sábado, 28 de mayo de 2016

Crónica (hilarante) de el Grito de la Lechuza.

 
Hace unas semanas que la Lechuza se asentó en una zona tibia de cierta depresión, porque desde la visión panorámica de la rama de su árbol no hacía más que contemplar todas las sin razones en las que incurren, y con inusitado afán de persistencia, la clase política de este país que dicen que es nación de naciones y que difícil lo tiene porque nunca ni siquiera una de ellas ha sido una nación.
Pero ayer convocó de nuevo a este su cronista, porque leyendo la prensa del día, concretamente un rotativo, entró en un estado de hilaridad que disipó su melancólica depresión temporal al dar con tres noticias que demuestran por sí solas la estulticia de este país.
Me anticipa de entrada que no me va a hablar ni del ínclito gallego carente de logopedas en su infancia y adolescencia, ni de su lugarteniente S.S. de Plastamaría, aunque sólo con ellos dos sería suficiente para un análisis en profundidad de la estupidez a la que antes hacía referencia.

Y esto es lo que me relató de su lectura del diario:
En el pueblo de Carbajosa de la Sagrada, provincia de Salamanca, el grupo municipal socialista presentó hace unos días al Ayuntamiento una moción para que se conceda a los perros y a los gatos del municipio el estatus de “vecinos no humanos”.
En concreto, el séptimo articulo de un total de trece de la moción, reza textualmente que “todo vecino no humano dedicado al trabajo tiene derecho al reposo necesario y a una alimentación reparadora”.
Se pregunta la Lechuza si esta moción y ese artículo concreto conseguirán que los animales de compañía mencionados sean mejor tratados por quienes los cuidan y protegen, o si los bestias que los dañan y desprecian mejorarán su actitud para con ellos.
Los que defienden la moción dicen que deben ser considerados “vecinos no humanos” por “su larga coexistencia con los vecinos humanos”, y se quedan felices y se enorgullecen de su iniciativa.
Y el cronista del diario, en una actitud que le honra, sugiere que las palomas, los periquitos, los peces de colores y demás animales que coexisten desde hace años y años con los vecinos humanos y, por qué no, las lechuzas también, qué caray, también sean incluidos en la categoría de “vecinos no humanos”.
Me comenta la Lechuza que ya sabemos de la estupidez supina del gallego inmóvil y su partido, pero considera que en esta ocasión la chorrada de los socialistas sagrados de la Carbajosa les supera y con creces.

Unas páginas después aparece la siguiente noticia: por las calles de Benavente, pueblo zamorano, una vaquilla denominada el “Torito del Alba”, es arrastrada por los mozos de la población valiéndose de las cuerdas que han atado a su cornamenta. El Torito cae varias veces al suelo y se levanta ensangrentado, mientras que otro astado, llamado el “Toro Enamorado”, también sujeto con cuerdas, corre la misma suerte que la vaquilla, pero en esta ocasión en vez de por la mañana por la tarde del llamado el Día Grande de las fiestas locales.
La Lechuza se pregunta si la vaquilla y el toro de lidia no son “vecinos no humanos”, y concluye que tal vez la diferencia reside en que unos son salmantinos y los otros zamoranos.

Y para finalizar esta crónica, la Lechuza me relata lo que ocurrió en el Foreign Office británico.
En el edificio que acoge a esta Institución reside desde hace unas semanas un gato que han contratado y que tiene como cometido eliminar los ratones que puedan buscar ahí cobijo. El gato de llama Palmerston, en honor a un Ministro de Asuntos Exteriores de hace 200 años, y por ello debemos suponer que tu nombre sea el de un gato es un orgullo para el Ministro finado o su descendencia.
Pero el tema no es este.
El asunto es que el máximo responsable del Departamento, Philip Hammond, aseguró en la Cámara de los Comunes, a raíz de la obsesión de los políticos con el tema del Brexit que “el gato no es un espía de una potencia extranjera y menos aún de la Unión Europea, y que sus antecedentes han sido exhaustivamente chequeados y se puede dar fe de su patriotismo y lealtad a la causa”.
Y olvidaba comentar la Lechuza que al gato Palmerston se le ha otorgado el título y cargo de “Cazador Jefe de Roedores”, y que hasta la fecha ha cazado tres ratones, un promedio de uno cada quince días, lo cual sugiere que las condiciones laborales de su contrato no son nada especiales (son los funcionarios del Foreign Office los que costean el mantenimiento del gato, y no representa, por tanto, cargas para los contribuyentes), o incluso pudiera pensarse que el gato pueda estar contratado bajo la fórmula austera del “contrato basura”, tan en boga en nuestros días.
Pero todo tiene una explicación: la procedencia del gato es de un centro de animales abandonados, por lo que podría activarse la alarma de que sea un inmigrante ilegal, y eso justificaría plenamente las dudas y reticencias de la Cámara de los comunes.
Pero por el momento, y hasta que las investigaciones no finalicen, al gato Palmerston le han concedido pasaporte diplomático, le han abierto cuenta de Twitter y ya aparece fotografiado, entre otros personajes, con el Embajador español Federico Trillo, de gran recuerdo para la España Gloriosa del desfalco, la corrupción y la sinvergüencería política.

Sugiere la Lechuza que el Foreign Office prescinda de Palmerston y se dirijan al Ayuntamiento de Carbajosa de la Sagrada (Salamanca) para que les proporcionen un gato declarado oficialmente “vecino no humano”.

Y eso ha sido todo, me transmite la Lechuza, no sin gritar antes al cielo estrellado de estas noches primaverales “ver para creer”.

Y por parte de este cronista, sólo recordar que lo describo y escribo es simple y llanamente lo que la Lechuza me transmite.

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