miércoles, 8 de enero de 2014

El día que murió papá.


El día que murió papá estabas preciosa, mamá.
Estabas frágil, pero divina.
Estabas como una princesa, regia.
Serena.
Yo pasé toda la noche contigo. Tú estabas seria y firme.
No derramaste ni una lágrima.
Yo todas. Las tuyas y las mías. Me mirabas y me sonreías con una tristeza enorme, abismal, profunda, insondable.
Yo me deshacía en mi llanto. No quería, porque tú no llorabas, pero no podía.
Te entregué el anillo de matrimonio de papá y tú me dijiste que me lo quedase. Luce en mi dedo, junto con el de mi matrimonio.
Me despierto muchas noches y me sale de la boca papá.
¡ Qué ausencia, mamá !
Murió antes que Susan y antes de que tú también te fueses a las nubes.
Menos mal.
No lo habría soportado. Él, que me soportó a mí. Que un día me dijo que estaba tan orgulloso de mí. Con lágrimas lentas, invasivas. Y no sé si le supe corresponder, mamá.
Papa, cuídame.
Ven a mi cama todas las noches y dame un besito.


P.D.: Mi padre murió hace casi diez años. Debe ser la cuesta de enero. O la necesidad de besitos nocturnos. O de mi padre en general. O qué se yo, caray!!! Y además qué más da.

No hay comentarios:

Publicar un comentario