lunes, 22 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 2)


Martín quedó sumido en una perplejidad provocada por el asombro y el sobresalto por lo que acababa de descubrir en el interior del globo verde y por el mensaje que había leído, desconcierto del que se sobrepuso cuando oyó la voz de la madre que lo llamaba para la comida del mediodía y a la que debía atender con celeridad porque conoce la máxima de su tierra que reza “a la taula i al llit al primer crit”.
(N. del A.: Refrán popular catalán cuya traducción literal es “a la mesa y a la cama a la primera llamada”, refrán que da importancia capital a las comidas y a la cama y sus actividades naturales en la cultura popular catalana).

En la comida familiar Martín no conseguía concentrarse en la comida y tuvo que oír a su madre y a su padre varias veces decirle “Come, hijo, por favor”, “Mira que se te enfría la comida”, “¿En qué estás pensando hoy, que no comes como siempre?”, “¿Te encuentras bien, Martín?” y se oyó responder “No es nada, es que no tengo mucho apetito”, “Ya voy, enseguida me lo acabo”, “No, gracias, no quiero más”.

Ya por la tarde, de nuevo en su habitación, no consiguió pensar en otra cosa que no fuese el globo verde y el mensaje que contenía en su interior, en qué debía hacer para decirle a alguien que no sabía quien es ni dónde estaba que el globo fue a parar a sus manos y que leyó el mensaje que guardaba en su interior. Pensaba si sería algún niño o alguna niña de su pueblo, o de los pueblos de alrededor, o de más lejos, y se desesperaba y le abrumaba la desazón cuando le invadía la idea de que nunca averiguaría quién había escrito el mensaje con esa linda letra. Pero el mensaje decía que fuese quien fuese el que lo redactó anhelaba conocer al que se hizo con el globo, y ese pensamiento no hacía más que incrementar su desasosiego.



Pasaron unos días, y su intranquilidad aumentaba ya que seguía obcecado por el mensaje del globo y por su ansia por conocer a su escritor, si bien una idea empezaba a atisbar en su cabeza.

¿Qué ocurriría si él introducía un mensaje suyo escrito también en un rollito de papel en el interior de un globo explicando que había recogido el globo verde y leído su mensaje y lo soltaba un día claro y con brisa para que navegase por los cielos con ligereza y a su antojo hasta llegar a algún destino?

Podía ser una solución, pero claro, pensaba, nunca llegará a manos de quien me envió el globo verde porque sería como encontrar una aguja en un pajar, que es otro refrán que había oído a los mayores y que creía comprender bien su significado.

Pero se decía, para no perder la esperanza de dar con la solución,  que a lo mejor, si lo deseaba con todas sus fuerzas, se podía dar el milagro de que llegase a las manos de quien envió el globo verde, y para justificarse se acordaba de lo que decía su padre a veces cuando se sentía satisfecho por algo que había logrado, y decía “el que la persigue, la consigue”, y él también entendía bien el significado de semejante expresión.
“Sí, -se convencía-, eso haré y antes de soltar el globo para que vuele cerraré los ojos, los apretaré y desearé con todas mis fuerzas que su vuelo lo conduzca al destino que anhelo, y creeré que ello es posible porque es lo que más deseo en el mundo”.

Y así lo hizo.
Cogió un globo rojo, lo infló hasta que alcanzó el tamaño de un balón de fútbol y le introdujo en su interior un rollito de papel atado con un cordelito y con un mensaje escrito a mano que decía;
 “Hola. Yo encontré el mensaje en el interior de tu globo verde. Me llamo Martín, y también me gustaría saber quién eres tú”.

Y lanzó el globo rojo al viento fresco del atardecer y contempló como se elevaba sobre su cabeza en dirección al cielo y varias veces se intranquilizó cuando temió que el vuelo de las golondrinas golpease el globo y así acabase con su navegar camino de las nubes blancas y casi transparentes que parecía que alfombraban el cielo.

Cuando perdió de vista el globo rojo abandonó la ventana y se sentó pensativo frete a su escritorio y dejó volar su imaginación haciendo conjeturas sobre si llegaría a manos de alguien, si ese alguien notaría la presencia del papelito en su interior, si sería un niño o una niña o un adulto quien daría con el globo, si se perdería en su vagar por los cielos, si explotaría y quedaría sin destino, si ahí acababa esta historia que recién había comenzado, que qué ilusión le haría saber si alguien leía su mensaje,…

(continuará)


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