sábado, 11 de agosto de 2012

Esta noche una luciérnaga optimista charla con otra pesimista

Iluminan la rocalla de la que nace el tomillo todas las noches de agosto junto a las matas de cassis obsequio de mi vecino francés para mermelada y en medio de a veces flores Reina Margarita y este verano “clavell de moro” naranja y amarillo.
Hace calor y calima de cigarra y la escasa lluvia de la tarde de goterones gordos y pesados y pastosos empeoran las sensaciones que son de horno para el cocido de la masa del pan.
Calma chicha perturbada en la lejanía por algún que otro ronquido profundo y lento de alguna nube con ganas de destacar en el sosiego que invade el Valle.

Conocí ese breve resplandor que parpadea al movimiento y criterio del cuerpo que lo transporta las noches de sudor y humedad pegajosa de la cordillera del litoral del Maresme barcelonés, en su diálogo y en su  destello al cobijo del avellano y del níspero y de las higueras de “Can Casas” en Cabrils y bajo la protección de la gran encina callejera que dividía con su presencia las calles que rodeaban la casa familiar.

Aquí en la Cerdanya francesa pero como la otra catalana la pareja de luciérnagas parece sentirse feliz en su condición de gusanitos de luz y al amparo del tomillo y bajo el hierático y solemne dominio del macizo del Cadí.

De pequeño la diversión era cogerlas para que la lucecita verde brillase en la palma de la mano. Esta noche seca y cuarteada sólo quiero escuchar su conversación de brisa y admirar la linternita escondida entre hojas de menta y algún despiste de perejil.

Escucho a una de las gusanitas de luz, ¡que bonito así, que duro luciérnaga! que esta noche es la de Sant Llorenç y que si el viento se lleva a pasear a otra región a las nubes podrán ver la lluvia de estrellas y será precioso porque cada vez que atisbe una algo le pedirá en secreto antes de que apague su luz y seguro que se lo concederá.
La otra gusanita dice que su amiga es una ingenua porque no es cierto que sea una lluvia de estrellas sino que son las lágrimas de Sant Llorenç y a esas no se les puede pedir deseos porque las lágrimas son de tristeza y sólo se acompañan de malos acontecimientos o augurios venidos o venideros.
Pero la optimista reía y replicaba que las cosas son como quieres que sean y que ella prefería lluvia de estrellas porque ella misma y sus compañeras eran luces de neón que son propias de las estrellas.
Argüía la gusanita pesimista que qué tontería cuando se quiere ser lo que no se es porque ellas no son más que escarabajos por mucha lucecita que su abdomen emita. Y por eso lágrimas porque su condición no es otra que la de un simple escarabajo de entre los miles de miles que hay entre todas sus variedades.
Para convencer a la agnóstica la gusanito optimista le susurra con la calidez de la noche calurosa que una de las cosas que le pedirá a la estrella de Sant Llorenç más bonita que divise será para su amiga y compañera y cuando ese deseo se realice no le quedará más remedio que aceptar que es posible aquello que se anhela con el corazón.
Se ríe la incrédula y decide acabar la conversación porque quiere resguardarse mejor porque dice tener miedo que una de las lágrima de la tristeza y de la penuria y de la desgracia no sea la venida sino la venidera y a ella se le asigne por Sant Llorenç.

Se inicia la lluvia de ¿las estrellas? ¿las lágrimas?  y la gusanito jovial y alegre y dicharachera y de alma noble y buena divisa una preciosa estrella que refulge en su viaje por el cielo y le explica en voz baja y en secreto que no es necesario que colme de parabienes a su amiga ya que ya disfruta de un tesoro único en seres de la tierra como es la linterna verde de su propio cuerpo aunque tal vez sí pueda ayudarla a gozar y lucir con humildad la belleza de su lucecita eterna.

Ella dice que tampoco quiere nada porque acaba de llegar un gusanito macho que parece que quiere cortejarla y su obligación es atenderlo porque es su luz quien le ha buscado y es por ello que a su respuesta debe cortesía y atención.

Observa estos sucesos la gusanita deprimida con tanto desdén que no cae en la cuenta de que un sapo está a punto de saciar su apetito con una escarabajo de luz que no cree en las estrellas sino en las lágrimas de la pena y la desgracia.

Cuando fue de nuevo a su encuentro la gusanita risueña de alma limpia y clara descubrió una tenue luz verde tras la fina piel de la panza de un sapo que roncaba como las nubes satisfecho después de su banquete.

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