(Dedico este pequeño cuento a Carlos A. Schillinch, que alguna noche de borrachera y algo trasnochera me ha acompañado con su escritura y lectura).
Todos los días que visito el mar dibujo un cuerpo de mujer
en la arena de la playa.
Mi alma nómada desea ver el sol cuando amanece y además me
gusta verlo con los ancianos que van a mirar por la mañana un futuro que saben
lejano.
Al atardecer me gustaría quedarme a dormir en la playa y a
la lumbre de una fogata y en un círculo con mis amigos y amigas que yo
convocaría sin teléfonos móviles sino sólo con el poder de la convocatoria.
Sería para pasar un anochecer y no para amar cuerpos porque
yo ya sólo quiero querer porque tal vez no pueda tolerar que la forma de una
mujer me ahogue en una ceremonia estéril.
No creo que ya ninguna mujer vea una forma de hombre en mi
sombra errante.
Me gusta la mar, me gusta perder la mirada en toda su
profundidad !!!
Me encanta cuando llueve porque entonces gusto de ir a la
mar porque la sal hace que mis ojos lloren y mis quejidos son lamidos y sólo
escuchados por los bramidos de la mar.
Y mis lamentos son por todas las injusticias que cada día me
asaltan y me atormentan.
No a mí sino a muchas mujeres y hombres que luchan cada día
para proseguir con la vida.
Y al final, cuando me voy con el espíritu calmado y algo
achatado veo que en la arena ya no queda ningún cuerpo de mujer porque la mar
se lo lleva todo y con sal.
Cuerpo de mujer.
Cuerpo de mujer.
La mar se lleva cosas y trae otras. Búscalas!
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