Hoy ha amanecido nevando.
El jardín está blanco.
Las ramas de los árboles están repletas de guirnaldas
blancas.
Un mirlo negro y de pico amarillo hollaba la nieve detrás de
mi ventana.
He mirado al cielo y he visto la figura bellísima de mi
compañera.
Su cabellera es del color del cobre intenso como el fuego,
sus ojos verdes como esmeraldas colombianas, y su rostro se muestra salpicado
de infinidad de pecas, muchas más que nunca.
Ella me ha explicado que es porque vive cerca del sol, y
mientras reía me ha lanzado una bola de nieve. La he recogido, la he besado y
se la he devuelto instalada sobre las alas del mirlo negro.
Nos hemos mirado y nos hemos sonreído con la placidez y el
calor de la blanca nieve.
El mirlo de mí se alejaba y a ella se acercaba.
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