martes, 12 de junio de 2012

La ranita que no quiso ser anca de rana

Érase que se era una vez una ranita pequeñita y  muy verdita.
Ella no lo sabía pero la llamaban ranita de San Antonio, como si San Antonio que era más bien de los burros tuviese afición o pasión por las ranitas, pero como que al parecer era santo pues ya le estaba bien que a un batracio le pusiesen su nombre y además con el San delante, porque al resto nos tratan de señor o don o simplemente tú o incluso a veces oye.
Las ranitas verdes de San Antonio cantan cuando el sol se retira y abundan los mosquitos y para y por eso hinchan unos mofletes de una manera que solo las ranitas y en especial las de San Antonio saben hacer.
Pues esta ranita, que días antes había estado en un restaurante donde come gente que no se sabe muy bien por qué no tiene membranas entre los dedos y eso les dificulta el movimiento tanto de las manos de arriba como las de abajo, decidió que en uno de sus cantos contendría la respiración. Y así lo hizo.
Su color verde fue pasando al rojo, luego al morado y después se murió por falta de respiración. Se suicidó.
Días después un experto zoólogo descubrió una carta de la ranita de San Antonio en la que decía que no quería ser plato de ancas de rana en un restaurante con gente sin membranas entre sus dedos porque con toda seguridad se las comerían mal.

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