martes, 8 de mayo de 2012

Desespero

Yo he conocido el desespero.

Yo me desespero porque imaginé una vida entera junto a la suya cuando antes de empezar siempre pensé que ella estaba fuera de mi alcance.
Yo he desesperado al ver a la más hermosa de las melenas rojas caerse a jirones en una triste cama de un Hospital público.
Yo me he visto desesperado al ver unos ojos verdes como la hierba de la primavera y con los olores fértiles de después de la siega, ojos grandes como una manzana, teñirse del negro del cuervo y apagarse como un candil sin aceite con su lentitud desoladora.
Yo desespero cuando por las mañanas no veo a mi niña pintarse la rayita verde de sus ojos ni encuentro respuesta a mis palabras del vaho de su espejo.
Me somete la desesperación cuando entro en casa y no hallo su sonrisa relajada y tranquila y sobre todo acogedora.
Yo me desesperé al observar unas manos gráciles y de uñas cuidadas ajarse con el amarillo fúnebre de la muerte y con el rojo de sangre de hígado.
Yo he vivido la impotencia del brazo y la pierna inermes desesperados por la parálisis que ordena un cerebro que desesperaba por su impotencia.
Yo conozco el desespero del llanto silencioso y amargo de cada oscuridad y de cada amanecer, y yo le cogía la mano y ella se desesperaba con la serenidad muda del llanto lento y cadencioso.

Yo detesto no poder ni saber comunicar lo que mi desespero es.

Yo me he desesperado besando unos labios que eran fruta fresca y que ahora eran leña y piedra y arena.
Yo he gozado de un vientre de vida y de dar vida y que ahora se encogía y gemía.
Yo he visto a la mujer cuando los copos de nieve copaban nuestro jardín y era rana cuando el mar o el agua del río la absorbía y ahora desespero cuando así la imagino en mi fantasía.
Yo me he henchido de orgullo cuando esa mujer que era casi una niña todavía corría hacia mí para abrazar mi llegada.
Yo he disfrutado de sus olores y aromas y de su sexo y de su piel y de su candidez y de su bondad y entrega y ahora desespero.
Yo sé lo que es despertar en la madrugada gélida y buscar el calor de su cuerpo tibio de sueño y ensoñaciones y sólo encontrar el frío de la sábana mortalmente deshabitada y eso sé que es el desespero.

Yo sólo sé que estoy solo y con desespero, mi amor.

Detesto no saber comunicar lo que mi desespero es.

1 comentario:

  1. Paco, querido Paco;

    ¡¡¡tremendo texto!!!, asustas con su lectura y haces sentir nítidamente la impotencia de saberte dolido y no tener nada al alcance para ayudarte a elegir o a encontrar un camino menos árido, a descubrir el rastro de ella en las risas de tus nietas y aferrarte a esa inocencia que te ha llegado como mensajes de amor y de eternidad. Esa inmensa pena, te está dejando el alma baldía y eso "ella" no lo quería para ti, de eso estoy segura.

    En mi modesta opinión, creo que no necesitas saber comunicar tu desespero, los que te queremos somos muy conscientes de tus estados de ánimo, de tus luces y de tus sombras, de tu ir y de tu venir, de tu estar y de tu no estar, de tu querer gritar y de tus silencios que gritan de tu soledad, que aúllan tu búsqueda de su sombra, de su esencia, que sollozas por las heridas de las que no mana ya la sangre, sino el alma misma del querer volver a tener, ver, sentir y, solo encontrar la "nada".

    Te tiendo mi mano si te sirve, para ayudarte a trabajar un poco más en la aceptación de esa tremenda ausencia y en identificar la huella de "ella" en lo que tienes alrededor y que a veces la niebla de tu alma te impide verlo.

    Un beso y un abrazo. Aquí me tienes.

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