Hace calor y calima de
cigarra y la escasa lluvia de la tarde de goterones gordos y pesados y pastosos
empeoran las sensaciones que son de horno para el cocido de la masa del pan.
Calma chicha perturbada en la
lejanía por algún que otro ronquido profundo y lento de alguna nube con ganas
de destacar en el sosiego que invade el Valle.
Conocí ese breve resplandor
que parpadea al movimiento y criterio del cuerpo que lo transporta las noches
de sudor y humedad pegajosa de la cordillera del litoral del Maresme
barcelonés, en su diálogo y en su
destello al cobijo del avellano y del níspero y de las higueras de “Can
Casas” en Cabrils y bajo la protección de la gran encina callejera que dividía
con su presencia las calles que rodeaban la casa familiar.
Aquí en la Cerdanya francesa
pero como la otra catalana la pareja de luciérnagas parece sentirse feliz en su
condición de gusanitos de luz y al amparo del tomillo y bajo el hierático y
solemne dominio del macizo del Cadí.
De pequeño la diversión era
cogerlas para que la lucecita verde brillase en la palma de la mano. Esta noche
seca y cuarteada sólo quiero escuchar su conversación de brisa y admirar la
linternita escondida entre hojas de menta y algún despiste de perejil.
Escucho a una de las
gusanitas de luz, ¡que bonito así, que duro luciérnaga! que esta noche es la de
Sant Llorenç y que si el viento se lleva a pasear a otra región a las nubes
podrán ver la lluvia de estrellas y será precioso porque cada vez que atisbe
una algo le pedirá en secreto antes de que apague su luz y seguro que se lo
concederá.
La otra gusanita dice que su
amiga es una ingenua porque no es cierto que sea una lluvia de estrellas sino
que son las lágrimas de Sant Llorenç y a esas no se les puede pedir deseos
porque las lágrimas son de tristeza y sólo se acompañan de malos
acontecimientos o augurios venidos o venideros.
Pero la optimista reía y
replicaba que las cosas son como quieres que sean y que ella prefería lluvia de
estrellas porque ella misma y sus compañeras eran luces de neón que son propias
de las estrellas.
Argüía la gusanita pesimista
que qué tontería cuando se quiere ser lo que no se es porque ellas no son más
que escarabajos por mucha lucecita que su abdomen emita. Y por eso lágrimas
porque su condición no es otra que la de un simple escarabajo de entre los
miles de miles que hay entre todas sus variedades.
Para convencer a la agnóstica
la gusanito optimista le susurra con la calidez de la noche calurosa que una de
las cosas que le pedirá a la estrella de Sant Llorenç más bonita que divise
será para su amiga y compañera y cuando ese deseo se realice no le quedará más
remedio que aceptar que es posible aquello que se anhela con el corazón.
Se ríe la incrédula y decide
acabar la conversación porque quiere resguardarse mejor porque dice tener miedo
que una de las lágrima de la tristeza y de la penuria y de la desgracia no sea
la venida sino la venidera y a ella se le asigne por Sant Llorenç.
Se inicia la lluvia de ¿las
estrellas? ¿las lágrimas? y la
gusanito jovial y alegre y dicharachera y de alma noble y buena divisa una
preciosa estrella que refulge en su viaje por el cielo y le explica en voz baja
y en secreto que no es necesario que colme de parabienes a su amiga ya que ya
disfruta de un tesoro único en seres de la tierra como es la linterna verde de
su propio cuerpo aunque tal vez sí pueda ayudarla a gozar y lucir con humildad
la belleza de su lucecita eterna.
Ella dice que tampoco quiere
nada porque acaba de llegar un gusanito macho que parece que quiere cortejarla
y su obligación es atenderlo porque es su luz quien le ha buscado y es por ello
que a su respuesta debe cortesía y atención.
Observa estos sucesos la
gusanita deprimida con tanto desdén que no cae en la cuenta de que un sapo está
a punto de saciar su apetito con una escarabajo de luz que no cree en las
estrellas sino en las lágrimas de la pena y la desgracia.
Cuando fue de nuevo a su
encuentro la gusanita risueña de alma limpia y clara descubrió una tenue luz
verde tras la fina piel de la panza de un sapo que roncaba como las nubes
satisfecho después de su banquete.
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