domingo, 7 de julio de 2013

Ángela y Pantaleón Pantoja.


No estiraba el cuello porque no le hacía falta.
Para alcanzar los frutos y las hojas verdes de las arboladas más altas de la sabana no precisaba forzar su cuello.
Para ella es sencillo acercar el hocico y alimentarse en las copas de los árboles.
Para Ángela es fácil porque es una jirafa.
Si hubiese nacido macho después de quince meses de gestación de su madre su nombre sería Rafa. Pero nació hembra y su nombre también tiene lógica explicación, como luego conoceremos.

- “¡ Cuidado, que yo no soy un fruto!” – esta voz ronca y profunda se oyó en lo alto de la arboleda. – “Soy un camaleón, y mi nombre es Pantaleón Pantoja porque mi progenitor amaba la literatura de Vargas Llosa y además mi nombre riza con mi raza, como decía mi padre aunque debería decir rima y no riza”.

- “Disculpa, como que eres de color oscuro y te muestras inmóvil te he confundido con un fruto maduro, porque yo soy una rumiante que no se alimenta más que de frutos y vegetales y soy muy sociable y detesto el enfrentamiento por lo que no guerreo con otros animales por el alimento” – contestó la jirafa Ángela.

- “Suerte que tengo ojos estereoscópicos y miro a varios lugares a la misma vez por lo que siempre estoy ojo avizor” – dijo Pantaleón Pantoja.

- “¿Tú puedes mirar con un ojo hacia delante y con el otro hacia atrás, o con uno hacia abajo y con otro hacia arriba?” – inquirió sorprendida Ángela.

- “Así es, y además no soy oscuro de piel sino que mimetizo con el color de mi entorno porque como el militar de Vargas Llosa domino las técnicas del camuflaje que es en el común de los seres el arte del disimulo” – respondió Pantaleón Pantoja, mientras lentamente cambiaba de ubicación para acercarse a un limón y así mutar su piel al color amarillo del fruto.

- “Y observo que tienes una cola larga y no un plumerito ridiculito como el que yo tengo precisamente en ese mismo sitio” – comentó la jirafa Ángela.

- “Y ya puestos a explicarnos mi cola además es prensil, por lo que en mis desplazamientos por los árboles me ayuda a sujetarme a las ramas y a los troncos para evitar caídas dolorosas y costosas, ya que después debes iniciar de nuevo el ascenso a los árboles para encontrar los insectos de los que me alimento” – explicó el camaleón.

- “Pues eres un ser muy afortunado, amigo Pantaleón Pantoja” - dijo no sin cierta envidia Ángela la jirafa.
“Dispones de todos los colores en tu piel lo que te permite ahora enmascararte y después aparentar en tus negocios de la seducción, ojos que pueden mirar y observar distintos lugares a un mismo tiempo por lo que ves el doble que yo, una cola útil y que te da un servicio grande mientras la mía no es más que un enredo de pelos inútiles, pones de 20 a 30 huevos en cada puesta y así tienes familia numerosa en algo menos de 12 meses y de una sola vez mientras yo sufro para sólo parir un ejemplar de mi especie, tus extremidades son manos que te aseguran el asimiento por donde acostumbras tus desplazamientos y mis pezuñas sólo me impiden lastimarme los pies en mis correrías por la selva, tu larga lengua de final pegajoso te permite cazar insectos desde la distancia mientras yo me daño y magullo con las espinas de las ramas a las que debo acercar mi cabeza, mi hocico y mi lengua para procurarme el alimento” –concluyó la largirucha Ángela.

“Mucho te equivocas, querida jirafa, y yo te explicaré el por qué del error en tus conclusiones” – dijo con extrema parsimonia y tranquilidad Pantaleón Pantoja, el camaleón.

“Verás! Tu piel es de color leonado oscuro y con manchas poligonales claras exclusivas de cada individuo de tu especie, a diferencia de la uniformidad de la mía que adopta el color que prima en su entorno o cercanía, lo que te permite esa individualidad de la que los camaleones carecemos y que en tu especie es signo de diferencia unívoca al estilo de las huellas digitales de la raza humana, tus ojos son grandes y atractivos y con ellos puedes expresar infinidad de sensaciones y sentimientos a quienes comprenden las miradas y así te ahorras largas explicaciones ya que todas ellas están en tu mirada, y con tus largas pestañas peinas el cielo para atraer o apartar a las nubes que traen la lluvia que refresca y la sombra que protege, y de ahí tu nombre que es el femenino de Ángel, si pierdes tu cola poco has perdido y si la pierdo yo mutilado me he quedado porque mi cola no es de lagartija y no dispone de posibilidad de regeneración, mis puestas de huevos lo son en hoyos profundos en el sotobosque que está expuesto al depredador y tus crías permanecen guarecidas en la seguridad de tu interior, tus extremidades te permiten la zancada y la velocidad en el desplazamiento mientras las mías se mueven con lentitud y parquedad y necesitan del asidero que tus largas manos y patas traseras no precisan, y tu estirado cuello, además de impedirte y salvarte de la incómoda tos que a todos nos afecta en los tiempos fríos alcanza muchos más lugares y posiciones que mi lengua que en inactividad debo enrollar y guarecer en el interior de mi papada con la incomodidad que ello representa.
Ya ves, amiga Ángela, que tus quejas son del todo infundadas” – concluyó Pantaleón Pantoja.

Y dicho lo dicho, Pantaleón Pantoja dio por terminada su perorata haciendo gala de su sobrio dialogar e inició su lento ascender mientras y como quien no dice nada soltaba muy bajito y como para sí mismo que cuando un niño crece los familiares y amigos lo celebran comentando en tono de halago que parece una jirafa mientras de los políticos y otros chaqueteros o personas con cambios frecuentes de opinión o doctrina se acostumbra a decir que son como un camaleón, lo cual comporta lo contrario del halago que es el desprecio, y recordó con cierta tristeza a Augusto Monterroso cuando escribió aquello sobre el camaleón que no sabía de que color ponerse cuando descubrió que todos los animales de la selva llevaban cristales de distintos colores para ver siempre igual a los camaleones al contrarrestar con ellos sus cambios de color según el clima político de la semana, del día o de la hora de la mañana o de la noche, lo cual popularizó el dicho de “todo camaleón es según el color del cristal con que se mira”.

Como que se iba poco a poco alejando en su escalada por las ramas del árbol no sabemos si a pesar de su fino e inapreciable oído acertó a escuchar lo que rumiaba la jirafa Ángela que recordó al mismo Augusto Monterroso cuando sentado conmigo en un atardecer de crepúsculos vinosos alargados y camaleónicos explicaba la historia de la jirafa que sufría por su escasa estatura y que tras perderse tras caminar a tontas y a locas por un angosto desfiladero pudo observar como una bala de unos que guerreaban por la posesión de territorios no le alcanzaba en la cabeza gracias a su corta estatura o bien en su cabeza no se incrustó porque la bala surgió de un cañón que se hallaba en la parte alta del desfiladero ya que si se hubiese situado en la parte baja habría acertado en su cabeza de jirafa baja, por lo que se mostró convencida de las explicaciones de Pantaleón Pantoja al comprender que todo es relativo y que por ello hay que valorar lo que tenemos y no ambicionar lo que no nos ha sido dado, ya que la uniformidad es contraria a la diversidad y es en ella donde radica la riqueza y la libertad para usar los atributos de la forma que procure la propia felicidad y la de los demás.

La jirafa Ángela quiso elevar la voz para comunicarle al camaleón Pantaleón Pantoja lo que había pensado y comprendido, pero sus gritos ya no lo alcanzaban y no sabemos si se apercibió de que uno de los ojos cónicos del camaleón desde la distancia la escrutaba y una sonrisa que tal vez no hubiese interpretado porque la sonrisa de los camaleones es de difícil manifestación empezaba a surgir con parsimonia y lentitud en su cabeza de yelmo.

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