pero ahora que estoy de vacaciones, quiero decir que como es agosto estoy oficialmente de vacaciones, por utilizar un eufemismo, ya que como muchos españoles estoy de vacaciones todo el año con alguna excepción de trabajo submarino, con riesgo de no retribución e incluso de que aparezca un montorito de voz atiplada y orejitas de ratoncito y me meta un puro de aquí no te menees, ahora que estoy de vacaciones oficiales decía, leo, en “La Vanguardia” del día de ayer, domingo 11 de agosto, hacia el final del artículo de opinión de Albert Montagut (pág. 33) que “Los expertos prevén revueltas sociales en España” (cito textualmente).

Empecé el artículo al que me refiero por el final, costumbre que tenemos muchos españoles y no sé bien por qué, pero así es, y al darme un vuelco el corazón al ver escrita mi profecía pero por una pluma insigne, decido leer el resto del artículo pero ya empezando por el orden lógico, desde el principio.

Y me permito, sin licencia expresa del Sr. Montagut pero dejando clara y rotunda constancia de que las palabras que siguen son suyas y no mías, aunque las hago, las hice ya hace tiempo mías, reproducirlas aquí evitando el entrecomillado constante por razones de agilidad en la transcripción y dado que no reproduzco en su integridad su artículo porque para eso sería más sencillo direccionar a los lectores al propio artículo sin más consideración ni entretenimiento por mi parte.

Inicia su exposición A. Montagut haciéndonos saber que el Índice de Democracia que publica el EUI (Economist Intelligence Unit de la revista “The Economist”), imprescindible para el management global y que contempla 167 países -166 soberanos  y 165 de ellos miembros de la ONU- indica que el líder en 2012 es Noruega, el peor es Corea del Norte, y España ocupa el lugar 25 del Índice, el último entre los países que gozan de plena democracia según los analistas; por delante de España está Bélgica y por detrás Cabo Verde, que es el líder de los países sin democracia plena.
La causa principal de ese “farolillo rojo” español de los países con plena democracia es la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus políticos, los partidos y sus diferentes gobiernos.
El propio Índice señala que ante esta situación España es un país altamente expuesto a movilizaciones ciudadanas importantes.

Dice A. Montagut que para la mayoría de nuestros políticos la política es su “modus vivendi”, no una vocación de servicio público (esta matización la hago yo, no el autor, y la hago porque me parece esclarecedora) y que esa es la explicación de su falta de preparación académica, su escasa experiencia profesional, su negativa a la renovación de cargos (dicho en lenguaje de la calle a “no soltar la poltrona”, esto lo digo yo), su permanencia en primera línea aún perdiendo elecciones y electores, y su falta de decisión a la hora de limpiar el sistema como una vía rápida para salir de la crisis.
Continúa Montagut recordando que si a ese escenario le añadimos la inexistencia de limitación de mandatos, la falta de leyes sobre la financiación de los partidos y sobre su transparencia económica, la inexistencia de temor y respeto por la justicia (que dominan ellos mismos, esto último también lo digo yo), que el sistema es una orgía de dinero negro y hay total descontrol en las licitaciones públicas, nos encontramos con el caldo de cultivo perfecto para la corrupción y la erosión democrática.

La solución que apunta el articulista: convertir en dogma político el accountability (los anglosajones con un solo término pueden decir muchas o varias cosas, y nosotros no, por eso utiliza el término Montagut), es decir, aplicar en la regeneración del sistema la responsabilidad de la acción pública, el respeto al sistema y el compromiso ante los ciudadanos.

Finaliza el artículo con la afirmación que yo recogía para iniciar esta entrada en mi Blog (expectativas de Revuelta Social en España), y lo finaliza apuntando que si en el informe sobre el Índice de la Democracia de EUI de final de este año España se sitúa por detrás de Cabo Verde, quizá nuestros políticos, carentes de toda accountability, ya no sean necesarios (por la misma Revuelta Social, que entonces ya sí emergerá; lo situado en este paréntesis también es de mi cosecha).

Dado que mi pluma no tiene ni los conocimientos ni las habilidades de la de A. Montagut me he permitido reproducir el corazón y casi todo el resto del cuerpo de su artículo interrumpiendo así mis ¿vacaciones?, porque si el “dixit”, yo lo suscribo.

Y que así conste.

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